Lección 9 Edición Adultos: “Jacob el suplantador” Para el 28 de Mayo de 2022

Segundo Trimestre de 2022

“Jacob el suplantador”

Lección 9 :- Para el 28 de Mayo de 2022

Sábado 21 de mayo

Lee Para el Estudio de esta Semana: Génesis 25:21–34; 28:10–22; 11:1–9; 29:1–30; 30:25–32.

Para Memorizar: “Y Esaú respondió: Bien llamaron su nombre Jacob, pues ya me ha suplantado dos veces: se apoderó de mi primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición. Y dijo: ¿No has guardado bendición para mí?” (Gén. 27:36).

Ahora retomamos la historia familiar de Isaac, el hijo del milagro y predecesor de la simiente prometida. Sin embargo, la historia no comienza particularmente bien. El carácter defectuoso de su hijo Jacob se manifestará en la rivalidad entre los dos hermanos por la primogenitura (Gén. 25:27–34) y, por consiguiente, en el derecho a obtener la bendición de Isaac (Gén. 27).

Como Jacob engaña a su padre y le roba la bendición a su hermano mayor, tendrá que huir para salvar su vida. En el exilio, Dios lo confronta en Betel (Gén. 28:10-22). Desde entonces, Jacob, el engañador, también sufrirá algunos desengaños. En vez de Raquel, a quien Jacob amaba (Gén. 29), le llevaron a Lea, la hija mayor, y él tendrá que trabajar catorce años para ganarse a sus esposas.

Sin embargo, Jacob también experimentará la bendición de Dios, porque en el exilio tendrá a sus doce hijos y Dios aumentará su riqueza.

Por lo tanto, en todo lo demás que veamos en esta historia, podremos ver que Dios cumplirá las promesas de su pacto, de una u otra forma, sin importar la frecuencia con la que su pueblo falle.

 

Domingo 22 de mayo: Jacob y Esaú

Lee Génesis 25:21 al 34. Compara las dos personalidades de Jacob y Esaú. ¿Qué cualidades de Jacob lo predisponían para merecer la bendición de Isaac?

Ya desde el vientre de su madre entendemos que Jacob y Esaú son diferentes y lucharán entre sí. Mientras a Esaú se lo describe como un cazador robusto que corre por el campo, Jacob es visto como alguien “quieto” que se sienta en la tienda a meditar. La palabra hebrea tam, traducida como “tranquilo” (NVI), es el mismo verbo que se aplica a Job y a Noé, traducido como “perfecto” para Job (Job 8:20) y para Noé (Gén. 6:9).

Esta diferencia de carácter se vuelve más evidente más adelante en sus vidas (Gén. 27:1–28:5). Cuando Esaú llega a casa cansado y hambriento, Jacob le cocina lentejas. Para Esaú, el disfrute inmediato, visible y físico de la comida “en este día” (Gén. 25:31) es más importante que la bendición futura relacionada con su primogenitura (comparar con Heb. 12:16, 17).

“Las promesas hechas a Abraham y confirmadas a su hijo eran miradas por Isaac y Rebeca como la meta suprema de sus deseos y esperanzas. Esaú y Jacob conoc&icacute;an esas promesas. Se les hab&icacute;a enseñado a considerar la primogenitura como asunto de gran importancia, porque no solo abarcaba la herencia de las riquezas terrenales, sino también la preeminencia espiritual. El que la recib&icacute;a deb&icacute;a ser el sacerdote de la familia, y de su linaje descender&icacute;a el Redentor del mundo” (PP 175, 176).

Para Jacob, a diferencia de su hermano, lo que importa es la relevancia espiritual futura de la bendición. Sin embargo, más tarde, por instigación de su madre (ver Gén. 27), Jacob engaña a su padre en forma abierta y deliberada, incluso usando el nombre de “Jehová tu Dios” (Gén. 27:20) para perpetrar ese engaño. Efectúa este terrible engaño, aun cuando era por algo que sabía que era bueno.

Los resultados fueron trágicos, añadiendo nuevas capas de disfunción a una familia de por sí disfuncional.

Jacob quería algo bueno, algo de valor, y eso era admirable (especialmente en comparación con la actitud de su hermano). Sin embargo, usó el engaño y la mentira para conseguirlo. ¿Cómo podemos evitar caer en una trampa similar de hacer lo malo para lograr algo “bueno”?

 

Lunes 23 de mayo: La escalera de Jacob

En cuanto Esaú se entera de que Jacob recibió la bendición de su padre, comprende que su hermano lo engañó y lo suplantó (Gén. 27:36), y quiere matarlo (Gén. 27:42). Rebeca está preocupada y quiere impedir este crimen, que sería fatal para ambos hijos (Gén. 27:45). Entonces, con el apoyo de Isaac (Gén. 28:5), insta a Jacob a que huya al lugar de la familia de ella (Gén. 27:43). En su camino al exilio, Jacob se encuentra con Dios mediante un sueño en un lugar que llamará Betel, “casa de Dios”, y allí hará un voto.

Lee Génesis 28:10 al 22. Compara con Génesis 11:1 al 9. ¿En qué se diferencia Betel de Babel? De la experiencia de Jacob en Betel en comparación con lo que sucedió en Babel, ¿qué lección podemos aprender acerca de nuestra relación con Dios?

En este sueño, Jacob ve una escalera extraordinaria que se conecta con Dios. El mismo verbo hebreo, natsav, se usa para referirse a la escalera que “estaba apoyada” en tierra (Gén. 28:12) y a Jehová, que “estaba en lo alto” (Gén. 28:13), relacionando la escalera con Jehová de forma directa.

La escalera se vincula con el intento de Babel de llegar al cielo. Como la torre de Babel, la escalera llega a la “puerta del cielo”. Pero mientras que la torre de Babel representa el esfuerzo humano por subir para llegar a Dios, la escalera de Betel enfatiza que el acceso a Dios solo se puede lograr por intermedio de Dios que viene hasta nosotros, y no mediante el esfuerzo humano.

En cuanto a la “piedra” sobre la que Jacob puso la cabeza y tuvo el sueño, se convierte en el símbolo de bet-El, “casa de Dios” (Gén. 28:17; comparar con Gén. 28:22), que apunta al Templo, el Santuario, el centro de la actividad salvífica de Dios para la humanidad.

Sin embargo, Jacob no limita a lo espiritual y lo místico su expresión de adoración y su sensación de asombro por lo que le había sucedido. Es decir, quería responder en términos concretos y visibles. Por lo tanto, Jacob decide apartar “el diezmo” para Dios, no para obtener la bendición de Dios, sino como una respuesta de agradecimiento al regalo que Dios ya le dio. Aquí nuevamente vemos la idea del diezmo mucho antes del surgimiento de la nación de Israel.

Vuelve a leer Génesis 28:11. El “diezmo” se toma de “todo lo que me dieres” (Gén. 28:22). ¿Qué aspecto importante debemos extraer de lo que Jacob dice aquí sobre el diezmo y cuál es?

 

Martes 24 de mayo: El engañador engañado

Lee Génesis 29:1 al 30. ¿Cómo y por qué Dios permite el engaño de Labán? ¿Qué lecciones aprendió Jacob?

Lo primero que Jacob ve cuando llega al lugar de destino es una piedra, quizás un indicio que le recuerda la piedra de Betel, que simbolizaba la presencia de Dios (Gén. 28:18, 19). A fin de cuentas, es esta piedra la que le dará a Jacob la oportunidad de interactuar con Raquel.

Cuando Jacob se entera por los pastores que estaban allí que Raquel está llegando con sus ovejas para dar de beber a su rebaño, insta a los pastores a quitar la piedra. Ellos se niegan, lo que le da a Jacob la oportunidad de hacerlo solo y de presentarse a Raquel (Gén. 29:11).
Raquel respondió corriendo hasta su familia. Este primer contacto entre Jacob y Raquel fue productivo: “Jacob amó a Raquel” (Gén. 29:18), tanto que los siete años que trabajó para Labán a cambio de Raquel fueron como unos “pocos días” (Gén. 29:20).

Sin embargo, después de estos siete años, Jacob es engañado. La noche de la boda, es Lea, la hermana mayor, y no Raquel, a quien Jacob descubre en su cama. Aprovechando la confusión de la fiesta y la intensa emoción y vulnerabilidad de Jacob, Labán había preparado este truco. Curiosamente, Jacob usa la misma palabra raíz para “engañar” (Gén. 29:25) que Isaac había usado para caracterizar el comportamiento de Jacob hacia su padre y su hermano (Gén. 27:35).

Ten en cuenta que el mismo pensamiento también está implícito en la lex talionis (ley del talión): “Ojo por ojo, diente por diente” (Éxo. 21:24; comparar con Gén. 9:6), que obliga al culpable a identificarse con su víctima en el sentido de que el culpable experimenta lo mismo que experimentó la víctima. De igual modo, entonces, lo que Jacob le había hecho a otra persona ahora se lo habían hecho a él.

Jacob comprende ahora lo que significa ser víctima de un engaño. Irónicamente, Dios le enseña a Jacob acerca de su propio engaño mediante el engaño de Labán. Aunque Jacob como “engañador” (Gén. 27:12, PDT) sabe bien lo que significa el engaño, se sorprende cuando es víctima de la artimaña. Por lo tanto, pregunta: “¿Por qué, pues, me has engañado?” (Gén. 29:25), lo que muestra que él sabe que el engaño está mal.

Aunque Jacob era engañador, fue engañado. ¿Cómo podemos aprender a confiar en Dios cuando no vemos que se haga “justicia”, cuando vemos que las personas que hacen el mal se salen con la suya o cuando vemos sufrir a los inocentes?

 

Miércoles 25 de mayo: La bendición de la familia

Para Jacob, los últimos siete años de exilio fueron una carga, y con todo, también fueron los años más fructíferos. Jacob será el padre de once de los doce hijos que pasarán a ser los antepasados ​​del pueblo de Dios.

Este segmento constituye el centro de la historia de Jacob (Gén. 25:19–35:26), y comienza y termina con la frase clave: Dios “abrió su matriz”, refiriéndose a Lea (Gén. 29:31, RVA) y a Raquel (Gén. 30:22, RVA). Cada vez que esta declaración va seguida de nacimientos, la evidencia es que estos nacimientos son el resultado de la acción milagrosa de Dios.

Lee Génesis 29:31 al 30:22. ¿Cómo debemos entender hoy el significado de lo que ocurre aquí?

Dios abrió la matriz de Lea y esta tuvo un hijo, Rubén, cuyo nombre contiene el verbo ra’á, que significa “ver”. Debido a que Dios “vio” que Jacob no la amaba (Gén. 29:31), este niño fue una compensación por su dolor y sufrimiento.

Además, ella le pone el nombre de Simeón, que contiene el verbo shamá‘, “oyó”, a su segundo hijo, porque Dios “oyó” (shamá‘) la profundidad y la humillación de su dolor y, por lo tanto, tuvo piedad de ella, así como había oído la aflicción de Agar (Gén. 29:33).

El hijo de Lea, “Simeón”, también resonará con el nombre del hijo de Agar, “Ismael”, que significa “Dios oye” (ver Gén. 16:11). Cuando Lea da a luz a su último hijo, lo llama Judá, que significa “alabanza”. Lea ya no vuelve a referirse a su dolor ni a su bendición. Ella solo se concentra en Dios y lo alaba por su gracia.

Curiosamente, recién cuando Lea no puede volver a dar a luz, Dios “se acuerda” de Raquel y abre la matriz de Raquel (Gén. 30:22). Raquel, la esposa amada, tuvo que esperar siete años después de su matrimonio y catorce años después de su compromiso con Jacob, para tener su primer hijo (Gén. 29:18, 27; comparar con 30:25). Ella lo llamó “José” para señalar que Dios había “quitado [’asaf] mi afrenta” y expresó: “añádame [iasaf] Jehová otro hijo” (Gén. 30:23, 24). Por muy equivocadas que fueran algunas de estas acciones, Dios todavía podía usar estas acciones, aunque no las aprobara, para crear una nación a partir de la simiente de Abraham.

¿De qué manera esta historia revela que los propósitos de Dios se cumplirán en el cielo y en la Tierra, a pesar de las debilidades y errores humanos?

 

Jueves 26 de mayo: Jacob se va

En esta historia, Jacob, quien engañó a su padre y a su hermano con el propósito de adquirir la primogenitura y robó la bendición que Isaac tenía la intención de darle a su hijo mayor, adoptó una postura pasiva con Labán y lo sirvió fielmente. Jacob sabe bien que su suegro lo engañó y, no obstante, lo dejó pasar. Es difícil entender la pasividad de Jacob teniendo en cuenta su temperamento. Jacob podría haberse rebelado, o al menos resistirse a Labán o negociar con él. Pero no lo hizo. Simplemente hizo lo que Labán le pidió, por más que todo fuera injusto.

Sin embargo, en el nacimiento del primer hijo de Raquel, José, Jacob finalmente alcanzó el año catorce de sus “servicios” a Labán (Gén. 30:26), y ahora considera dejar a Labán para regresar a la Tierra Prometida. Pero a Jacob le preocupa proveer para su “propia casa” (Gén. 30:30).

Lee Génesis 30:25 al 32. ¿Qué sucede aquí y qué tipo de razonamiento utiliza Jacob? ¿Cuál es la respuesta de Labán?

Había sido un rodeo muy largo para Jacob, quien originalmente se había ido de casa para encontrar una esposa. Probablemente no había sido su intención inicial permanecer tanto tiempo lejos de su país, pero los acontecimientos lo mantuvieron alejado durante años. Ahora es el momento de regresar a casa, ¡y con qué familia tan numerosa!

Con todo, ¿por qué Jacob no dejó a Labán antes? La sumisión antinatural del patriarca sugiere que quizás haya cambiado; que entendió la lección de la fe. Es decir, Jacob esperó la señal de Dios para irse. Recién cuando Dios le habla, Jacob decide trasladarse.

Dios se revela a Jacob como “el Dios de Bet-el” y le ordena que deje la casa de Labán y regrese “a la tierra de [s]u nacimiento” (Gén. 31:13), con las mismas palabras que Dios usó para llamar a Abram para que se fuera “de [s]u tierra” (Gén. 12:1).

Lo que también lo ayudó a ver que era hora de irse, fue la actitud de los hijos de Labán y del mismo Labán (ver Gén. 31:1, 2). “Jacob habr&icacute;a dejado a su astuto pariente mucho antes, si no hubiese temido encontrarse con Esaú. Ahora sintió que estaba en peligro frente a los hijos de Labán, quienes, considerando suya la riqueza de Jacob, podr&icacute;an tratar de obtenerla por la fuerza” (PP 191).

Por lo tanto, tomó a su familia y posesiones y se fue, comenzando así otra etapa en la gran saga del pueblo del pacto de Dios.

 

Viernes 27 de mayo

Para Estudiar y Meditar:

Dios eligió a Jacob no porque él lo mereciera, sino por su gracia. Y, sin embargo, Jacob trabajó duro para tratar de merecer la gracia; lo que en sí es una contradicción. Si se la merecía, entonces no sería gracia, sería por sus obras (ver Rom. 4:1-5), lo que es contrario al evangelio. Recién más tarde Jacob comenzó a comprender el significado de la gracia de Dios y lo que significaba confiar en el Señor, vivir por fe y ser completamente dependiente del Señor. La experiencia de Jacob contiene una lección importante para los ambiciosos: no se esfuercen por ascender a expensas de los demás.

“Jacob pensó lograr el derecho a la primogenitura mediante el engaño, pero se chasqueó. Pensó que había perdido todo, su relación con Dios, su hogar y todo lo demás, y allí estaba como un fugitivo frustrado. ¿Pero qué hizo Dios? Lo contempló en su condición desesperada. Vio su desengaño, y vio que había en él elementos que redundarían para gloria de Dios. Tan pronto Dios vio su condición, le presentó la escalera mística que representa a Jesucristo. Aquí está el hombre que había perdido toda relación con su Dios, y el Dios del cielo lo contempla y consiente en que Cristo salve el abismo abierto por el pecado. Podríamos mirar y decir: “Anhelo el cielo, ¿pero cómo puedo alcanzarlo? No veo ningún camino”. Eso es lo que pensó Jacob, y por eso Dios le mostró la visión de la escalera, y esa escalera conecta la Tierra con el cielo, con Jesucristo. Un hombre puede subir por ella, pues la base descansa sobre la tierra y el peldaño superior llega hasta el cielo” (Comentarios de Elena de White, CBA 1:1109).

 

Preguntas para Dialogar:

  • Observa el carácter de estas personas (Isaac, Rebeca, Jacob, Esaú, Labán, Raquel, Lea) en algunos de estos relatos de la historia sagrada. Observa todas las mentiras y engaños cometidos. ¿Qué nos enseña esto sobre la naturaleza humana en general y sobre la gracia de Dios?
  • Al leer la historia de Jacob, ¿qué evidencia podemos encontrar de que con el tiempo su carácter fue madurando y creciendo?
  • ¿En qué sentido nosotros, como adventistas del séptimo día, podríamos estar en peligro de tener la actitud de Esaú hacia su primogenitura? Es decir, ¿cómo podemos asegurarnos de que nunca dejaremos de amar y apreciar toda la luz que Dios nos ha dado?
IA Para Docentes
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