Lección 4 Edicion Maestros: “Del horno ardiente al palacio” Para el 25 de enero de 2020

Edición para maestros. Primer trimestre (enero-marzo) de 2020

“Del horno ardiente al palacio”

Lección 4: – Para el 25 de enero de 2020

 

RESEÑA

Texto Clave: Daniel 3:17, 18.

Enfoque del estudio: Daniel 3; Apocalipsis. 13:11-18; Éxodo 20:3-5; Deuteronomio 6:4; 1 Corintios 15:12-26; Hebreos 11.

Introducción: La experiencia histórica de los amigos de Daniel nos ofrece un ejemplo concreto de lo que es estar bajo presión por su lealtad a Dios.

Temática de la lección:

  1. La adoración. La cuestión fundamental en juego en esta historia es la adoración. Lo más probable es que Nabucodonosor no exigiera adoración exclusiva. Los tres jóvenes hebreos podrían seguir adorando a su Dios, Yahvéh. Si se hubieran inclinado ante la imagen, se habrían ahorrado problemas.
  2. La fidelidad. Las profundas convicciones de los tres jóvenes hebreos no les permitían realizar una demostración externa que contradijera su teología. Para ellos, determinadas acciones tenían consecuencias profundas.
  3. La liberación. Aunque los tres exiliados no tenían ninguna duda sobre la capacidad de Dios para salvarlos del fuego, no tenían la seguridad de que eso ocurriera. Esta incertidumbre está implícita en la expresión “si no” (Dan. 3:18). Por eso, preferían morir antes que transigir con su lealtad a Dios.

Aplicación a la vida: Todos enfrentamos circunstancias en la vida que exigen que adoptemos una postura firme y concluyente que muestre a las claras a quién pertenece nuestra lealtad suprema. La lección más importante que aprendemos del episodio del horno ardiente no es la liberación de los tres hebreos exiliados; el mensaje principal radica en el hecho de que el Señor los fortaleció (no le temían a la muerte) y estuvo con ellos en medio del fuego.

COMENTARIO

1. La adoración. Nabucodonosor parece haber entendido bastante bien el mensaje transmitido por la estatua de diferentes metales de su sueño. Él no quería ser solo la cabeza de oro. Quería que su reino fuera la estatua completa, de pies a cabeza. Para alcanzar este objetivo, intentó usurpar los atributos del Creador. Entonces, al hacer una imagen (hebreo: tselem), el rey imitó irónicamente el acto de Dios de crear a la humanidad a su imagen (tselem; Gén. 1:26, 27). Por eso Nabucodonosor, consumido por la arrogancia, construyó una imagen. Pero esa no fue una simple obra de arte; era un objeto de culto.

Y la acusación dirigida contra los tres exiliados era que no adoraban la imagen de oro ni servían a los dioses de Nabucodonosor (Dan. 3:12, 14). El plural “dioses” sugiere que la imagen puede haber sido una representación de los “dioses” babilonios, no solamente la de una sola deidad. Las medidas de la imagen (60 x 6 codos) recuerdan el sistema sexagesimal de Babilonia, a diferencia del sistema decimal que se aplicaba en Egipto. Además, las proporciones de la imagen (Dan. 10:1) indican que no seguía las proporciones normales de una figura humana (5:1 o 6:1). Por ende, a menos que fuese una figura que incluya un pedestal grande, tal vez tenía más aspecto a pilar o estela gigantesca, y solo haya sido parcialmente esculpida.

Al promover ese evento litúrgico, el rey quizá tuvo la intención de asegurarse la lealtad de los gobernadores, ministros y demás a la agenda y la ideología del imperio. En el mundo antiguo, la religión y la política estaban estrechamente entrelazadas. Por eso el patriotismo se expresaba mediante la adoración de los dioses nacionales. Por lo tanto, la negativa de los tres exiliados a adorar la imagen de oro no era solo un acto de disensión religiosa, sino un rechazo abierto de las pretensiones totalitarias de la ideología política y religiosa babilónicas. Los cautivos hebreos nunca le darían al imperio lo que le pertenecía solo a Dios.

2. La fidelidad. En una advertencia contra la idolatría, Moisés les recordó a los israelitas que “el único receptor digno de la adoración de Israel era el Dios que los había sacado del ‘horno de hierro, de Egipto’, para que pudieran ser su herencia (Deut. 4:20; comparar con 1 Rey. 8:51; Jer. 11:4). Moisés le imploró al pueblo que guardara el pacto y, nuevamente, que no se hiciera ningún tipo de ídolo. En este segundo recordatorio, Moisés mencionó que la razón por la que no debían sucumbir a la idolatría era porque su Dios “es fuego consumidor, Dios celoso” (Deut. 4:24). Al ver el futuro de Israel, Moisés le dijo al pueblo que si caían en la idolatría, Dios los expulsaría de la Tierra Prometida a tierras donde la idolatría estaba a la orden del día. Si el pueblo volvía a adorar y obedecer solo a Dios, Dios no los abandonaría ni destruiría. Recordaría su pacto. Dios los había salvado del horno de la esclavitud egipcia para hacerlos suyos. A cambio, exigía su adoración fiel y exclusiva” (Widder, Daniel, p. 65).

Los cautivos hebreos no aprovecharon la oportunidad para racionalizar su compromiso con el verdadero Dios. Simplemente podrían haber racionalizado su decisión para evitar una confrontación con el rey: “Inclinémonos ante esta imagen, pero en nuestro corazón permaneceremos fieles a Dios. ¡A quién le importa si nos inclinamos!” Pero ellos no actuaron de esa manera. Cabe mencionar que en el entorno politeísta del antiguo Cercano Oriente, ninguna deidad exigía lealtad exclusiva. Alguien podría ser devoto de Marduk y también adorar, por ejemplo, a Ishtar. Antes del exilio, muchos israelitas cayeron en esta trampa. Adoraban al Señor, pero, al mismo tiempo, sacrificaban a Baal y otras deidades que suponían que les eran más útiles en ciertos aspectos de la vida. Solo el Dios del pacto de los hebreos exigía exclusividad de sus adoradores (Éxo. 20:3-5; Deut. 6:4); y los cautivos hebreos estuvieron a la altura de esta demanda.

3. La liberación. La liberación de los tres exiliados hebreos no obedece a la buena voluntad del rey. Fue una intervención sobrenatural de Dios. El hecho de que el horno se haya calentado “siete veces” más (Dan. 3:19) puede ser una forma figurativa de enfatizar el calor máximo. Lo más probable es que el rey quisiera asegurarse de que nadie escaparía a ese calor. Si un fuego bajo prolongaría la duración de su castigo y su tortura, un fuego más intenso debería matarlos de inmediato. Parece que Nabucodonosor se propuso hacer de su ejecución una exhibición pública del costo de impugnar su autoridad. Curiosamente, Jeremías menciona a dos falsos profetas que Nabucodonosor “asó al fuego” (Jer. 29:21, 22).

Aunque los tres judíos creían firmemente que Dios podía protegerlos, también sabían que Dios no siempre lo hacía (Dan. 3:17, 18). “Los lamentos entre los Salmos dan testimonio de esto. En [Salmos] 7:21 y 23; 8:24; 11:32 al 35 queda en claro que hay momentos en que los fieles de Dios son llamados a soportar sufrimientos, y a veces incluso el martirio. En respuesta a la aparente injusticia de esto, y a la aparente impugnación de la fidelidad de Dios para con su pueblo o su soberanía, llega la promesa de la resurrección […] y el juicio ([Dan.] 12:1-4). La muerte no es una barrera ni para la fidelidad de Dios ni para su soberanía” (Lucas, “Daniel”, p. 235).

Un aspecto que merece un comentario es la llamativa ausencia de Daniel. Los comentaristas cristianos y el Talmud han presentado varias hipótesis en cuanto a la razón de su ausencia: (1) Daniel estaba en viaje de negocios; (2) tenía permiso del rey para retirarse; (3) gozaba de tan alta estima por parte de Nabucodonosor que nadie se atrevió a quejarse de él; (4) quizá no se requería su presencia; (5) puede haber estado enfermo; (6) Daniel ya no era parte del gobierno; (7) Daniel estaba presente y se inclinó brevemente ante la imagen, pero el Señor no permitió que su nombre aparezca aquí debido a su fidelidad posterior; (8) Dios mantuvo alejado a Daniel para que la gente no dijera “que fueron liberados por sus méritos”; (9) Daniel evitó la escena para impedir que se cumpliera la profecía de que “las esculturas de sus dioses quemarás en el fuego” (Deut. 7:25); (10) Nabucodonosor “permite que Daniel se vaya, no sea que la gente diga que quemó a su dios en fuego” (resumen de Steveson, Daniel, p. 56).
Aunque algunas opciones pueden parecer más razonables que otras, el hecho es que no sabemos dónde estuvo Daniel durante ese tiempo. Pero sobre la base del carácter de Daniel como se muestra en las Escrituras, podemos estar seguros de que Daniel no adoró ni estuvo presente en la ceremonia.

 

 APLICACIÓN A LA VIDA

  1. Al igual que los tres exiliados hebreos, Mardoqueo también se negó a inclinarse ante Amán (Est. 3:1-5). En ambos casos, el Señor liberó a sus siervos. Sin embargo, esto no siempre sucede. Isaías y Juan el Bautista sellaron su fe con su propia vida. A la luz de estos resultados, ¿te sientes preparado para cosechar las consecuencias desagradables de tus convicciones legítimas? ¿Por qué?
  2. Las experiencias previas de los exiliados, tanto en lo que respecta a la comida del rey (Dan. 1) como a la interpretación del sueño de Nabucodonosor (cap. 2), de alguna manera prepararon a los exiliados para enfrentar la prueba de fuego. ¿Qué pruebas y experiencias anteriores has tenido que te prepararon para desafíos más grandes en el futuro?
  3. La lección de esta semana puede propiciar un autoexamen. Pide a los miembros de la clase que reflexionen sobre lo siguiente:
    1. ¿Cuáles son algunas cosas que ahora, hoy, nos vemos tentados a adorar? ¿Cómo quedamos atrapados, incluso como cristianos, de forma lenta pero segura, en la adoración de algo que no sea Dios?
    2. ¿Dónde trazas la línea entre el compromiso inquebrantable con el Señor y el fanatismo?
    3. En cuanto a tu relación con quienes aún no conocen al Señor, ¿hay lugar para la avenencia? Si es así, ¿de qué manera y bajo qué circunstancias? ¿Con qué cosas podemos o debemos transigir? ¿Cómo podemos saber si estamos transigiendo o simplemente siendo prudentes?
    4. ¿Arriesgarías la vida por negarte a hacer un acto muy sencillo? Si tu respuesta es no, ¿por qué no podrías avenirte externamente mientras que internamente sientes reservas de tipo moral?
    5. ¿Qué es mejor, morir por la verdad o evitar las crisis y seguir viviendo para dar testimonio? Explica.
Radio Adventista
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