Lección 5 Edición Maestros – EXPIACIÓN HORIZONTAL: LA CRUZ Y LA IGLESIA – Para el 29 de julio

RESEÑA

Texto clave: Efesios 2:13, 14

Enfoque del estudio: Efesios 2:11-22; Romanos 3:31; 7:12; Isaías 52:7; 57:19; Juan 14:27; 1 Corintios 3:9-17.

Introducción:

En Efesios 2:1 al 10, Pablo pinta un cuadro increíblemente hermoso y edificante de cómo Dios obra en la salvación de cada persona. Ser salvo significa ser llamado por el Mesías, resucitar con el Mesías, ascender con el Mesías y ser exaltado con el Mesías. Pero esta descripción generalmente se aplicaba a los judíos que esperaban ansiosamente a su Mesías-Salvador. Según su interpretación, los judíos esperaban que el Mesías salvara y exaltara a los judíos y destruyera y humillara a los gentiles cuando viniera. Sin embargo, Pablo toma el lenguaje exaltado que se utilizaba para describir la salvación de los judíos y lo aplica… ¡también a los gentiles!

Al mismo tiempo, debemos tener muy en cuenta que Pablo no proclama que ahora los gentiles se salvan porque son gentiles ni que los judíos se salvan por- que son judíos. Los judíos, que estaban “cerca” de Dios (Efe. 2:13, DHH), podían tener el mismo estilo de vida (“sin Dios en el mundo” [Efe. 2:12]) que los gentiles (Efe. 2:1-10; Rom. 2:17-26). Los gentiles, por su parte, no deben olvidar el estilo de vida que llevaban antes de encontrar y aceptar a Cristo. Así, ambos grupos eran salvos por la gracia de Dios, manifestada en Cristo Jesús en la Cruz. Tanto judíos como gentiles se salvan solo cuando están en Cristo. Por otro lado, Pablo enfatiza que la salvación viene de los judíos (Efe. 2:12; ver también Rom. 9:4, 5; Juan 4:22). Después de todo, “Dios había escogido al pueblo hebreo para que fuera su representante en la tierra […], le había confiado los oráculos divinos y […] el Mesías había de ser judío (Rom. 9:4, 5)” (Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 918).

Temática de la lección:

El estudio de esta semana abarca tres temas principales:

• Cristo Jesús salva a judíos y gentiles por igual, aunque Dios primeramente llamó a los judíos a la misión de proclamar su salvación al mundo.

• La salvación que el Señor Jesús ofrece a todos es universal, porque él murió en la Cruz y así hizo provisión de salvación para todos los que creen en él (Juan 3:16). Por ende, el muro de separación entre judíos y gentiles se volvió irrelevante.

• Jesucristo no solo derribó el muro que separaba a judíos de gentiles; también construye una nueva realidad, un nuevo templo de Dios, la iglesia, en donde judíos y gentiles, en pie de igualdad y plenamente unidos, constituyen el pueblo fiel de Dios.

COMENTARIO

Derribar ese muro

Algunos cristianos entienden erróneamente que, en Efesios 2:16, Pablo concibe la paz entre judíos y gentiles mediante la abolición de la ley mosaica. En consecuencia, estos cristianos consideran el Antiguo Testamento y la ley como irrelevantes para el cristianismo. Sin embargo, esta concepción no es solo un malentendido de la teología de Pablo, sino también una conclusión contraria a lo que Pablo escribió.

Es importante subrayar dos observaciones aquí. En primer lugar, el contexto inmediato de Efesios 2:16 efectivamente apunta a la idea de que los gentiles que querían unirse al pueblo de Dios se topaban con un muro que se los impedía. Este muro de separación era una tragedia, porque Dios había llamado a Israel a su gracia y le había dado la misión de proclamar esta gracia al mundo. Sin embargo, los israelitas confundieron este llamado a vivir la santidad, conferida por la gracia, con el aislacionismo y el elitismo. Por lo tanto, no cumplieron la misión que Dios les encomendó.

Algunos tienden a pensar que el problema de enemistad que aquí se describe lo generan únicamente los judíos para evitar que los gentiles accedan a Dios. La principal implicación de este enfoque es que el problema se resolvería si Jesús simplemente aboliera la ley judía y estableciera una nueva religión. Sin duda hubo mucha enemistad de los judíos contra los gentiles. Sin embargo, el Antiguo Testamento también da testimonio de la enemistad que los pueblos del mundo antiguo manifestada contra Israel y Judá.

No obstante, Pablo aquí no entabla un proyecto tradicional de reconciliación internacional entre dos grupos sobre la base de la identificación de intereses comunes, de compromisos mutuos ni de la decisión política de tolerancia mutua. Sí, es verdad que Pablo dice que la culpa es tanto de los judíos como de los gentiles, pero no dice que el problema principal de estos dos grupos de personas consista únicamente en su animosidad mutua o en no encontrar una forma de convivencia en el mundo. En el mismo contexto de Efesios 2:14, Pablo explica a los cristianos gentiles de Éfeso que habían estado “muertos en pecados” no por culpa de los judíos, sino por haber sucumbido a su propia naturaleza pecaminosa y a Satanás, y porque eran arrogantes y pensaban que sabían mejor cómo salvarse a sí mismos (Efe. 2:1-3; ver también Rom. 1:21-32).

El problema de los judíos, en cambio, no consistía en la presión ni en los ataques sufridos por parte de los gentiles; Dios les había prometido su protección si confiaban plenamente en él. El problema tampoco residía en el hecho de que los judíos, y no los gentiles, recibieron las promesas, los pactos, las leyes y las ordenanzas de Dios. Además, los judíos no se convirtieron en enemigos de los gentiles porque Dios se los ordenó. El problema de la animosidad entre judíos y gentiles consistía en otra cosa.

Pablo insiste en que el principal problema de su animosidad mutua es que ambos grupos pecaron y se rebelaron contra Dios por igual (Rom. 3:9-19). Mientras que el camino gentil a la salvación siempre fue por obras (o eso pensaban), los judíos recibieron la revelación de la salvación de Dios por gracia. Sin embargo, en la época de Jesús, la diferencia entre los judíos y los gentiles ya no era la gracia (judíos) versus las obras (gentiles). Ahora la discusión giraba en torno a las obras de quién lograrían la salvación. Mientras los gentiles pensaban que su iniciativa heroica, sus actos y su estilo de vida los ponían en el camino de la salvación de la humanidad, los judíos pensaban que eran ellos quienes estaban en el camino de la salvación (su salvación), porque mediante su estricta observancia de los preceptos cumplían la ley que Dios les había dado (Rom. 9:31, 32; 10:3).

Por ende, la animosidad era superficial y artificial: más allá de la verborragia, tanto judíos como gentiles eran una y la misma cosa: pecadores rebeldes contra la gracia de Dios (Rom. 1:21; 2:4, 5). Cada grupo sostenía que se salvaría por sus obras. Los judíos y los gentiles se peleaban por una religión de obras. En esencia, la religión judía se había vuelto de naturaleza gentil; por eso, Jesús, después de una larga reprimenda a los judíos por caer en el legalismo y malinterpretar las Escrituras (Mat. 23), tuvo que anunciar a los líderes que “la casa de ustedes queda desierta” (Mat. 23:38).

Dios había llamado a Israel con la intención de que fuese custodio y proclamador de la religión de la gracia al mundo. Este llamado de la gracia y a la gracia era la verdadera identidad y misión de Israel. Por esta razón, Pablo luchó ferozmente por mantener la gracia en la base misma de la religión cristiana. Sus epístolas a los gálatas (gentiles) y a los hebreos (judíos) son un apasionado llamado para que la cristiandad evite seguir a Israel en su más grave error.

En segundo lugar, y en consecuencia, la solución de Pablo a este problema crucial no fueron las negociaciones sociales ni políticas, en que la ley del Antiguo Testamento se vería comprometida en forma parcial o total para permitir que los gentiles se reconciliaran con los judíos. En cambio, Pablo exhortó a ambos grupos a abandonar sus posturas, arraigadas en su confianza en las obras, y a aceptar la gracia de Dios en Jesucristo. Cuando cada uno de estos grupos aceptara la gracia de Dios para reconciliarse con Dios, se encontrarían en la misma esfera unificada del Reino de Dios. Formarían parte del mismo pueblo de Dios, serían ciudadanos del mismo país y miembros de la misma familia (Efe. 2:19), la iglesia.

Por ende, la reconciliación horizontal de judíos y gentiles radica, primera- mente, en experimentar la expiación vertical. Esta expiación se logra con Cristo, quien se encarnó para “reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo mediante la cruz” (Efe. 2:16). Por lo tanto, la iglesia, ese espacio donde se hace la paz entre judíos y gentiles, no se construye sobre la abolición de la Ley de Dios, porque esa es la ley del amor y la gracia de Dios (Juan 14:15, Rom. 13:8-10).

Si Dios reconciliara a la humanidad consigo mismo abrogando su propia Ley, la sangre de Jesús y la Cruz no habrían sido necesarias. Todo el plan de salvación no habría sido necesario. Al contrario, Dios se reconcilió tanto con judíos como con gentiles al llamar a todos a volver a él y al salvar a todos mediante el mismo Cristo y el mismo Espíritu (Efe. 2:16, 18).

APLICACIÓN A LA VIDA

Después de miles de años de historia, la relación entre judíos y gentiles se ha vuelto irrelevante para muchas iglesias cristianas. Lo más probable es que la iglesia local o regional de tu clase esté compuesta principalmente por gentiles, y que ni siquiera estén pensando en los judíos. Sin embargo, al igual que los judíos, nosotros, como cristianos, podemos haber erigido nuestros propios mu- ros de separación entre nosotros, el pueblo de Dios y otros grupos, muros que mantienen a la gente alejada del evangelio. Pide a los alumnos que examinen si esos muros existen en su propia vida y en la vida de la iglesia. ¿De qué manera la iglesia podría posibilitar que esos muros se derriben por y en Cristo?

Algunos quizás interpreten que la caída del muro entre judíos y gentiles significa que ahora no debería haber diferencia entre la iglesia y el mundo y que la iglesia ahora podría vivir según los estándares del mundo. ¿Por qué no es bíblica esta actitud? Pide a los miembros de la clase que consideren por qué esa actitud es perjudicial para compartir el evangelio con todos. ¿Por qué el llamado a defender la santidad de Dios y mantener al pecado y un estilo de vida pecaminoso fuera de la iglesia es un llamado legítimo? Analicen.

Algunos cristianos pueden advertir que, ante todo, Dios mismo erigió el muro de separación entre judíos y gentiles, especialmente cuando ordenó a los israelitas que se separaran de los gentiles. A fin de cuentas, el mismo Jesús mencionó que Dios “rodeó [a Israel] de una cerca” (Mat. 21:33). Además, Dios prohibió terminantemente que los israelitas se casaran con personas de otras naciones (ver, por ejemplo, Deut. 7:1-6); hasta Pablo advierte acerca de casarse con incrédulos (2 Cor. 6:14). La mayor parte de la sociedad contemporánea parece proyectar una perspectiva más inclusiva y no discriminatoria sobre los matrimonios mixtos. Con estas observaciones en mente, ¿cómo explicarían los miembros de la clase la aseveración de Pablo de que Jesús derribó el muro entre judíos y gentiles, cuando la Biblia parece clara en cuanto a que finalmente fue Dios quien construyó el muro alrededor de Israel?

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