Lección 1 Edición Maestros – Señales que indican el camino – Sábado 5 de Octubre

EL SÁBADO ENSEÑARÉ…

RESEÑA

Textos clave: Juan 2:1-11; 5:1-9; 5:10-16.

Al embarcarnos este trimestre en nuestro estudio, titulado Temas en el Evangelio de Juan, tengamos en cuenta algunos datos biográficos que distinguen a Juan de los otros tres evangelistas. Él fue el más joven de ellos, vivió más tiempo y escribió su relato más tarde que los otros. Juan se presenta modesta e indirectamente como “ese discípulo” (Juan 21:23). Era conocido entre sus condiscípulos como “el discípulo a quien Jesús amaba” (Juan 21:20).

Con estos antecedentes ante nosotros, también haríamos bien en considerar el significado del nombre de Juan, que significa literalmente “el Señor es misericordioso”. Ser clemente o misericordioso también puede significar “ser amoroso”. Juan, el apóstol del amor, escribió mucho acerca de esta virtud tanto en su Evangelio como en sus epístolas, refiriéndose a sí mismo como el discípulo “a quien Jesús amaba” (Juan 13:23). ¿Sugiere este versículo, y otros similares del Evangelio de Juan, que Jesús tenía preferencia por Juan y que lo amaba más que a los demás discípulos?

En absoluto. El amor divino es abundante y está disponible para todos. Jesús no amaba a Juan más que a los demás, sino que el corazón de Juan era más receptivo y estaba más abierto hacia Jesús y su amor.

Juan deseaba que todos los demás abrieran de par en par sus corazones a Cristo y creyeran en él como el verdadero Mesías y el divino Hijo de Dios. Por eso, justo después de sus comentarios introductorios, da inicio a su evangelio con el primer milagro, en el que Jesús convierte el agua en vino en Caná. ¿Has presenciado alguna vez un auténtico milagro (a diferencia de los supuestos milagros que se presentan en los medios de comunicación religiosos)? ¿Por qué era tan importante para Jesús hacer milagros? ¿Está dispuesto a realizar milagros tan poderosos a través del ministerio de sus seguidores actualmente? Esta semana buscaremos respuestas a estas dos últimas preguntas.

 

COMENTARIO

Cristo demostró que poseía poder divino mediante la realización de muchas señales y milagros registrados por Juan. Estos milagros señalan el único Camino que conduce a la vida eterna. Juan alude solo a unos pocos de estos milagros, los suficientes para convencer idealmente a su público de que acepte la seguridad de la salvación y viva en armonía con ella. Es imposible no preguntarse qué cantidad y tipo de milagros presenció Juan sin registrarlos, ya que él mismo dice que “también hizo Jesús muchas otras señales, en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro. Pero estas fueron escritas para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengan vida por medio de él” (Juan 20:30, 31).

Cabe preguntarse: ¿Qué es una “señal”? Y ¿cuál es la diferencia entre una señal y un “milagro”? La palabra “milagro” procede del latín miraculum, que literalmente significa “admirarse”, o “contemplar con admiración, con asombro o con estupefacción” (algo divino, en este contexto).

Hay dos términos griegos en el Nuevo Testamento que se utilizan para describir lo que nosotros llamamos milagros. Uno de ellos es dynamis, traducido a menudo como “poder” y del cual derivan palabras de nuestro idioma como dinamita, dinámico y dinamismo, todas ellas referidas a algo poderoso. Esencialmente, dynamis caracteriza un milagro como una demostración del poder divino de Cristo en este mundo. Él posee en verdad el poder de hacer que algo ocurra en respuesta a su palabra.

La otra palabra griega es s?meion (señal) y se refiere a la autoridad de Cristo. Este término nos ayuda a entender la obra milagrosa de Cristo como un despliegue de su autoridad divina en el mundo, particularmente al someter los poderes de las fuerzas del mal. En efecto, Cristo tiene autoridad para ordenar a los demonios que se retiren, y así lo hacen.

¿Por qué hizo Jesús tantos milagros? En primer lugar, para satisfacer ciertas necesidades humanas, que siempre incluían una dimensión espiritual de perdón y restauración. En segundo lugar, a diferencia de muchos presuntos milagros de hoy, Jesús nunca realizó milagros para satisfacer la curiosidad humana, sino para ayudar a los necesitados. “Ni en esta ocasión [cuando fue tentado por Satanás], ni en ninguna otra ulterior en su vida terrenal, realizó él un milagro en favor suyo. Sus obras admirables fueron todas hechas para beneficio de otros” (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 94).

En tercer lugar, los milagros de Cristo sirvieron para dar claras pruebas de la veracidad de su mensaje divino y de su misión en favor de la humanidad perdida. Cuando Jesús resucitó al hijo de la viuda, la gente proclamó que “¡Dios ha visitado a su pueblo!” (Luc. 7:16). Esa fue una prueba explícita de su verdadera condición de Mesías. En cuarto lugar, sus milagros sirvieron como cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, en armonía con lo que los patriarcas y los profetas de Dios habían predicho acerca de él.

El milagro de Caná (Juan 2:1-11)

Es interesante observar que el primer milagro de Jesús (Juan 2:1-11) ocurrió en el contexto del matrimonio, que él instituyó en el Jardín del Edén. ¿Por qué crees que el primer milagro de Jesús se llevó a cabo en una boda? El matrimonio influye en todos los aspectos de nuestra existencia. El diablo sabe lo crucial que es, y por eso se esfuerza en provocar disfunción y confusión en nuestros hogares, iglesias, escuelas, y en la sociedad en general. El matrimonio, y la manera en que es considerado en nuestra sociedad, no siempre es bíblico o está en armonía con el plan de Dios. Por ejemplo, los matrimonios en los Estados Unidos duran actualmente, en promedio, alrededor de seis años.

A través del milagro de Caná, Jesús destacó sin duda la importancia crucial del matrimonio y lo bendijo con su presencia. Al avalar así el matrimonio, Jesús nos enseña que él debe ser el centro de toda boda para garantizar el éxito matrimonial, pues cuando él ocupa el primer lugar en nuestra vida hace que su amor se extienda hacia nuestros cónyuges y también hacia los demás. Así pues, este primer milagro es muy aplicable a nuestra cultura posmoderna y debería animar a todos a volver al ejemplo de aquel que diseñó y bendijo la unión matrimonial. Invitemos, entonces, a nuestro Creador y Redentor a ordenar y bendecir todos los aspectos del noviazgo y el matrimonio para que resulten de la mayor bendición para la humanidad y glorifiquen su nombre.

Jesús pudo haber decidido que su primer milagro fuera realizar una espectacular resurrección ante una gran multitud de dirigentes y dignatarios judíos. Pero, en lugar de eso, eligió una reunión sencilla en un pequeño pueblo y se unió a la gente humilde donde esta estaba para participar en sus actividades cotidianas.

Jesús, nuestro principal ejemplo, interactuó con los demás para elevar y bendecir, como la sal se mezcla con todo tipo de alimentos para transformarlos en algo apetecible. “[Jesús] Alcanzaba el corazón de la gente yendo entre ella como quien desea su bien. […] Se encontraba con ella en sus ocupaciones diarias y manifestaba interés en sus asuntos seculares” (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 125). Además, “no hemos de renunciar a la comunión social. No debemos apartarnos de los demás. A fin de alcanzar a todas las clases, debemos tratarlas donde se encuentren” (El Deseado de todas las gentes, p. 126).

El método de Cristo para elevar y bendecir a las personas se hace patente incluso en la transformación del agua en vino. El agua representaba nuestro bautismo en Cristo; y el zumo de uva puro y sin fermentar, su sangre derramada para nuestra redención. Además, Jesús sustituyó el vino fermentado, que embotaba los sentidos de la gente, por el zumo de uva fresco y vigorizante, que les devolvía la cordura.

El milagro del estanque de Betesda (Juan 5:1-9)

La enfermedad física implica a menudo la violación de leyes espirituales. Nuestro organismo es una creación integrada e interrelacionada. Lo que afecta a una dimensión afecta también a otras. Sin embargo, no debemos juzgar ni condenar a los demás atribuyendo toda dolencia física a la violación voluntaria de la Ley de Dios, pues todos los seres humanos hemos sucumbido al pecado en un momento u otro. Es hiriente y descorazonador para quienes sufren que se les diga que merecen lo que les aqueja. Al igual que Jesús, nuestra actitud tierna y comprensiva debe superar nuestro impulso de poner todo en orden antes de ayudar. Jesús pone en práctica este principio en el relato de la curación milagrosa del paralítico junto al estanque de Betesda.

Resulta alentador e instructivo que Jesús no entre en un análisis crítico de las causas de la parálisis del hombre. ¿Acaso no ha sufrido durante 38 largos años a causa de esta enfermedad incapacitante? ¿Por qué añadir más culpa y sufrimiento?

Como seguidores de Cristo, debemos centrarnos en las soluciones a los problemas, no solo en estos. Este hombre parecía ser el más miserable y desesperanzado alrededor del estanque de Betesda, así que, Jesús lo eligió para mostrar que deseaba usar su poder divino para ayudar a los más indefensos.

Nótese que, en esta ocasión en particular, Jesús no preguntó al hombre si creía o no; solo si deseaba recuperar la salud. Entonces, ordenó al enfermo que se levan- tara, cargara su camastro y caminara. El hombre no dudó ni esperó a ser curado; actuó inmediatamente siguiendo la orden de Jesús. Del mismo modo, nosotros también, independientemente de nuestras falencias y desafíos físicos y espirituales, necesitamos mirar a Jesús, y vivir. Por mucho que hayamos buscado la respuesta en otros lugares, ella está junto a nosotros, en la figura de nuestro amado Salvador.

Considera y toma en serio la respuesta de Dios a todo tipo de dolencias incapacitantes: “No esperen hasta sentir que son sanos. Crean en su palabra, y se cumplirá. […] Cualquiera que sea la mala práctica, la pasión dominante que haya llegado a esclavizar el alma y el cuerpo por haber cedido largo tiempo a ella, Cristo puede y anhela librarlos” (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 173).

Corazones duros (Juan 5:10-16)

Cuando un corazón duro es consentido durante mucho tiempo, termina convirtiéndose en un corazón endurecido. El corazón de los fariseos estaba en contra de Jesús desde el principio, simplemente porque él no armonizaba con el molde religioso de ellos ni se adhería al rigor y las minucias de sus rituales y tradiciones. Al endurecerse, ignoraron a propósito las cuestiones más importantes de la salvación.

Ante el milagro de la recuperación del hombre que durante décadas no había podido caminar, al que Jesús acababa de curar en el estanque de Betesda, los líderes pasaron por alto cruelmente la causa obvia del júbilo. En lugar de ello, su preocupación era la observancia adecuada del sábado según sus tradiciones.

Los dirigentes que presenciaron la curación del paralítico estaban totalmente obsesionados con las normas acerca de la observancia tradicional del sábado. Por eso le cuestionaron duramente que llevara su camilla en ese día, como Jesús le había ordenado. Les molestaba que el hombre llevara su lecho; sin embargo, no pensaban en el sufrimiento previo ni en su bienestar, ni que había pasado muchos años sin poder moverse y que ahora se desenvolvía con el vigor de la juventud. Pero Jesús, el Autor y Señor del sábado, realizó intencionadamente muchos milagros en este día para que quedara claro que ese día especial estaba destinado a ser una bendición para la humanidad, no una carga o una maldición.

 

APLICACIÓN A LA VIDA

Reflexiona acerca de las siguientes preguntas y respóndelas:

1. ¿Cómo encontramos el equilibrio necesario para estar en el mundo sin ser del mundo?

2. En relación con el tema de los milagros, ¿cómo entendemos la diferencia y la similitud entre dynamis y s?meion? ¿Qué ejemplos de esa diferencia encontramos en cada milagro de Cristo? ¿Entra el milagro de expulsar demonios en la categoría de s?meion?

3. ¿Cuáles son algunos de los peligros de volvernos inamovibles y, por lo tanto, intolerantes en nuestras opiniones? ¿Cómo nos protegemos de la insensatez de confiar en nuestras propias ideas e ignorar el espíritu de la Ley, que es la visión de conjunto? ¿Cómo reaccionarías ante declaraciones como las siguientes: “Se hace como yo digo o no se hace” o “Ya he tomado una decisión, no intentes hacerme cambiar de opinión”?

Radio Adventista
0 comments… add one

Leave a Comment

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.