Después de ver tantos milagros poderosos realizados por Jesús, los discípulos definitivamente estaban viendo que Él era el divino Hijo de Dios, el ansiado Mesías. Pero todavía les faltaba un conocimiento pleno de su misión en la tierra. Como muchos judíos de aquel entonces, pensaban que el Mesías sería el rey de Israel que los liberaría del gobierno opresivo de los romanos. Como describe la autora Elena de White: “El hecho de que Él afirmara ser el Enviado de Dios y, sin embargo, se negara a ser el rey de Israel, era un misterio que no podían comprender”. ~El Deseado de Todas las Gentes, pág. 385
Muchos hoy todavía esperan que Jesús establezca un reino o nación aquí en la tierra. Creen que los líderes divinamente designados de su país los liberarán de la opresión de sus enemigos seculares. Esta falsa interpretación de la voluntad y misión de Dios debe examinarse en la experiencia personal de cada creyente. Debemos determinar por nosotros mismos cuál es la verdadera voluntad de Dios para nuestras vidas individuales. No podemos hacerlo por los demás.
Jesús regresará por nosotros como el Rey conquistador, pero sólo cuando el mundo entero esté preparado para ello. Hasta Su Segunda Venida, Dios seguirá hablando a nuestros corazones con la suave y tranquila voz del amor (Salmo 46:10).