Lección 12 Edición Adultos. “Los días finales de Jesús” Para Sábado 18 de junio 2016

Segundo trimestre (abril-junio) de 2016

“Los días finales de Jesús”

Lección 12: Para el 18 de junio de 2016

 

Sábado 11 de junio

Lee Para el Estudio de esta Semana: Mateo 26:1-16; Lucas 12:48; Mateo 26:17-19; 1 Corintios 5:7; Mateo 26:36-46, 51-75.

Para Memorizar: “Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche […]” (Mat. 26:31).

En esta lección, Jesús está entrando en los momentos finales antes de la Cruz. El mundo, aun el universo, comienzan a afrontar el momento más crucial en la historia de la creación.
Muchas lecciones se derivan de los eventos que consideraremos esta semana; pero, al leer, concentrémonos en la libertad y el libre albedrío. Veamos el modo en que diversos personajes usaron el grande y precioso don de la libertad. Miremos las tremendas, y aun eternas, consecuencias que surgieron del uso de este don, en un sentido u otro.

Pedro, Judas y la mujer con el vaso de alabastro tuvieron que hacer elecciones. Pero, lo más importante de todo es que Jesús también tuvo que hacer elecciones, y la mayor era ir a la Cruz aun cuando su naturaleza humana clamaba por salir de ella: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mat. 26:39).

La ironía es increíble: el don de la libertad de elegir, del que nosotros habíamos abusado, llevó a Jesús a este mismo instante donde, usando su propio libre albedrío, tuvo que escoger si nos salvaría o no de la destrucción a la que nos había llevado nuestro abuso de la libertad de escoger.

 

Domingo 12 de junio:

Una obra hermosa

Llegamos a los días finales de la vida de Jesús sobre la Tierra. Todavía tiene que ir a la Cruz, resucitar y revelarse como el Salvador del mundo. Aunque los que siguieron a Jesús lo apreciaban, aún tenían mucho que aprender acerca de quién era él y todo lo que él haría por ellos. Mirando hacia atrás, con la Biblia entera y las explicaciones de Pablo acerca de la muerte expiatoria de Jesús, sabemos más acerca de lo que Jesús había estado por hacer en favor de nosotros que lo que sabían sus seguidores en esos momentos.

Lee Mateo 26:1 al 16. ¿Cuál es el significado de este don, y qué nos enseña acerca de nuestra relación con Jesús?

Mateo ubica la historia del ungimiento de los pies de Jesús (que probablemente ocurrió antes de su entrada triunfal) dentro de la creciente conspiración para matarlo. Mientras que algunos de su pueblo hacían planes de dañarlo, otros le dieron un amor y una devoción irrestrictos, como hizo María al derramar el “vaso de alabastro de perfume de gran precio” (vers. 7).

Mientras que los discípulos lamentaban el desperdicio, Jesús calificó lo que ella hizo como “una obra hermosa” (NVI). Con esta acción, la mujer estaba revelando la profunda emoción que había en su corazón hacia Jesús. Aunque ella seguramente no sabía todo lo que eso significaría, comprendió que debía mucho a Jesús, y por ello quería también devolverle mucho. Tal vez había oído las palabras de Jesús: “Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará” (Luc. 12:48). Entretanto, los discípulos, que seguramente de lo que Jesús había hecho habían visto más que aquella mujer, no lo comprendieron.

“Aquel ungimiento fue un símbolo del rebosante corazón de la dadora; fue una demostración externa de un amor alimentado por corrientes celestiales hasta que desbordó. Y ese ungimiento de María –que los discípulos llamaron derroche– se repite mil veces en los sensitivos corazones de otros” (“Comentarios de Elena G. de White”, CBA 5:1.076).

¿Qué nos enseña esta historia sobre las posibles reacciones frente a lo que Jesús nos ha dado? Usando nuestro libre albedrío, ¿qué “hermosa” obra podemos realizar en respuesta a lo que hemos recibido de él?

 

Lunes 13 de junio:

El nuevo pacto

Lee Mateo 26:17 al 19. ¿Por qué es tan significativo que ese fuera el tiempo de la Pascua? Ver también Éxo. 12:1-17; 1 Cor. 5:7.

La historia del Éxodo es, por supuesto, una historia de redención, de liberación, una obra que Dios hizo por aquellos que no podrían hacerla por sí mismos.

¡Qué símbolo apropiado de lo que Jesús pronto haría por todos nosotros!

Lee Mateo 26:26 al 29. ¿Qué les quiere decir Jesús a sus discípulos? ¿Qué significan sus palabras para nosotros hoy?

Jesús les estaba señalando un significado más profundo de la Pascua. La liberación de Egipto fue una maravillosa manifestación del señorío y el poder de Dios; pero, en el final, no era suficiente. Pues no era la redención que los hebreos, o cualquiera de nosotros, realmente necesitaban. Necesitamos la redención que es en Jesús: la vida eterna. “Así que por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna” (Heb. 9:15). Jesús les señaló el verdadero significado del vino, el verdadero significado del pan; todos ellos señalaban su muerte en la cruz.

De este modo, a diferencia de los sacrificios de animales que señalaban hacia adelante, a la muerte de Jesús, participar del servicio de Comunión señala de nuevo a ella. En cada caso, los emblemas nos señalan a Jesús en la cruz.

Y no obstante, con la Cruz no concluye la historia. Cuando Jesús les dice a los discípulos que no beberá del fruto de la vid hasta ese día “en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre” (Mat. 26:29), está señalándoles el futuro, a su segunda venida y más allá.

Piensa acerca de las palabras de Jesús de que no beberá del fruto de la vid hasta que estemos con él en el Reino de su Padre. ¿Qué indica esto sobre la clase de intimidad que él tendrá con nosotros? ¿De qué forma podemos aprender a experimentar esa intimidad con él ahora?

 

Martes 14 de junio:

Getsemaní

Durante la semana de la Pascua, los sacerdotes ofrecían miles y miles de corderos en el Templo, que se encontraba en un terreno un poco más elevado que el valle de Cedrón. La sangre de los corderos se derramaba hacia el altar, y luego fluía bajando por un canal a un arroyo que corría por ese valle. El arroyo realmente pudo volverse rojo por la sangre de los corderos. Jesús y sus discípulos tal vez cruzaron las rojas aguas de este arroyo en camino al Huerto de Getsemaní.

Lee Mateo 26:36 al 46. ¿Por qué la experiencia del Getsemaní fue tan difícil para Jesús? ¿Qué estaba sucediendo allí?

No era la muerte física lo que Jesús temía cuando oró que la copa pasase de él. Lo que Jesús temía era la separación de Dios. Jesús sabía que, al llegar a ser pecado, morir por nosotros y llevar sobre sí la ira de Dios contra el pecado, él estaría separado de su Padre. La violación de la santa Ley de Dios era tan seria que demandaba la muerte del culpable. Jesús vino precisamente a tomar esa muerte sobre sí a fin de evitárnosla. Esto es lo que estaba en juego para Jesús y para nosotros.

“Frente a las consecuencias posibles del conflicto, embargaba el alma de Cristo el temor de quedar separado de Dios. Satanás le decía que, si se hacía garante de un mundo pecaminoso, la separación sería eterna. Quedaría identificado con el reino de Satanás y nunca más sería uno con Dios. […] Había llegado el momento pavoroso, el momento que habría de decidir el destino del mundo. La suerte de la humanidad pendía de un hilo. Cristo podía aun ahora negarse a beber la copa destinada al hombre culpable. Todavía no era demasiado tarde. Podía enjugar el sangriento sudor de su frente y dejar que el hombre pereciese en su iniquidad. Podía decir: Reciba el transgresor la penalidad de su pecado, y yo volveré a mi Padre. ¿Beberá el Hijo de Dios la amarga copa de la humillación y la agonía? ¿Sufrirá el inocente las consecuencias de la maldición del pecado para salvar a los culpables?” (DTG 638, 641).

¿De qué modo la disposición que tuvo Jesús a beber esa copa debe impactar nuestra vida, especialmente cuando nos toca ayudar a otros? ¿Cómo podemos aprender a imitar mejor el carácter de Jesús en nuestras vidas?

 

Miércoles 15 de junio:

Judas vende su alma

¡Qué triste es la historia de Judas! Si hubiera muerto antes de su último viaje a Jerusalén, podría estar entre los héroes de la historia sagrada. Edificios de iglesias podrían llevar su nombre. En su lugar, su nombre está ligado con traición y engaño.

Lee Juan 6:70 y Lucas 22:3. ¿De qué manera estos textos nos ayudan a explicar las acciones de Judas?

Por supuesto, echar la culpa a Satanás por lo que hizo Judas está bien, pero no responde a una pregunta básica: ¿Qué había en Judas que se permitió ser dirigido por el diablo hasta llegar a semejante traición? Después de todo, hasta se dijo que Satanás quería llevarse también a Pedro (ver Luc. 22:31). Sin embargo, la diferencia debe de ser que Judas rehusó darse completamente al Señor; debió de haberse aferrado a algún pecado que le permitió a Satanás conducirlo a hacer lo que hizo. Vemos aquí otra consecuencia poderosa de la libertad de elección.

Lee Mateo 26:47 al 50; y 27:1 al 10. ¿Qué lecciones se extraen de la triste historia de Judas?

En Mateo 26:47 al 50, vemos a Judas guiando a una compañía de soldados (unos seiscientos), así como a los principales sacerdotes y ancianos. ¡Qué tremendo momento de poder para Judas! Cuando consigues algo que la gente realmente quiere, posees un poder tremendo, como lo tuvo Judas aquí. Todo estará bien mientras tengas lo que ellos quieren. Pero, si se interesan en ti solo por lo que tienes y luego consiguen de ti lo que quieren, ya no te necesitarán más. Después de unas horas, Judas estaba solo y sin nada.

Otra lección importante se centra en aquello por lo que Judas perdió su alma. ¿Treinta piezas de plata? En términos actuales, la cantidad se dice que es entre uno y tres meses de salario, dependiendo de qué moneda de plata se trate. Aun si fuera diez o cien veces esa cantidad, ¡considera cuánto le costó! Y, como muestra la historia, perdió hasta eso. No pudo gozar nada de ello; en cambio, tiró todo a los pies de quienes se lo habían dado. Qué buen ejemplo de la forma en que, al fin, cualquier cosa que nos haga apartar de Jesús, que nos haga perder nuestra alma, es tan inútil como fue ese dinero para Judas. Él estaba muy cerca de la vida eterna y, sin embargo, eligió tirarla a cambio de nada.

 

Jueves 16 de junio:

La negación de Pedro

Jesús sabía de antemano la decisión libre de Judas de entregarlo, uno de los muchos casos en la Biblia que muestran el conocimiento previo de Dios de nuestras elecciones libres, conocimiento que de ninguna manera infringe nuestra libertad de hacer esas elecciones. Y él sabía no solo de la traición de Judas, sino también que Pedro, a pesar de todo su alarde, huiría en el momento crucial y luego lo negaría.

Lee Mateo 26:51 al 75. ¿Por qué crees que Pedro negó a Jesús?

A menudo tenemos la idea de que Pedro negó a Jesús sencillamente porque tuvo miedo. No obstante, fue Pedro (según Juan 18:10) el que tuvo el valor de sacar su espada contra el siervo del sumo sacerdote. Estaba dispuesto a salir en un arranque de gloria, hasta que Jesús lo detuvo.

Pero ¿qué cambió en Pedro entre el momento en que blandía la espada y cuando, un poco más tarde, negó conocer a Jesús? ¿Por qué dijo que él no era un discípulo? ¿Por qué Pedro dijo: “No conozco al hombre” (Mat. 26:72)? Tal vez porque Pedro se dio cuenta de que él no conocía al Hombre, no sabía por qué había venido y no entendía lo que significaba su arresto. Así, en un momento de pánico, negó aun que lo conociera. Tal vez Pedro negó a Jesús cuando se dio cuenta de que no comprendía lo que Jesús hacía. Lo abandonó cuandoél pensó que Jesús estaba renunciando también. Pedro todavía ponía demasiada fe en su propia comprensión en vez de poner su fe completa en Jesús, a pesar de todas las señales increíbles que había visto y a pesar de su valiente confesión de fe en Jesús como el Cristo (Mat. 16:16). La negación de Pedro debe decirnos que todos los milagros y las señales en el mundo no nos mantendrán fieles a Dios si nuestros corazones no están completamente entregados a él.

En el informe de Lucas, la tercera vez que Pedro negó que era discípulo de Jesús, Jesús mismo se dio vuelta y “miró a Pedro” (Luc. 22:61). Esta palabra, emblépo, es la misma que se usa para describir la forma en que Jesús miró profundamente en el alma de Pedro cuando se encontró con él por primera vez (ver Juan 1:42). ¿Qué esperanza podemos obtener nosotros de esto, con respecto al amor de Dios por nosotros, aun cuando caemos como Pedro?

 

Viernes 17 de junio

Para Estudiar y Meditar:

En 1959, dos maleantes entraron en un hogar en Kansas, y asesinaron a los padres y a dos adolescentes. Antes de que encontraran a los asesinos, el hermano del padre asesinado escribió esta carta al diario local. “Hay mucho resentimiento en esta comunidad. Hasta he oído en más de una ocasión que ese hombre, cuando sea hallado, debería ser colgado del árbol más cercano. No sintamos esto. La acción está hecha, y quitar otra vida no la cambiará. En cambio, perdonémoslo, como Dios nos pide que hagamos. No está bien que mantengamos rencor en nuestros corazones. El que cometió este acto encontrará que es realmente muy difícil vivir consigo mismo. Su única paz mental la tendrá cuando vaya a Dios pidiendo perdón. No nos pongamos en el camino, sino en cambio oremos para que él encuentre esa paz”.−Truman Capote, In Cold Blood, p. 124.

Dejando de lado el tema de la pena de muerte, podemos ver aquí una poderosa expresión de la clase de gracia que Cristo nos ofrece a todos. Aun después de la inexcusable negación de Pedro, Cristo lo perdonó y le confió la obra de ganar almas. “Pedro acababa de declarar que no conocía a Jesús, pero ahora comprendía, con amargo pesar, cuán bien su Señor lo conocía a él, y cuán exactamente había discernido su corazón, cuya falsedad desconocía él mismo” (DTG 659). Él sabía lo que había en Pedro aun antes de que Pedro lo supiera; y sabía lo que Pedro haría aun antes de que Pedro lo hiciese. Y no obstante, su amor y su gracia permanecieron constantes, a pesar de que Pedro no tenía a quién echar la culpa sino a sí mismo por sus acciones. Al tratar con personas que cometen actos similares, cuán crucial es que aprendamos a extenderles la gracia así como lo desearíamos para nosotros mismos.

Preguntas para Dialogar:

  1. “Cada historia de conversión”, escribió C. S. Lewis, “es la historia de una bendita derrota”. ¿Qué significa eso? ¿En qué forma has experimentado lo que es esa “derrota”? ¿Qué es derrotado y qué triunfa?
  2. En la historia de Jesús en Getsemaní, Jesús pide que la copa pase de él, pero solo “si es posible”. ¿Qué implica esto ya que, si la humanidad había de ser salva, Jesús tendría que dar su vida? ¿Por qué? ¿Por qué la muerte de Jesús, el que cargó los pecados, era absolutamente esencial? ¿Por qué no había otra manera en que Dios podía resolver el problema del pecado a la luz del Gran Conflicto?
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