Lección 3 Edición Maestros – La luz brilla en la oscuridad – Sábado 20 Abril 2024

EL SÁBADO ENSEÑARÉ

Introducción:

Esta semana, veremos la manera en que la iglesia apostólica (y posapostólica) entra en el gran conflicto entre Dios y Satanás. Esta iglesia, que nació de Jesús, se unió a su causa en el Gran Conflicto. Sin embargo, pronto enfrentaría la misma tentación de Adán y de Eva: dudar de la Palabra de Jesús y desear una concesión entre la autoridad de sus mandamientos y las doctrinas engañosas de Satanás.

La lección de esta semana enfatiza que el Gran Conflicto se compone de dos bandos desiguales e irreconciliables. Desiguales porque un bando depende de Dios, que es Eterno, mientras que el otro grupo se encuentra dominado por el diablo y el mal, que tienen un principio y, por lo tanto, tendrán un final. El pecado es una aberración temporal que, aunque afecta a todo el universo, será extinguido por nuestro Dios todopoderoso, quien es todo amor y todo justicia. Asimismo son irreconciliables porque Dios y Satanás, el bien y el mal, simplemente no pueden coexistir para siempre.

La Biblia describe el Gran Conflicto como un conflicto entre dos fuerzas radicalmente opuestas, como la luz contra las tinieblas o la verdad contra la mentira. El Enemigo busca destruir lo que es bueno o lo que proviene de Dios. Por eso, el diablo ha estado trabajando continuamente para intentar que la iglesia comprometa la verdad. Lamentablemente, la iglesia cayó en ese conformismo, tal como lo hicieron los primeros padres de la humanidad. Los efectos de este conformismo se ven y se sienten hasta el día de hoy. Sin embargo, Dios, que es la Fuente de la verdad y la luz, nunca transigirá. La confianza en Dios y la fidelidad a la verdad, tal como se revelan en Jesús por medio de las Escrituras, salvaguardarán a la iglesia de comprometer la verdad y evitarán que seamos presa del diablo.

 

Temática de la lección:

La lección de esta semana destaca cuatro temas principales:

1. Al describir el Gran Conflicto, la Biblia utiliza términos diametralmente opuestos, como luz y tinieblas, para destacar el hecho de que Dios y su pueblo de ninguna manera pueden llegar a un compromiso entre la verdad y el error o la falsedad.

2. Desde los primeros días del ministerio de Jesús y en la obra posterior de sus apóstoles, el diablo presionó implacablemente a la iglesia para que cayera en el error o, como mínimo, para que transigiera con la verdad de Dios.

3. Sin embargo, comprometer la verdad equivale a traicionar a Dios y destruir la verdad misma. En última instancia, esta avenencia supone ponerse del lado de Satanás.

4. La única manera en que la iglesia puede salir victoriosa en el Gran Conflicto es permaneciendo fiel a la revelación divina en Jesucristo y a la Santa Palabra de Dios.

 

COMENTARIO

Compromiso

En diversos contextos sociales, como la vida familiar y la política, comprometer los principios se considera aceptable y, en muchas situaciones, incluso deseable.

Generalmente, la palabra “compromiso” se refiere a llegar a un acuerdo, a un punto medio, mediante concesiones mutuas. La clave de ese acuerdo reside en la “concesión”: cada parte debe ceder algo para que ambas o todas las partes puedan seguir coexistiendo o viviendo juntas. En algunos casos, cada parte hace concesiones porque ninguna tiene fuerza para convencer, o vencer, y controlar a la otra por la fuerza. En otros casos, las partes transigen simplemente porque quieren convivir pacíficamente como vecinos, o como familia, en el amor o el respeto mutuo.

En el contexto de esta última perspectiva, el compromiso tiene sin duda una connotación positiva, pues aparece como una solución al conflicto y como una oportunidad para la coexistencia pacífica. Este tipo de compromisos son habituales en nuestra vida cotidiana e implican negociación o tolerancia.

Sin embargo, en general, el compromiso se percibe como un fenómeno negativo, que implica la pérdida de un valor, principio, verdad o cualidad esenciales. Comprometer la medicina, el sistema inmunitario, la identidad nacional, la educación, la moralidad, la reputación, la cosecha o la posición militar es indeseable e inaceptable, porque todas esas cuestiones amenazan nuestra propia forma de vida o existencia.

¿Y Dios? ¿No podría transigir con los ángeles rebeldes o con los seres humanos caídos para evitar la guerra en el Cielo y permitir que todos coexistieran pacíficamente? ¿No podría, al menos, tolerar a la parte contraria? Si la parte contraria quisiera independencia o autonomía, ¿no podría Dios conceder esta petición? ¿No podría simplemente dar a los rebeldes una región en algún rincón del universo donde pudieran vivir por sí mismos en lugar de ser exterminados?

La respuesta es compleja. Sin embargo, algunos argumentos pueden ayudar a dilucidarla.

 

Dios no transige

En primer lugar, hay una diferencia cualitativa entre nuestras negociaciones cotidianas y la transigencia que Lucifer deseaba alcanzar. Dios nos creó con toda la libertad necesaria para expresarnos e interactuar con los demás, con amor y justicia. Sin embargo, hay algunas limitaciones físicas y morales que no pueden verse comprometidas, porque constituyen el fundamento mismo de nuestra existencia. Este fundamento está compuesto por las verdades de que Dios es nuestro Creador, nuestro Proveedor, nuestro Legislador (y como tal, revela cómo debemos vivir para ser felices) y nuestro Rey. Dios es la Fuente de la vida. Simplemente, no podemos existir sin él. Lucifer quiso cambiar este fundamento. Desafió el carácter, el estatus y la autoridad de Dios, y afirmó que los seres humanos son dioses (Gén. 3:4), que tienen existencia propia y que pueden crear sus propios significados y normas para la vida y la felicidad.

En segundo lugar, y estrechamente relacionada con el aspecto anterior, está la naturaleza del pecado. El pecado no es simplemente tener una opinión disidente, sino que es la rebelión y el rechazo consciente y deliberado de Dios, nuestro único Creador, Proveedor, Legislador y Rey. El pecado no puede tolerar la existencia de un Dios así; más bien, su impulso fundamental es derribar a este Dios de su Trono y autoproclamarse rey. Sin embargo, si Lucifer fuera reconocido como dios, ¿qué sería del universo? ¿Puede sobrevivir sin su Creador y Proveedor? ¿Puede existir sin la Fuente de la vida y la Norma de la felicidad y la moralidad? ¿Pueden los ángeles y los seres humanos vivir sin Dios? El triunfo del diablo implica el fin del universo.

Imaginemos por un momento que somos Adán y Eva. Nos encontramos en un escenario en el que Satanás y Dios nos explican sus posiciones antes de la caída en el pecado. Satanás afirma que Dios nos miente, que somos autónomos, que somos dioses y que somos inmortales. Además, afirma que podemos rechazar las afirmaciones de Dios y que no moriremos (Gén. 3:4), porque en nuestro interior contenemos vida original y no derivada. Además, Satanás acusa a Dios de utilizar su pretensión de ser la Fuente y la Norma de la vida para controlarnos a todos; esta pretensión divina, para Satanás, es dictadura, autocracia, abuso, engaño e injusticia. Por eso, Satanás nos llama a liberarnos de las “mentiras” y los “abusos” de Dios y a experimentar una nueva conciencia y autonomía en la que descubramos y disfrutemos de nuestro infinito y eterno potencial divino. Pero ¿no son solo alegaciones y especulaciones? ¿No corremos el riesgo de morir o desaparecer de la existencia si nos desconectamos de Dios? ¿Merece la pena intentarlo, solo para demostrar empíricamente una teoría? Lucifer ciertamente pensó que valía la pena correr el riesgo.

Por otro lado, Dios nos dice que él es el único Creador y Proveedor y que, por ende, no podemos existir sin él. Nos dice que, si no le creemos, si lo rechazamos a él y sus afirmaciones, nos desconectaremos de él, la Fuente de la vida, y moriremos; es decir, desapareceremos de la existencia. Dios nos explica que este resultado no es una mera especulación, sino un hecho, porque él es nuestro Creador. No nos creamos a nosotros mismos y no somos eternos. Este hecho, por sí solo, basado en su palabra, debe ser suficiente para que le creamos. Sin embargo, Dios señala que sus afirmaciones también se evidencian en nuestra vida pasada y presente: es decir, mientras creamos en él y vivamos con él, seremos felices. Todo el universo había funcionado bien y nadie había muerto. Dios nos explica, además, que no puede transigir, no solamente porque tiene razón, sino porque, si renunciara a su Trono, todos nosotros y el universo entero desapareceríamos de la existencia, porque él es el único Proveedor o Sustentador de la existencia y de la vida. Por esta razón, Dios nos llama a creerle, a confiar en él, a permanecer en él y a vivir felices con él para siempre.

 

Si fueras testigo de un debate así, ¿a quién le habrías creído?

En tercer lugar, por desgracia para la humanidad, nuestros padres primigenios aceptaron las especulaciones de Lucifer. ¿Valía la pena correr el riesgo? No. La decisión de nuestros primeros padres se convirtió en una tragedia para ellos y para toda la raza humana. Además, esta conclusión no es una mera especulación, sino que se basa en pruebas históricas y empíricas. En lugar de sentirse como dioses y de vivir para siempre tras desobedecer la Ley de Dios, la humanidad se sintió vacía, desnuda, llena de vergüenza, con el corazón y las relaciones rotas (Gén. 3:7, 8). Además, la raza humana empezó a sufrir y a morir. Sin embargo, Lucifer no detuvo sus especulaciones contra el gobierno de Dios. Sostuvo que, como Adán y Eva no murieron inmediata mente después de desobedecer a Dios, su teoría era supuestamente correcta. Somos inmortales, afirmaba ahora, porque tenemos un alma inmortal que, tras la muerte, pasa a una esfera espiritual, etérea. Trágicamente, la mayoría de la gente ha caído en la trampa de creer esa falsedad. Además, Lucifer comenzó ahora a pedir a Dios y a la humanidad que aceptaran la realidad de la existencia del pecado y la muerte como la nueva normalidad. En las muchas religiones no bíblicas que han prevalecido a lo largo de la historia humana, Satanás se ha propuesto redefinir y reinterpretar el sufrimiento y la muerte para evitar su omnipresencia, que socava constantemente sus mentirosas afirmaciones.

En cuarto lugar, Dios se mantuvo fiel a sí mismo. Explicó que Adán y Eva siguieron vivos después de rechazarlo, no porque Satanás tuviera razón en su afirmación de que somos inmortales, sino porque Dios, en su amor eterno por la humanidad, tenía un plan de salvación, que comenzó a funcionar tan pronto como los seres humanos cayeron en el pecado. Según este plan, Dios nos dio una nueva oportunidad de elegir ser salvos, vivir y permanecer con él. Pero esta nueva oportunidad y la salvación no fueron producto de las concesiones, sino que surge del sacrificio de Dios. No nos sacrificó a nosotros, sino que sacrificó su propia vida y prefirió morir en nuestro lugar para defender su verdad, manifestar su amor y su justicia, y salvarnos de la culpa y del poder del pecado. Además, no transigió porque conocía las consecuencias de transigir: el sufrimiento, la miseria y la muerte de toda la humanidad y del universo.

Por las mismas razones, el verdadero pueblo de Dios no hace concesiones. Es cierto que el cristianismo tradicional transigió con la revelación de la verdad de Dios en las Escrituras. No obstante, Dios obró para restaurar su verdad con el fin de salvar a tantos como fuera posible. Por esta razón, su fiel iglesia remanente colabora de buen grado con él para ayudar a difundir su verdad al reflejar su luz.

 

APLICACIÓN A LA VIDA

¿A qué criterio o criterios apela tu cultura para determinar qué es la verdad? ¿Cuáles son las fuentes de la verdad en tu sociedad, religión o cultura? ¿En qué medida consideran tu sociedad o tu cultura que la Biblia es la fuente de la verdad con respecto al origen, el significado, la dirección y el destino de nuestro mundo?

1. ¿De qué manera puedes compartir nuestra interpretación adventista de las Escrituras como la fuente fidedigna de la verdad? ¿Cómo nos ayuda esta interpretación de las Escrituras a desarrollar la visión correcta del mundo y el camino a la salvación?

2. Examina tu vida: ¿crees que hay aspectos de ella que son el resultado de comprometer la verdad de Dios? En caso afirmativo, ¿cuáles son? ¿Qué puedes hacer para remediar esta situación?

 

RESEÑA

Texto clave: Juan 3:14, 15.

Enfoque del estudio: Juan 14:6; Judas 1:3, 4; Apocalipsis 2:10; 1 Juan 1:7; Juan 3:14, 15; Hebreos 11:6; Hechos 4:12; Mateo 10:18-20; Apocalipsis 1:9

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