Lección 6 Edicion Adultos: “La prioridad de la promesa” Para el 5 de agosto de 2017

Tercer trimestre (julio-septiembre) de 2017

“La prioridad de la promesa”

Lección 6: – Para el 5 de agosto de 2017

 

 

Sábado 29 de julio

Lee Para el Estudio de esta Semana: Gál. 3:15–20; Gén. 9:11–17; Mat. 5:17–20; Éxo. 16:22–26; Gen. 15:1–6.

Para Memorizar: “Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa” (Gál. 3:18).

Cierta vez, alguien le preguntó a un político: “¿Has cumplido todas las promesas que hiciste durante la campaña?” Él respondió: “Sí… bueno, al menos todas las promesas que tenía la intención de cumplir”.

¿Quién no ha estado, en algún momento u otro, en una punta o la otra de una promesa rota? ¿Quién no ha sido el que rompió una promesa alguna vez, o al que se le hizo una promesa que luego fue rota?

A veces, las personas hacen una promesa, con toda la intención de cumplirla, pero, más tarde, no la cumplen; otros, hacen una promesa, sabiendo mientras los sonidos salen de sus bocas o las letras de sus dedos, que es todo mentira.

Afortunadamente para nosotros, las promesas de Dios son completamente diferentes. La Palabra de Dios es segura e inmutable. “Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré”, dice el Señor (Isa. 46:11).

En la lección de esta semana, Pablo dirige nuestra atención a la relación entre la promesa de Dios a Abraham y la ley dada a Israel 430 años después. ¿De qué manera debería entenderse la relación entre ambas, y qué implicancias tiene eso para la predicación del evangelio?

 

Domingo 30 de julio:

La ley y la fe

Aun si sus oponentes aceptaban que la vida de Abraham se caracterizó primariamente por la fe, Pablo sabía que seguirían teniendo preguntas acerca de por qué Dios dio la ley a Israel, unos cuatro siglos después de Abraham. ¿Acaso con el recibimiento de la ley no se anulaba cualquier arreglo previo?

¿Qué está queriendo transmitir Pablo con la analogía entre la voluntad final y el testamento de una persona, y el pacto de Dios con Abraham? Gál. 3:15-18.

Un pacto y un testamento por lo general son diferentes. Un pacto generalmente es un acuerdo mutuo entre dos o más personas, a menudo llamado un “contrato” o “acuerdo”; en cambio, un testamento es la declaración de una sola persona. La traducción griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta, nunca traduce el pacto de Dios con Abraham con la palabra griega usada para referirse a acuerdos o contratos mutuos (syntheke). Más bien, usa la palabra para un testamento o última voluntad (diatheke). ¿Por qué? Probablemente porque los traductores reconocieron que el pacto de Dios con Abraham no era un acuerdo entre dos individuos, donde se hacen promesas mutuamente vinculantes. Al contrario, el pacto de Dios se basaba únicamente en su propia voluntad. No dependía de ninguna cláusula condicional. Abraham simplemente debía confiar en las promesas de Dios.

Pablo utiliza este doble significado entre “testamento” y “pacto” a fin de destacar características específicas del pacto de Dios con Abraham. Al igual que un testamento humano, la promesa de Dios se aplicaba a un beneficiario específico: Abraham y su descendencia (Gén. 12:1-5; Gál. 3:16); también incluía una herencia (Gén. 13:15; 17:8; Rom. 4:13; Gál. 3:29). Lo más importante para Pablo es la naturaleza inmutable de la promesa de Dios. Del mismo modo en que el testamento de una persona no puede ser cambiado una vez que ha sido puesto en vigor, así también la promulgación de la ley por medio de Moisés no puede simplemente anular el pacto previo de Dios con Abraham. El pacto de Dios es una promesa (Gál. 3:16), y Dios no rompe sus promesas (Isa. 46:11; Heb. 6:18).

Reemplaza la palabra pacto por promesa en los siguientes pasajes. ¿Cuál es la naturaleza del “pacto” en cada pasaje? ¿De qué manera el entender el pacto de Dios como una promesa aclara el significado del pasaje, y cómo nos ayuda a entender mejor lo que es un pacto? (Gén. 9:11-17; 15:18; 17:1-21). ¿Qué nos enseña esto, además, acerca del carácter de Dios, y de cómo podemos confiar en él?

 

Lunes 31 de julio:

La fe y la ley

Pablo ha argumentado vehementemente sobre la supremacía de la fe en la relación de una persona con Dios. Ha enfatizado repetidas veces que ni la circuncisión ni ninguna otra “obra de la ley” son un requisito para la salvación, “por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gál. 2:16). De hecho, no son las obras de la ley sino la fe lo que constituye la marca distintiva del creyente (Gál. 3:7). Esta repetida negación de las obras de la ley suscita la pregunta: “¿Tiene la ley, entonces, algún valor en absoluto? ¿Desechó Dios completamente la ley?”

Debido a que la salvación es por la fe y no por obras de la ley, ¿está diciendo Pablo que la fe abolió la ley? ¿Qué nos dicen los siguientes textos? Compara Rom. 3:31 con Rom. 7:7, 12; 8:3; Mat. 5:17-20.

La exposición de Pablo en Romanos 3 es paralelo a su comentario sobre la fe y la ley en Gálatas. Presintiendo que sus afirmaciones podrían llevar a algunos a concluir que está exaltando la fe a expensas de la ley, Pablo hace la pregunta retórica: “¿Luego por la fe invalidamos la ley?” (Rom. 3:31). La palabra traducida como “invalidar” en este texto es katargeo. Pablo utiliza esta palabra con frecuencia, y puede ser traducida como “hacer nula” (Rom. 3:3), “abolir” (Efe. 2:15), “perder su poder” (Rom. 6:6, NVI), o incluso “destruir” (1 Cor. 6:13). Claramente, si Pablo deseaba apoyar la idea de que la ley de alguna manera había sido abolida en la cruz, como algunas personas afirman hoy, este habría sido el momento. Pero, Pablo no solamente niega esa idea con un enfático “no”, ¡sino que en realidad afirma que su evangelio “confirma” la ley!

“El plan de la justificación por la fe revela cómo respetó Dios su ley, cuando fijó y proveyó el sacrificio expiatorio. Si la justificación por la fe invalidase la ley, entonces no habría habido necesidad de la muerte expiatoria de Cristo para liberar al pecador de sus pecados y restablecer su paz con Dios.

“Además, la fe genuina implica en sí misma una disposición sin reservas de cumplir con la voluntad de Dios mediante una vida de obediencia a su ley. La fe verdadera, basada en amor pleno por el Salvador, solo puede inducir a la obediencia” (CBA 6:506).

Piensa en todo lo que implicaría si Pablo hubiera querido decir, de hecho, que la fe hace nula la necesidad de guardar la ley. ¿Dejaría de ser pecado, entonces, el adulterio, el robo e, incluso, el homicidio? Piensa en el pesar, el dolor y el sufrimiento que podrías ahorrarte por meramente obedecer la ley de Dios. ¿Qué sufrimientos has padecido como resultado exclusivo de la desobediencia a la ley de Dios?

 

Martes 1 de agosto:

El propósito de la ley

En Gálatas 3:19 al 29, Pablo hace múltiples referencias a “la ley”. ¿A qué ley se está refiriendo Pablo primordialmente en esta sección de Gálatas?

Algunos, creyendo que la palabra “hasta”, en el versículo 19, indica que esta ley era solamente temporal, han pensado que el pasaje debe referirse a la ley ceremonial, porque el propósito de esa ley se cumplió en la cruz y así llegó a su fin. Aunque esto por sí solo tiene sentido, no pareciera ser lo que está diciendo Pablo en Gálatas. Aunque tanto la ley ceremonial como la ley moral fueron “añadidas” en el Sinaí por causa de las transgresiones, al considerar la siguiente pregunta veremos que Pablo parece tener en mente primariamente la ley moral.

¿Dice Pablo que la ley fue añadida? ¿A qué fue añadida, y por qué? Compara Gál. 3:19 y Rom. 5:13, 20.

Pablo no está diciendo que la ley fue añadida al pacto con Abraham, como si fuera algún tipo de adenda a un testamento que modificaba las previsiones originales. La ley había estado en existencia mucho antes del Sinaí (ver el estudio de mañana). Pablo está diciendo, más bien, que la ley fue dada a Israel con un propósito completamente diferente. Era para dirigir al pueblo nuevamente a Dios y a la gracia que él ofrece a todos los que acuden a él por fe. La ley nos revela nuestra condición pecaminosa y nuestra necesidad de la gracia de Dios. La ley no tenía la intención de ser algún tipo de programa para “ganarse” la salvación. Al contrario, fue dada, dice Pablo, “a fin de que […] el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso” (Rom. 5:20); es decir, mostrarnos con más claridad el pecado en nuestras vidas (Rom. 7:13).

Mientras que la ley ceremonial señalaba al Mesías y enfatizaba la santidad y la necesidad de un Salvador, es la ley moral, con sus prohibiciones, la que revela el pecado, que nos muestra que el pecado no es solamente una parte de nuestra condición natural, sino que es, en verdad, una transgresión de la ley de Dios (Rom. 3:20; 5:13, 20; 7:7, 8, 13). Por eso Pablo dice: “Donde no hay ley, tampoco hay transgresión” (Rom. 4:15). “La ley actúa como una lupa. La lupa en realidad no aumenta la cantidad de manchas que ensucian una prenda de vestir, pero las hace más visibles y revela más pequeñas manchas que las que uno puede ver a simple vista”.‒ William Hendriksen, New Testament Commentary, Exposition on Galatians, p. 141.

 

Miércoles 2 de agosto:

La duración de la ley de Dios

¿Significa la declaración de Pablo, de que la ley fue añadida en el Sinaí, que no existía con anterioridad? Lee Gén. 9:5, 6; 18:19; 26:5; 39:7-10; Éxo. 16:22-26.

Dios no necesitaba revelar su ley a Abraham con truenos, relámpagos y una pena de muerte (Éxo. 19:10-23). ¿Por qué, entonces, dio Dios la ley a los israelitas de esta manera? Fue porque, durante su esclavitud en Egipto, los israelitas habían perdido de vista la grandeza de Dios y sus estándares morales elevados. Como resultado, debían ser concientizados de la gravedad de su propia pecaminosidad y la santidad de la ley de Dios. La revelación en el Sinaí ciertamente hizo exactamente eso.

¿Qué quiere decir Pablo cuando dice que la ley fue añadida “hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa”? Gál. 3:16-19.

Muchos han pensado que este texto está queriendo decir que la ley dada en el monte Sinaí era temporal. Apareció 430 años después de Abraham y luego terminó cuando llegó Cristo. Esta interpretación, sin embargo, entra en conflicto con lo que Pablo dice acerca de la ley en Romanos, como así también en otros pasajes en la Biblia, tales como Mateo 5:17 al 19.

El error que a menudo cometen los lectores con este pasaje es suponer que la palabra hasta siempre implica una duración limitada de tiempo. No es este el caso. Al describir a la persona que teme al Señor, Salmos 112:8 dice: “Asegurado está su corazón; no temará, hasta que vea en sus enemigos su deseo”. ¿Significa esto que cuando triunfe se volverá temeroso? En Apocalipsis 2:25, Jesús dice: “Pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga”. ¿Quiere decir Jesús que una vez que él venga ya no necesitamos mantenernos fieles?

El papel de la ley no terminó con la venida de Cristo. Continuará señalando el pecado, mientras exista la ley. Lo que Pablo está diciendo es que la venida de Cristo marca un punto decisivo en la historia humana. Cristo puede hacer lo que la ley nunca pudo hacer: proveer un remedio verdadero para el pecado, es decir, justificar a los pecadores y por su Espíritu cumplir su ley en ellos (Rom. 8:3, 4).

¿Alguna vez has pensado para tus adentros: Si tan solo el Señor hiciera esto o aquello por mí, o lo de más allá, entonces nunca más dudaría de él ni lo cuestionaría? Piensa, sin embargo, en lo que sucedió en el Sinaí, en qué manifestación poderosa del poder de Dios vieron los israelitas, y, aun así, ¿qué hicieron? ¿Qué debería decirte esto en cuanto a de qué se trata la verdadera fe y cómo podemos mantenerla? (Ver Col. 2:6).

 

Jueves 3 de agosto:

La superioridad de la promesa

En Gálatas 3:19 y 20, Pablo continúa su línea de pensamiento sobre cómo la ley no anula el pacto de la gracia; esto es importante, porque si la teología de sus oponentes fuera correcta, la ley haría justamente eso. Piensa, entonces, en cuál sería nuestra posición como pecadores si tuviéramos que depender de nuestra obediencia a la ley, en oposición a la gracia de Dios, para salvarnos. Al final, quedaríamos sin esperanza.

Aunque los detalles de los comentarios de Pablo en Gálatas 3:19 y 20 son difíciles, su punto básico es claro: la ley es inferior a la promesa, porque fue mediada por ángeles y por Moisés. La conexión de los ángeles en el recibimiento de la ley no se menciona en Éxodo, pero sí se halla en varios otros lugares de la Escritura (Deut. 33:2; Hech. 7:53; Heb. 2:2). Pablo usa la palabra mediador en 1 Timoteo 2:5 en referencia a Cristo, pero sus comentarios aquí sugieren fuertemente que tiene en mente Deuteronomio 5:5, donde Moisés dice: “Yo estaba entonces entre Jehová y vosotros, para declararos la palabra de Jehová”.

Por más majestuosa que haya sido la presentación de la Ley en el Sinaí, con innumerables ángeles asistiendo, y por importante que haya sido el papel de Moisés en la presentación de la Ley en ese momento, se trató de una entrega indirecta. En contraste, la promesa de Dios fue hecha directamente a Abraham (y, por ende, a todos los creyentes), pues no hubo necesidad de un mediador. Al final por importante que sea la Ley, no es un sustituto de la promesa de la salvación por gracia y por fe. Al contrario, la Ley nos ayuda a entender mejor cuán maravillosa es realmente esa promesa.

Describe la naturaleza de los encuentros directos de Abraham con Dios. ¿Qué beneficio hubo en ese contacto directo con Dios? Considera Gén. 15:1-6; 18:1-33; 22:1-18.

Piensa en algunos de los encuentros que tuvieron otras personas en la Biblia con Dios: Adán y Eva en el Edén (Gén. 3); la escalera de Jacob (Gén. 28); Pablo, en el camino a Damasco (Hech. 9). Quizás no has experimentado algo tan dramático, pero ¿de qué maneras se te ha revelado Dios personalmente? Pregúntate, también, si hay algo en tu vida personal que pueda estar impidiendo que tengas la clase de intimidad y proximidad que experimentó Abraham con Dios. Si es así, ¿qué pasos puedes tomar para cambiar?

 

Viernes 4 de agosto

Para Estudiar y Meditar:

“Durante su servidumbre, el pueblo había perdido en alto grado el conocimiento de Dios y de los principios del pacto de Abrahán. Al libertarlos de Egipto, Dios trató de revelarles su poder y su misericordia para inducirlos a amarle y a confiar en él. Los llevó al mar Rojo, donde, perseguidos por los egipcios, parecía imposible que escaparan, para que pudieran ver su total desamparo y necesidad de ayuda divina; y entonces los libró. Así se llenaron de amor y gratitud hacia él, y confiaron en su poder para ayudarles. Los ligó a sí mismo como su libertador de la esclavitud temporal.
“Pero había una verdad aun mayor que debía grabarse en sus mentes. Como habían vivido en un ambiente de idolatría y corrupción, no tenían un concepto verdadero de la santidad de Dios, de la extrema pecaminosidad de su propio corazón, de su total incapacidad para obedecer la ley de Dios, y de la necesidad de un Salvador. Todo esto se les debía enseñar” (PP 388).
“La ley de Dios, pronunciada con grandiosidad aterradora desde el Sinaí, es el dictamen de condenación para el pecador. Le corresponde a la ley condenar, pero no hay en ella poder para perdonar o redimir. Es ordenada para vida; lo que caminen en armonía con sus preceptos recibirán la recompensa de la obediencia; pero causa servidumbre y muerte para los que permanecen bajo su condenación” ”.—“Comentarios de Elena G. de White”, Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 1094.

Preguntas para Dialogar:

  1. Piensa en todo este asunto de las promesas, especialmente las promesas rotas. ¿Cómo te sentiste hacia aquellos que han roto su promesa contigo? ¿Qué diferencia hizo si la persona tenía la intención de cumplirla y, luego, no pudo o cambió de parecer, o si te diste cuenta de que la persona nunca tuvo la intención de cumplirla? ¿Qué sucedió con tu nivel de confianza después de que la promesa fue rota, por cualquier motivo que fuera? ¿Qué significa para ti el hecho de saber que puedes confiar en las promesas de Dios? O, quizás, la pregunta debería ser: ¿De qué manera puedes aprender a confiar en las promesas de Dios, en primer lugar?
  2. ¿De qué maneras estamos en peligro de ser corrompidos por nuestro entorno, al punto de perder de vista las verdades importantes que Dios nos ha dado? ¿De qué maneras podemos concientizarnos de cuáles son esas influencias corruptoras, y de cómo podemos contrarrestarlas?

Resumen: La promulgación de la ley en Sinaí no invalidó la promesa que Dios hizo a Abraham, ni tampoco alteró las estipulaciones de la promesa. La ley fue dada para que el pueblo pudiera captar la verdadera extensión de su pecaminosidad y reconocer su necesidad de la promesa de Dios a Abraham y sus descendientes.

Radio Adventista
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