Tal como se entendió en Mateo 24, las profecías de Jesús sobre la destrucción venidera cubrieron dos grandes eventos. El primero involucró “la abominación desoladora”, como se la llama en Daniel (Daniel 9:26, 27 y 11:31). Jesús incluso indicó a sus discípulos que en las profecías de Daniel se hablaba de la abominación (Marcos 13:14).
Este horrible y profanador acontecimiento ocurrió en el año 70 d.C., cuando Roma atacó Jerusalén y destruyó el templo y la mayor parte de la ciudad. Daniel 9:26 habló de un príncipe que vendría a destruir la ciudad y el santuario. Ese príncipe, que algunos creen que era el general romano Tito, profanó el glorioso monte del templo y plantó estandartes paganos en lugares santos durante su asedio de Jerusalén.
Lucas 21:20-24 también describe la destrucción de Jerusalén. Se les dijo que “cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción está cerca” (Lucas 21:20). Según los historiadores, sucedió tal como se predijo unas décadas después de la muerte de Cristo. Los cristianos pudieron escapar de la matanza siguiendo las instrucciones del Salvador de huir a las montañas.
