Lección 12: Edicion Alumnos “La obra del Espíritu Santo” Para el 25 de marzo de 2017

Primer trimestre (enero-marzo) de 2017

“La obra del Espíritu Santo”

Lección 12:  Para el 25 de marzo de 2017

 

Sábado 18 de marzo

Lee Para el Estudio de esta Semana: Juan 16:8-11; Rom. 5:10; Heb. 4:15, 16; 1 Ped. 5:8, 9; 1 Juan 5:12, 13; Sal. 31:24.

Para Memorizar: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Rom. 15:13).

Al llegar al cierre de nuestro estudio de este trimestre sobre el Espíritu Santo y la espiritualidad, nos enfocaremos en una más de las obras decisivas del Espíritu que aún no ha recibido nuestra atención.

Cuando Jesús anunció a los discípulos que se iría al Padre, prometió enviarles el Espíritu Santo. “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).

Según Jesús, el Espíritu Santo es un parakletos, es decir, un “ayudador” o “consolador”, o un “abogado” que intercede por nosotros. Al mismo tiempo, Jesús también anunció la obra que este abogado llevaría a cabo: Él “convencerá” al mundo con respecto al pecado, la justicia y el juicio (Juan 16:8).

Durante esta última semana, estudiaremos con más detalle esta obra específica del Espíritu Santo. También aprenderemos cómo esta obra del Espíritu está relacionada con dos aspectos importantes más de su ministerio en nuestro favor: nuestra seguridad de la salvación, y la gloriosa esperanza que impulsa nuestra vida como discípulos de Jesucristo.

 

Domingo 19 de marzo:

Convencer de pecado

Lee Juan 16:8 y 9. ¿Qué obra crucial hace por nosotros el Espíritu Santo, y por qué es tan importante?

Jesús llama parakleto al Espíritu Santo, una palabra rica en significado y que transmite la idea de ayudador, abogado y consolador. El Espíritu Santo no se lanza a esta obra importante de convencimiento como el acusador de los hermanos o como fiscal. Él no es enviado por Jesús para condenarnos sino, más bien, para ayudarnos a ver nuestra necesidad de la gracia de Dios.

Solamente un consolador será recibido como un ayudador. Es una gran tragedia que los cristianos, por más bienintencionados que sean, a menudo se acercan a los pecadores con un espíritu acusador en vez de ayudador. Si andamos por allí señalando el pecado en las vidas de las demás personas, entonces hacemos algo que Jesús no nos ha llamado a hacer. Después de todo, ¿quiénes somos nosotros para señalar el pecado en los demás cuando seguramente nosotros no somos libres de pecado?

Lee Romanos 2:1 y Mateo 7:3. ¿Qué mensaje debemos extraer de estos versículos?

Somos testigos de Dios, no acusadores de parte de Dios. Somos llamados a ser testigos de su poder redentor, no a condenar a otros por sus equivocaciones. Al intentar convencer a los demás de sus pecados, asumimos un papel que no nos pertenece; esa es obra del Espíritu Santo.

Es el Consolador, no nosotros, el que “convencerá” (Juan 16:8) al mundo de lo que el pecado realmente es. Las personas que no han entregado sus vidas a Jesús a menudo no tienen una comprensión real de lo que el pecado verdaderamente es, y cuán destructivo puede llegar a ser.

La idea aquí no es que el Espíritu Santo hará una lista de actos erróneos. Más bien, el Espíritu va al pecado subyacente: incredulidad en Cristo Jesús (Juan 16:9). Nuestra mayor miseria y alienación no consiste en nuestra imperfección moral, sino en nuestro alejamiento de Dios y en rehusar aceptar a Aquél a quien Dios envió con el propósito de rescatarnos de esa condición.

El problema fundamental de todo pecado es que no creemos en Jesús y, por ende, rechazamos al único que puede salvarnos de nuestro pecado y culpabilidad. Este es el pecado que coloca al yo en el centro de las cosas y rehúsa creer en la Palabra de Dios. Solamente el Espíritu Santo puede abrir nuestros corazones y nuestras mentes a nuestra gran necesidad de arrepentimiento y de la Redención que nos es ofrecida por medio de la muerte de Cristo por nosotros.

 

Lunes 20 de marzo:

La necesidad de justicia

Juan 16:8 dice que el Espíritu Santo convencerá al mundo, no solamente de pecado sino también de justicia. En otras palabras, el mundo, que no sabe lo que realmente es el pecado, tampoco sabe lo que realmente es la justicia.

Las personas no convertidas piensan que la moralidad externa es suficiente. No desean la justicia de Dios sino su propia justicia. Desean una justicia que proviene de sus propios actos externos, tales como la obediencia a la Ley de Dios. Pero nuestros actos de obediencia a la Ley nunca pueden justificarnos ante Dios.

En Isaías 64:6, el profeta describe los actos de justicia propia del pueblo de su época como “trapos de inmundicia”. Aún nuestra mejor justicia auto percibida con motivos religiosos es, de hecho, lo opuesto: injusticia.

Pero la justicia de Jesús es suficiente para nosotros. Cumple con todos los requisitos de la Ley de Dios. Es acepta para Dios el Padre. Y podemos reclamarla para nosotros por fe solo en Jesucristo.

Lee Romanos 5:10 y Hebreos 4:15 y 16. ¿De qué manera se relacione nuestra justicia con el ministerio viviente de Cristo en la presencia del Padre en el cielo?

La justicia que demanda la Ley se cumple en la vida perfecta de Jesús. Él murió por nosotros. Aunque fue rechazado por aquellos que le dieron muerte aquí en la tierra, fue recibido por el Padre en el cielo. Gracias a la resurrección, Dios el Padre colocó el sello de aprobación sobre la vida y obra redentora de Jesús. Ahora Jesús vive para interceder por nosotros (Heb. 4:15, 16), y deposita en nuestro favor los méritos de su muerte porque nosotros no tenemos la justicia necesaria para la salvación.

De ese modo podemos vivir porque él vive en nosotros. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20). Cuando Jesús vive en nosotros, caminamos por el Espíritu (Rom. 8:4) y recibimos una nueva vida espiritual por el poder del Espíritu (comparar con Gál. 3:2-5; 5:16, 18).

La exaltación de Jesús hacia el Padre vindica su presencia entre nosotros por medio del Espíritu. Fortalecidos por su Espíritu Santo, sus discípulos viven en conformidad creciente con Cristo.

¿Has experimentado la realidad de cuán “inmundos” son en realidad tus propios intentos de justicia? ¿Qué te enseña esto acerca de tu necesidad de la justicia de Cristo?

 

Martes 21 de marzo:

Convencimiento de juicio

Lee Juan 16:8 y 11. ¿A qué juicio se está refiriendo Jesús? ¿Por qué este juicio es una buena noticia?

Resta una última convicción importante que forma parte de la obra del Espíritu: convicción acerca del juicio. Aquí es donde mucha de la predicación sobre este pasaje parece ir en la dirección equivocada. A menudo un debate sobre el pecado y la justicia parecen llevar a muchos profesos cristianos a pronunciar una advertencia acerca del juicio sobre aquellos que rechazan a Cristo. Al hacerlo, su intención es advertir a los pecadores, a menudo con un matiz de temor, sobre el juicio futuro que les espera.

Y aunque ese juicio es una realidad, Jesús no se está refiriendo a eso en Juan 16:11. El lenguaje indica que el Señor no está hablando del juicio venidero, como lo hizo en Juan 12:48. Más bien, el aspecto del juicio al que se refiere aquí Jesús es la buena nueva de que Satanás ya ha sido juzgado en el Calvario. El diablo, el gran enemigo de la verdad, ahora está viviendo con tiempo prestado. El juicio vendrá, pero el enfoque aquí es en la certeza de que el príncipe de este mundo ya ha sido condenado (Juan 12:31).

Lee 1 Pedro 5:8 y 9. ¿Cómo describe Pedro a Satanás? ¿De qué manera podemos resistirlo?

El diablo, aun sabiendo que su tiempo es corto y que ha sido derrotado fatalmente en el Calvario, todavía está vivo. Y está furioso, intentando devorar al mayor número posible de personas. Pero es un enemigo vencido. Jesús ha obtenido la victoria. La sangre de Jesús nos hace libres.

Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las tropas Nazis recibieron el golpe decisivo con la invasión exitosa de Francia por parte de los aliados, el 6 de junio de 1944, estaba claro que Hitler había sido derrotado. Sin embargo, los once meses entre el Día D (cuando se inició el ataque) y el Día VE (8 de mayo de 1945, cuando finalizó la guerra en Europa) fueron los más sangrientos de todos. De manera similar, Satanás sabe que fue derrotado contundentemente en la cruz. Aun así, sigue peleando testarudamente e intenta devorar a todos los que pueda. En estos tiempos difíciles, somos llamados a ser sobrios y velar, y a echar todas nuestras ansiedades sobre Jesús, porque él tiene cuidado de nosotros (1 Ped. 5:7, 8).

¿Por qué el juicio implica buenas nuevas? ¿Quién es nuestra seguridad en el juicio? ¿De qué manera podemos predicar acerca del juicio de tal manera que inspiremos esperanza en vez de temor?

 

Miércoles 22 de marzo:

Seguridad de salvación

Lee 1 Juan 5:12 y 13; Romanos 8:15 al 17; y 2 Corintios 5:5. Una vez que hemos aceptado a Cristo como nuestro Salvador, ¿por qué podemos tener la seguridad de la vida eterna? ¿Cuál es la base para esta seguridad?

El Espíritu Santo es el que guía a los pecadores a Jesús. La muerte sustituta de Jesús nos ha reconciliado con Dios. El perdón de Jesús nos libera para vivir una nueva vida como hijos adoptivos de Dios. Ya no somos enemigos de Dios (Rom. 5:10), sino que caminamos según el Espíritu (Rom. 8:4) y ponemos nuestros pensamientos en las cosas del Espíritu (Rom. 8:5). Si no tuviéramos el Espíritu de Cristo, no seríamos sus hijos y no perteneceríamos a él (Rom. 8:9). Pero ahora tenemos el testimonio interno del Espíritu Santo, que mora en nosotros. Él nos testifica de que pertenecemos a Jesús y que somos herederos de Dios y coherederos con Cristo (Rom. 8:17). La misma vida poderosa que levantó a Jesús de entre los muertos ahora está activa en nosotros y, aunque antes estábamos muertos espiritualmente, nos da vida (Rom. 8:10). Más aún, el Espíritu Santo también sella en nuestros corazones la seguridad de que verdaderamente pertenecemos a Dios. Habiendo oído y creído el evangelio de nuestra salvación, fuimos sellados en Jesús con el Espíritu Santo, que es otorgado como “garantía de nuestra herencia” (Efe. 1:13, 14; BA). Cada creyente puede tener esta seguridad (1 Juan 5:12, 13).

Lee Efesios 1:13 y 14. ¿Qué significa estar sellados con el Espíritu?

Aquellos que aceptan a Cristo son nacidos de nuevo, es decir, nacidos “del Espíritu” (Juan 3:3, 5). El Espíritu Santo sella este hecho en nuestros corazones para que podamos tener la seguridad de ser salvos y experimentar el gozo que viene de ser un hijo de Dios. El Espíritu Santo nos identifica como perteneciendo a Cristo. “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Rom. 8:9). Ahora tenemos un entendimiento de que Dios es nuestro Padre amante y que nosotros somos sus queridos hijos. El Espíritu Santo es el adelanto, el depósito o la garantía del don final de la vida eterna y la inmortalidad que nos será dada en la segunda venida de Jesús (1 Cor. 15:51-54). Esta es la marca distintiva de la fe auténtica. Es diferente ver cómo los cristianos pueden testificar con poder convincente sin tener esta seguridad.

“Hablemos de la fe, de la esperanza, del valor, y difundiremos luz por todas partes. Sigamos pensando en la puerta abierta que Cristo ha colocado ante nosotros y que ningún hombre puede cerrar. Dios cerrará la puerta a todo mal, si le damos la oportunidad. Cuando el enemigo llega como inundación, el Espíritu del Señor levantará para nosotros un baluarte contra él”.— Elena de White, The Advent Review and Sabbath Herald, 16 de abril de 1889.

 

Jueves 23 de marzo:

El Espíritu Santo y la esperanza

Lee Romanos 5:4 y 5; 15:13; y 1 Corintios 13:13. ¿Cómo están relacionados el amor y la esperanza? ¿De qué manera es fundamental el Espíritu Santo para darnos amor y esperanza?

El Espíritu Santo es el que ha derramado en nuestros corazones el amor de Dios. El amor incólume e inmutable de Dios es la razón y el fundamento de nuestra esperanza. Sin amor no habría esperanza. Solamente el amor genera esperanza. Debido a que el amor de Dios está combinado con su fidelidad, tenemos la esperanza maravillosa que él vendrá otra vez y nos llevará a su morada celestial.

Lee Salmos 31:24. ¿Qué efectos tiene la esperanza en nosotros?

La esperanza inspira. La esperanza da nuevas fuerzas. La esperanza nos permite cantar y estar gozosos. La esperanza es esencial para la vida. Sin esperanza, ¿cuál es el propósito de la vida?

Tener esperanza, sin embargo, es algo diferente de ser optimistas. El optimista piensa que todos mejorará: el clima, la economía, las notas en la escuela, las finanzas, etc. La esperanza, en contraste, no es un optimismo ciego. Más bien, está fundamentada en la fidelidad de Dios y en las promesas que él ha dado en el pasado. La esperanza cree que Dios cumplirá lo que ha dicho porque es fiel y verdadero. Dios ha probado ser digno de confianza, y no cambia. Su inmutabilidad y verdad son el fundamento de nuestra esperanza.

Sin duda, también, el fundamento de nuestra esperanza se encuentra en Jesús y en la cruz. Cuando miramos a la cruz, podemos ver de la manera más poderosa posible la realidad del amor de Dios por nosotros. La cruz, que significa la muerte de Jesús por nuestros pecados, nos da a nosotros y al universo una revelación sinigual de cómo es verdaderamente nuestro Dios. Por lo tanto, siendo seres caídos y temporales en un vasto e inmenso cosmos, podemos encontrar esperanza, no en nosotros o en cualquier cosa “grandiosa” que podamos lograr nosotros, sino en nuestro Dios, un Dios que se ha revelado a nosotros en la cruz.

¿De qué manera la esperanza del advenimiento está fundamentada en las promesas fieles de Dios? ¿De qué manera la esperanza influye en nuestras vidas? ¿Cómo podemos desarrollar un estilo de vida que refleje esperanza en vez de desesperanza?

 

Viernes 24 de marzo

Para Estudiar y Meditar:

Lee algunas porciones de Elena de White, Recibiréis poder, especialmente la sección de octubre: “Preparados por el Espíritu”.

Podemos resumir la actividad del Espíritu Santo al decir que el Espíritu Santo obra harmoniosamente junto con Dios el Padre y Dios el Hijo para lograr nuestra salvación. El Espíritu Santo nos despierta de nuestra muerte espiritual. Nos lleva a una comprensión de nuestra pecaminosidad y abre nuestros ojos al hecho que estamos perdidos, en y por nosotros mismos. El Espíritu enciende en nosotros el deseo de cambiar y nos lleva a Jesucristo, el único que puede suplir las necesidades de nuestro fuero más interior. Nos da la seguridad de la salvación porque siempre nos señala a Jesús y a lo que Jesús ha hecho por nosotros. Nos hace más semejantes a Jesús. Nos mantiene fieles en nuestro caminar con Dios. Nos capacita para cumplir con la voluntad de Dios e involucrarnos eficazmente en la misión. Genera la Palabra escrita de Dios como nuestra guía y norma segura, para nuestra vida y doctrina cristianas. ¿Dónde estaríamos sin el Espíritu Santo? Estaríamos miserables y perdidos y no podríamos hacer nada que diera gloria y honor a Dios. Gracias a Jesús por haber prometido y enviado al Espíritu Santo. “El Consolador era el más excelso de los dones que podría solicitar al Padre con el propósito de exaltar a su pueblo” (RP 15).

Preguntas para Dialogar:

  1. Medita un poco más en la pregunta sobre qué es el pecado y qué es la justicia. Como cristianos que creemos en la Biblia como la Palabra de Dios, ¿por qué deberíamos tener una comprensión de lo que es el pecado y la justicia diferente de quienes no creen en la Biblia? ¿Cuáles son esas diferencias? ¿Qué nos enseña la Biblia acerca del pecado y acerca de la justicia que otras fuentes no enseñan?
  2. Comparte con los miembros de tu clase de Escuela Sabática qué aspecto de la obra del Espíritu Santo ha sido más valioso para ti. ¿Por qué es tan importante y de qué manera ha impactado tu vida?
  3. En clase, hablen sobre la esperanza que tenemos en Jesús. ¿Cuáles son las razones de esa esperanza? Es decir, si alguien te preguntara por la “razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Ped. 3:15), ¿qué respuesta podrías dar y por qué? ¿Cuán convincente podría ser tu argumento?
  4. La lección de esta semana habló acerca de la seguridad de la salvación. ¿Qué es la seguridad de la salvación? Y si la tenemos, ¿por qué la tenemos? ¿Sobre qué debe estar basada? Y ¿de qué manera difiere de la presunción?
Radio Adventista
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