Lección 13 Edicion Maestros: “Cómo vivir de acuerdo con la Palabra de Dios” Para el 27 de junio de 2020

Edición para maestros. Segundo trimestre (abril-junio) de 2020

“Cómo vivir de acuerdo con la Palabra de Dios”

Lección 13: – Para el 27 de junio de 2020

 

RESEÑA

Texto Clave: Santiago 1:22; Lucas 4:4, 8, 10–12; Juan 5:46, 47; 1 Corintios 2:12–14; Filipenses 2:13; Salmos 37:7; 46:10; 62:1, 2, 5; 119:11.

Este trimestre hemos estudiado varios principios de interpretación bíblica. Pero los mejores principios hermenéuticos no servirán de nada si no conducen a una práctica gozosa del mensaje bíblico. La exposición de la Escritura no es solo un ejercicio intelectual. El objetivo de cualquier estudio de la Biblia es más que adquirir conocimiento mental. Si se hace correctamente, conducirá a la obediencia del corazón. Es una obediencia que es más profunda y más significativa que la simple conformidad externa. Conducirá a una alegre fidelidad a la voluntad de Dios. Las verdades de las Escrituras son para ser vividas, no solo para ser creídas. Esa respuesta al mensaje bíblico es posible solo a través de la obra transformadora del Espíritu Santo que trae las palabras de las Escrituras a una nueva vida. Él enciende en nosotros el deseo de abrazar las verdades de las Escrituras y seguirlas con corazón y mente. El mejor ejemplo de esta respuesta a las Escrituras se encuentra en Jesucristo, quien nos ha mostrado cómo relacionarnos con la Palabra de Dios e implementarla en nuestra vida. Jesús nunca anuló las Escrituras. Es más, constantemente señaló a las Escrituras como la norma autoritativa incluso para sus palabras. Jesús también nos dio el ejemplo para que dediquemos momentos a estar tranquilos y a solas con la Palabra de Dios. Esta disciplina es algo que tenemos que recuperar intencionalmente en nuestro mundo agitado. También podemos cumplir la Escritura cuando la memorizamos. A menudo, al entonar las palabras de la Escritura, estas se graban firmemente en nuestra mente y corazón, y nos anima.

COMENTARIO

La Palabra viva de Dios y el Espíritu Santo

La Biblia deja en claro que el hombre en su estado pecaminoso y caído es espiritualmente ciego y no acepta las cosas de Dios, porque son locura para él. Ni siquiera puede entenderlas, porque necesitan discernirse espiritualmente (1 Cor. 2:14). Incluso si llegásemos a entender claramente el significado de las palabras de las Escrituras, no tendríamos ningún deseo de seguirlas sin la obra transformadora del Espíritu Santo en nuestro corazón. El Espíritu Santo inspiró a los autores bíblicos a escribir la verdad que Dios les reveló (ver 2 Ped. 1:19–21; 2 Tim. 3:16). Pero no alcanza con tener la inspirada Palabra de Dios. También debemos interiorizar, aplicar e implementar la Palabra de Dios en nuestra vida. Sin el Espíritu Santo, no apreciaremos el mensaje divino ni desearemos obedecerlo. Sin el Espíritu Santo, no evidenciaremos fe, esperanza ni amor en respuesta a la Palabra de Dios. El Espíritu Santo nos permite ver el significado espiritual y existencial de la Escritura para nuestra vida (ver 1 Cor. 2:12, 14, 15; Efe. 1:17–19; Sal. 119:8).

El Espíritu Santo continúa hablando a las personas a través de la Biblia hoy, haciendo que la Palabra escrita de Dios cobre vida. Por lo tanto, la letra muerta del libro bíblico se convierte en la Palabra viva de Dios que es más filosa que una espada de dos filos (Heb. 4:12), ya que atraviesa nuestro ser más íntimo y transforma nuestra vida a la luz de las Escrituras. Varios pasajes bíblicos señalan que la tarea del Espíritu Santo es hacer de Jesucristo el centro de atención, exaltar al Hijo de Dios y lo que ha hecho por nosotros (ver Juan 15:26; 1 Juan 4:2, 3).

¿Alguna vez recibiste ayuda del Espíritu Santo para guiarte alegremente a obedecer las palabras de las Escrituras en tu vida?

Aprendiendo de Jesús

Al aceptar que la Biblia es confiable y verdadera, el Espíritu nos guía a aceptar la Palabra viva de Dios, Jesucristo, como nuestro Salvador y Señor personal, y como nuestro más elevado ejemplo a emular. Podemos aprender mucho de la forma en que Jesús usó las Escrituras. Él estaba íntimamente familiarizado con todo lo que las Escrituras tenían que decir y pudo citar las palabras exactas de las Escrituras cuando fue tentado por el diablo (Mat 4:4, 7, 10). Su familiaridad con la Escritura lo protegió de ser engañado por el uso selectivo de los pasajes de la Biblia. Conocía toda la Escritura, y para él la Escritura no podía ser quebrantada (Juan 10:35). Toda la Escritura era santa para él. Por lo tanto, Jesús se refirió repetidas veces a la Escritura y a lo que está escrito (ver Luc. 24:45, 46; Mat. 11:10; Juan 6:45; 7:38).

¿De qué manera el ejemplo de Jesús te inspira a conocer mejor el texto bíblico? ¿Cómo puedes familiarizarte más con la Biblia? ¿En qué aspectos necesitas hacer de la Biblia la norma para tu vida y seguirla fielmente?

¿Jesús versus las Escrituras?

Una de las cosas que a menudo escuchamos hoy es una supuesta dicotomía entre “el evangelio y la doctrina”. Puede sonar extraño sugerir una contradicción e incluso un antagonismo entre Jesús y la Biblia. Pero en la historia de la iglesia ha habido repetidos intentos de enfrentar a Cristo con las Escrituras y elevar a Cristo como la norma de interpretación sobre lo que dice la Biblia. En última instancia, algunos incluso usan a Cristo para juzgar las Escrituras y hacer que algunos pasajes sean nulos y carezcan de valor. Quizás el ejemplo más famoso se encuentra en el conocido principio de Martín Lutero por el cual juzgó la Escritura: “Todos los libros sagrados auténticos concuerdan en esto: que todos ellos predican e inculcan [treiben] a Cristo. Y esa es la verdadera prueba por la cual juzgar todos los libros, cuando vemos que inculcan a Cristo” (M. Lutero, Luther’s Works, p. 396).

Por consiguiente, la Escritura debe interpretarse a favor de Cristo, no en contra de él. Según Lutero, Cristo y las Escrituras pueden enfrentarse entre sí, porque Lutero consideraba que la personificación de la Palabra (Cristo) estaba por encima de la palabra hablada (el evangelio) y la Palabra escrita (la Escritura). Este criterio implicaba que, si bien la Escritura es la reina, ¡Cristo es Rey, incluso por encima de la Escritura! Si un pasaje de la Escritura parece estar en conflicto con la visión que Lutero tenía de Cristo, su interpretación cristocéntrica se convierte en una crítica de la Escritura centrada en los evangelios, donde se critica el contenido de la Escritura en el nombre de Cristo. En consecuencia, el método cristológico de Lutero se convirtió en una herramienta de crítica teológica de las Escrituras. Esta distinción y clasificación lleva a un canon dentro del canon, donde Cristo se convierte en la clave y la norma interpretativa para interpretar la Biblia, pero también relega algunas partes de la Biblia y hasta libros enteros a la periferia, como la epístola de Santiago, como si estuviesen vacíos y crecieran de valor, porque se cree que no apuntan a Cristo. La siguiente cita de Lutero ilustra este aspecto problemático y es particularmente reveladora porque trata del sábado:

“Brevemente, Cristo es el Señor, no el siervo, el Señor del sábado, de la ley y de todas las cosas. Las Escrituras deben entenderse a favor de Cristo, no en contra de él. Por esa razón, deben aludir a él o de lo contrario no deben considerarse verdaderas Escrituras […]. Por lo tanto, si los adversarios contraponen las Escrituras a Cristo, nosotros anteponemos a Cristo contra las Escrituras. Nosotros tenemos al Señor, ellos a los siervos; nosotros tenemos la Cabeza, ellos los pies o miembros, sobre los cuales la Cabeza necesariamente domina y tiene prioridad. Si alguno de ellos tuviera que decidir entre deshacerse de Cristo o de la ley, tendría que ser la ley, no Cristo. Porque si tenemos a Cristo, fácilmente podemos establecer leyes y juzgaremos todas las cosas correctamente. De hecho, haríamos nuevos decálogos, como lo hace Pablo en todas las epístolas, y Pedro, pero sobre todo Cristo en el evangelio. Y estos decálogos son más claros que el decálogo de Moisés, así como el semblante de Cristo es más brillante que el semblante de Moisés (2 Cor. 3:7–11)” (M. Lutero, Luther’s Works, pp. 112, 113).

Contrasta esta cita con Juan 7:38, donde Jesús se remite a las Escrituras en lugar de a sí mismo como la norma para las auténticas creencias.

Los momentos de tranquilidad con la Palabra de Dios y la memorización de las Escrituras

Jesús estaba todo el día ocupado sanando gente y predicando las buenas noticias. Pero sacaba fuerzas espirituales al dedicar tiempo de calidad a solas en oración (Mar. 1:35) y recordar las promesas de las Escrituras. En nuestra vida agitada y ocupada, deliberadamente tenemos que planificar momentos tranquilos con Dios donde no haya interrupciones, donde tengamos tiempo para reflexionar en la Palabra de Dios y podamos orar. Esos momentos de tranquilidad nos darán fuerza y ​​vitalidad espiritual que ninguna otra cosa puede darnos. Cuando leas las Escrituras por placer, lee menos, pero lee más de lo que es importante para tu vida espiritual. Cuando tus pensamientos comiencen a divagar y te dejes llevar por temas sin importancia, centra tu atención en lo que Dios ha hecho por ti y practica la concentración espiritual en la Palabra de Dios. A veces, entonar un canto o un himno espiritual ayuda a centrar nuestros pensamientos e incluso hace que sea más fácil recordar y memorizar las palabras de las Escrituras.

¿Qué momentos del día son los más tranquilos para ti? ¿Qué te ayuda a enfocarte en la Palabra de Dios y a pasar un momento de calidad con Jesús? ¿En qué circunstancias el canto te ayuda a recordar la Biblia? ¿Qué ventajas encuentras en memorizar partes de las Escrituras, y cómo puedes usar eso como una bendición para los demás?

APLICACIÓN A LA VIDA

A veces la gente dice: “Guardar la ley bíblica de no comer alimentos inmundos no es esencial para la salvación, siempre y cuando creas en Cristo”. O quizá diga: “Si viven juntos, aunque no estén casados, eso no es decisivo para ti como cristiano, siempre y cuando ames a Jesús”. ¿Dónde ves el peligro en esa línea de argumentación? ¿Por qué no es seguro ir en contra de los claros enunciados de las Escrituras, incluso cuando se hace en el nombre de Jesús?

Elena de White expresó acertadamente: “El Espíritu no fue dado –ni jamás puede ser otorgado– para suplantar a la Biblia; pues las Escrituras declaran explícitamente que la Palabra de Dios es la regla por medio de la cual toda enseñanza y experiencia debe ser probada” (CS 7).

A la luz de lo que hemos estudiado durante este trimestre, ¿por qué crees que este principio es tan importante? ¿Qué quieres asimilar de la forma en que Jesús se familiarizaba con las Escrituras y del modo en que seguía la Palabra de Dios? ¿Cómo puede la Escritura convertirse en una parte integral de tu vida e influir en las decisiones que tienes que tomar?

Radio Adventista
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