Como en el Jardín después del pecado, Dios vino a buscar a sus hijos perdidos. En este caso, Dios preguntó a Caín dónde estaba su hermano. Le ofreció la oportunidad de confesar y arrepentirse. Pero una vez más, Caín ignoró la intervención de Dios y se negó a asumir la responsabilidad de lo que había hecho. Respondió frívolamente: “¿Soy yo el guardián de mi hermano?”.
Dios no tuvo más remedio que disciplinar a Caín. Su castigo fue que tendría que dejar a su familia y ser un fugitivo por el resto de su vida. Caín se dio cuenta de que, en su vida de vagabundo, estaría oculto del rostro de Dios (Génesis 4:14). Fue entonces cuando Caín vio las funestas posibilidades que tenía ante sí y pidió la protección de Dios.
Dios hizo todo lo que pudo para ayudar a Caín a soportar su castigo. Pero no había nada más que hacer para revertir el asesinato de Abel. En respuesta a la petición de Caín, Dios haría saber que un castigo siete veces mayor esperaría a cualquiera que intentara dañar al hijo primogénito de Adán y Eva. Al menos no moriría de la misma manera violenta que su hermano Abel.
El resto del capítulo 4 no pinta un cuadro bonito de lo que le sucedió a Caín después de que se fue a vivir a la tierra de Nod. El versículo 16 nos informa de que realmente abandonó la presencia de Dios, un resultado comprensible para el primer asesino del mundo.
El hijo de Caín construyó una ciudad, que recibió su nombre. Pero su tataranieto Lamec fue responsable del primer matrimonio múltiple registrado (Génesis 4:19).
Los descendientes de Caín se dedicaron a varias líneas de trabajo, pero lo más alarmante fue el poema de Lamec, que se jactaba de su propia experiencia como asesino (Génesis 4:23, 24). Contó cómo Caín sería vengado siete veces, pero la maldición de su vengador sería setenta y siete veces. Un punto de exaltación dudoso, pero representativo de la maldad que se había multiplicado en pocas generaciones.
Sin embargo, Dios bendijo a Adán y Eva con otro hijo llamado Set para reemplazar a los dos hijos que habían perdido. El último verso del capítulo 4 comienza a hablarnos de la línea de hombres y mujeres justos de Set que continuó en el capítulo 5. Dios no dejaría de trabajar con aquellos que lo invocaran y se arrepintieran de cualquier maldad.