RESEÑA
Texto clave: Efesios 6:16, 17 Enfoque del estudio: Efesios 6:10-20; 1 Pedro 4:1; 5:8; Isaías 59:17; 52:8-10; 1 Tesalonicenses 5:16-18.
Introducción:
Al enumerar y describir la armadura de Dios como elementos individuales (cinturón, coraza, calzado, escudo, yelmo, espada), Pablo no pretende representar a un guerrero solitario. Al contrario, en griego, utiliza los verbos en segunda persona del plural para dirigirse a todo un ejército: (1) fortalézcanse (plural; Efe. 6:10); (2) vístanse (plural) de toda la armadura de Dios (Efe. 6:11); (3) para que puedan (plural) estar firmes (Efe. 6:11); (4) porque no tenemos (obviamente, plural aquí) lucha contra sangre y carne (Efe. 6:12); (5) vístanse (plural) de toda la armadura (Efe. 6:13); (6) Estén (plural), pues, firmes. Sin ir más lejos, todos, o la mayoría, de los demás verbos que Pablo utiliza aquí para dirigirse a la iglesia están en plural. Mediante el uso del plural, entonces, Pablo pinta ante nuestros ojos el glorioso ejército de valientes soldados de Dios totalmente equipados para su misión. Pero ¿cuál es la misión de este ejército? Está armado y dispuesto a proclamar ante el universo un mensaje de Dios, el mensaje de que Dios trae paz al universo, a la gente en la Tierra, paz entre las naciones, paz en las comunidades, en las familias, entre generaciones y clases. Pero esta paz no es una paz lograda por compromiso o sincretismo, en la que todas las partes en conflicto se aseguran la aceptación de un fragmento de su propia cosmovisión, valores o proyectos. Más bien, Dios trajo paz al revelar su amor y justicia en la Cruz, y así ganar la batalla contra sus acusadores y enemigos. Cuando la gente acepta lo que el Señor Jesús logró en la Cruz, Dios la bendice alegremente con la justicia de Cristo. Es esta rectitud y amor lo que produce paz entre los seres humanos y Dios, entre la gente y al universo entero. Es esta paz la que proclaman los cristianos. La historia de las naciones, de las religiones, de la cultura, de la filosofía, de la psicología y de la ciencia ha demostrado que no hay otro camino para alcanzar la paz. Debido a que los mismos cristianos han experimentado esta paz personalmente, en sus familias, en las comunidades y en la iglesia, ahora pueden proclamarla a toda la humanidad, de hecho, a todo el universo.
Temática de la lección:
El estudio de esta semana se centra en cuatro temas relacionados:
• La iglesia interviene en el conflicto cósmico con la misión de proclamar el evangelio de la paz.
• No luchamos en solitario en esta batalla: peleamos “en el Señor” y con su armadura.
• No libramos esta batalla como guerreros solitarios, sino como el ejército de Dios, el pueblo de Dios.
• No estamos librando una batalla incierta e indefinida, sino una batalla que ya tiene un resultado asegurado: en la Cruz, Dios ganó la victoria sobre el pecado, el mal, la muerte y Satanás.
COMENTARIO
Guerra y paz
Pablo inicia el fragmento de Efesios 6:10 al 17 con una triple referencia al poder (Efes. 6:10), con tres palabras diferentes: el verbo endunamoó, “fortalézcanse”, y dos sustantivos, kratos, “fuerza” o “poder”, e ischus, “fuerza”, “poder”, “fuerza” o “habilidad”. El apóstol usó las mismas palabras, las tres en forma de sustantivo, al principio de su carta (Efe. 1:19-21) para describir la grandeza y el poder de Dios, según se revela en Cristo. Ahora, al final de su carta (Efe. 6), Pablo les dice a los efesios que este poder está disponible para ellos. El apóstol apela al tema del poder porque está introduciendo el tema del conflicto, la guerra, la lucha y la superación.
Desafortunadamente, la vida cristiana está íntimamente relacionada con la lucha y la superación. Es cierto que todas las religiones, filosofías, ciencias, la literatura y la historia (a decir verdad, todas las narrativas como el evolucionismo, el marxismo, el nazismo) perciben y describen la vida como una lucha, como un conflicto. Por cierto, cualquiera que desee “vender” una historia necesita trazarla sobre el conflicto y la lucha. En esas historias, el protagonista, o héroe, lucha contra algo o alguien: por ejemplo, un protagonista lucha contra un superpoder, otro héroe lucha para superar un agujero negro, un tercer héroe lucha contra una enfermedad incurable.
Pero la lucha del cristiano, explica Pablo, es contra las “artimañas del diablo” (Efe. 6:11). La guerra que describe no es “contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de este mundo de tinieblas, contra malos espíritus de los aires” (Efe. 6:12; ver también Efe. 1:19-21; 2:6; 3:10). Esta batalla espiritual en los “aires” tiene repercusiones directas y cruciales en nuestra vida. Participamos directamente en esta guerra y debemos elegir un bando. Sin embargo, a lo largo de toda la epístola, Pablo explica que no formamos parte de esta guerra simplemente porque hay dos superpotencias que están peleando y somos víctimas colaterales inocentes, enredadas o atrapadas en esta batalla en contra de nuestra voluntad.
En realidad, es al revés. Es Dios quien se enredó en esta lucha por nosotros. Fuimos nosotros quienes nos pusimos del lado de las fuerzas de las tinieblas para luchar contra Dios. En lugar de destruirnos, Dios se ofreció a luchar por nuestra salvación. Él tomó nuestra culpa y pecado sobre sí mismo, murió en nuestro lugar para poder traernos paz, para poder restaurarnos a nuestro estado legítimo en su Reino. Por eso, cuando nos hacemos cristianos, aceptamos el ofrecimiento de paz de Dios, aceptamos su llamado a experimentarla, y queremos compartirla con las demás personas del mundo que todavía están en guerra con Dios. No nos unimos a Cristo a partir de una posición de neutralidad sino desde las filas de los enemigos de Dios. Cuando nos unamos al ejército de Cristo, seremos atacados por el diablo y por todas las otras fuerzas del mal que también están obrando en nosotros. Para este asalto, necesitamos la armadura de Dios y el arma de proclamar su evangelio de paz. Considera esta perspectiva profunda de Elena de White:
“Muchos consideran este conflicto entre Cristo y Satanás como si no tuviese una importancia especial para su propia vida; y para ellos tiene poco interés. Pero esta controversia se repite en el dominio de todo corazón humano. Nunca sale uno de las filas del mal para entrar en el servicio de Dios sin arrostrar los asaltos de Satanás. Las seducciones que Cristo resistió son las mismas que nosotros encontramos tan difíciles de resistir. Le fueron infligidas en un grado tanto mayor cuanto más elevado es su carácter que el nuestro. Llevando sobre sí el terrible peso de los pecados del mundo, Cristo resistió la prueba del apetito, del amor al mundo y del amor a la ostentación que conduce a la presunción. Estas fueron las tentaciones que vencieron a Adán y a Eva, y que tan fácilmente nos vencen a nosotros” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 91).
El conflicto de los siglos
En su extensa obra, Systematic Theology, Norman Gulley destaca que la teología cristiana generalmente ha pasado por alto el tema del conflicto cósmico o el Gran Conflicto. (Ver N. Gulley, Systematic Theology: The Church and the Last Things, [Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 2016] t. 4, p. 478). Mientras que para otros cristianos el Gran Conflicto (el conflicto cósmico espiritual entre Dios y las fuerzas malignas de Satanás) es uno de los detalles más relacionados con la teodicea, para Elena de White y los adventistas del séptimo día, el Gran Conflicto es la doctrina general que integra todas las demás doctrinas, no solo de manera sistemática sino también histórica. Para los adventistas del séptimo día, el tema del Gran Conflicto no es solo un sistema de doctrinas sino una historia, la historia de Dios. Es la historia de su acto amoroso de Creación; de nuestra rebelión contra él; de su amor sacrificial por nosotros; de su intervención directa en la historia de nuestro mundo, mediante la encarnación; de su muerte en la Cruz, su resurrección y su ascensión; de su deseo y obra para restaurar nuestra relación con él; de su restauración de la unidad y el amor en la humanidad por medio de la iglesia; de sus promesas de poner fin a la historia del pecado y del mal; y de su promesa de llevarnos a su gozo y paz eternos. Por esta razón, los adventistas del séptimo día han articulado el tema del Gran Conflicto como la creencia fundamental Nº 8, votada por la Asociación General en 1980 (ver Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, p. 135).
Herbert E. Douglass explica en forma hábil y rica el papel que desempeña el tema del Gran Conflicto en la teología adventista del séptimo día: “Para los adventistas del séptimo día, el Gran Conflicto es el concepto central que brinda coherencia a todos los temas bíblicos. Trasciende las antiguas divisiones que han fracturado a la iglesia cristiana durante siglos. Trae paz a los adversarios teológicos que de repente ven con una armonía renovada las verdades que cada uno había estado defendiendo vigorosamente. Aquí radica la singularidad del adventismo. Esa unicidad no es un elemento particular de su teología, como la doctrina del Santuario. Más bien, el carácter distintivo del adventismo se basa en su comprensión general del mensaje central de la Biblia que se rige por su principio rector seminal: el tema del Conflicto de los Siglos” (“The Great Controversy Theme: What It Means to Adventists”, Ministry, diciembre de 2000, p. 5).
APLICACIÓN A LA VIDA
Pide a tus alumnos que lean y analicen las siguientes preguntas en clase:
¿Cuáles son algunas de las formas en que el lenguaje se militariza en la vida cotidiana? Piensen, también, en el lenguaje ostensiblemente “combativo” que emplean algunos de nuestros himnos, poemas y pasajes de lectura de la Biblia. Como adventistas del séptimo día, tenemos muy en claro que aplicamos ese lenguaje y expresiones en sentido espiritual. Sin embargo, este lenguaje puede ser malinterpretado por quienes nos rodean, quienes consideran que el cristianismo en general, y el adventismo del séptimo día en particular, es una religión de paz. ¿Cómo podemos mantener la ética bíblica de luchar contra las fuerzas espirituales del mal en el marco del Gran Conflicto, mientras ayudamos a nuestros amigos y a la comunidad a comprender que nuestra iglesia es una comunidad del amor, la gracia y la paz de Dios? Analicen la respuesta no solo con la clase de Escuela Sabática sino también con la iglesia.
Imagina que tu iglesia está invitada a participar en proyectos de promoción de la paz en tu comunidad, región o país. ¿De qué manera tu iglesia puede participar de esos proyectos? ¿Cómo puede tu iglesia asegurarse de que su participación no sea política, sino basada en las enseñanzas de Jesús y de los apóstoles en el contexto de los temas bíblicos del Gran Conflicto y el evangelio?