7. El pacto con Abraham (2T 2022— Génesis)
Textos bíblicos: Gén. 15–19:29; Rom. 4:3, 4, 9, 22; Gal. 4:21–31; Rom 4:11; Rom. 9:9; Amos 4:11.
Citas
- Justos son los caminos de Dios, Y justificables para los hombres. Juan Milton
- Tratamos a Dios como la policía trata a un hombre cuando ha sido arrestado; cualquier cosa que haga será utilizada como prueba en su contra. C.S. Lewis
- Sería mejor no tener ninguna opinión de Dios que una indigna de él; porque la primera es sólo incredulidad, la otra es desprecio. Plutarco
Para debatir
¿De qué manera podemos ver este acuerdo como relevante para nosotros hoy en día? En esta historia, ¿qué podemos ver respecto a cómo nuestras elecciones pueden interferir con el plan divino? ¿Cómo podemos “arreglarlo” por Dios? ¿Qué hay de la risa de Sara? ¿Qué Revela la experiencia de Agar sobre Dios? ¿Qué aspecto tiene Dios en la historia de Sodoma y Gomorra? ¿Cómo ilustra esto la gran controversia?
Resumen bíblico
El largo pasaje de Génesis 15-19:29 presenta el acuerdo de Dios de bendecir a Abrahán, junto con el intento de Abrahán y Sara de hacer realidad la promesa de un hijo. En Romanos 4 y 9, Pablo explica cómo funcionó este acuerdo. En Gálatas 4:21-31 Pablo utiliza a Isaac e Ismael para contrastar al libre y al esclavo. En Amós 4:11 Dios se queja del incumplimiento del acuerdo por parte de Israel.
Comentario
Cuando los ángeles vinieron a visitar a Abrahán y a Sara, continuaron con el mensaje del pacto de Dios: Sara, la esposa de Abraham, tendría un hijo, ¡a pesar de su edad! Recién cuando trató de asimilarlo, le dijeron que estaban en una misión de destrucción contra los pueblos cercanos de la llanura. ¿Qué estaba pasando? Y en uno de esos pueblos Abrahán tenía parientes. Tenía preguntas, claro, pero sabía dónde obtener respuestas. Acude a su mejor amigo, al que le había guiado durante toda su vida, y que no iba a abandonarle ahora. Dios mismo.
Y es Dios quien inicia la conversación, sabiendo lo que hay en la mente de Abrahán. “Hay muchas quejas contra Sodoma y Gomorra porque pecan descaradamente. Voy a ver si estas quejas que me han llegado son completamente ciertas. Sabré si no lo son”. (Gen.18:20,21 VBL). ¿Necesitaba Dios hacer eso? ¿Acaso no sabía lo que estaban haciendo? Entonces, ¿por qué explicarle a Abrahán que estaba “verificando las cosas”? Por el bien de Abrahán. Para que este amigo en el que Dios confiaba supiera que él estaba haciendo las cosas de la manera correcta. Para que supiera lo que estaba a punto de suceder y no malinterpretara las acciones de Dios.
Eso es muy fácil de hacer. Mirar a tu alrededor y pensar: “No sé por qué Dios hizo eso. Si yo fuera Dios habría hecho algo diferente. ¿Por qué Dios hizo eso?”. Preguntas que pueden herir nuestra confianza en Dios porque no entendemos sus acciones, sin ver sus razones o sus motivos. Así que Dios prepara a Abrahán. Esto no debe ser una acción de capricho divino, una acción arbitraria de algún dictador celestial. Dios quiere que Abrahán vea la causa y el efecto, y que actúe en la destrucción de Sodoma y Gomorra de la manera que siempre lo hace: por amor. Abrahán conoce a Sodoma y Gomorra. Sabe lo que están haciendo. Pero no se deleita (como algunos de nosotros) en el castigo de los malvados. No se frota las manos con regocijo y pide estar allí para verlos “recibir su merecido”. No está con los discípulos diciendo “Señor, que llueva fuego sobre ellos”. Lo sabe, pero sigue hablando con Dios.
Porque no sabe si son todos malos. A lo mejor todavía se están arrepintiendo. Tal vez algunos todavía se arrepientan. Así que empieza a negociar con Dios, no pidiendo una cancelación de la destrucción para los que no van a cambiar, sino una extensión de la misericordia para los que podrían hacerlo. Pregunta, con mucha cortesía y tacto: “¿En serio vas a destruir a las personas buenas junto con las malvadas?” (Gén. 18:23 VBL). Aunque está triste por la pérdida de los culpables, Abrahán no está suplicando por sus vidas. Sabe que cada individuo tiene libre albedrío, y al final es responsable de los resultados de sus propias elecciones. No. Abrahán está preocupado por los que pueden ser inocentes, y -al no poder juzgar los corazones (algo que todos debemos recordar)- no sabe si esta terrible destrucción puede acabar con los que no son culpables. Pero detrás de la pregunta hay una idea mucho más significativa. ¿Puede Dios (si es como dice) destruir a los inocentes junto con los malvados? ¿Qué diría tal acción sobre la naturaleza de Dios? ¿Se puede permitir la pérdida de unos pocos hijos inocentes para que la mayoría de los hijos malvados reciban su merecido? ¿Seguiría siendo Dios? Y así Abraham expone su caso hipotético. “¿Qué si hay cincuenta buenas personas en la ciudad? ¿Vas a destruir la ciudad a pesar de que haya cincuenta personas buenas allí?” (Gén 18:24 VBL).
Cincuenta es (al menos a los ojos de Abrahán) una cifra lo suficientemente grande, ¡incluso si se preguntaba si en realidad había cincuenta personas inocentes en la ciudad! ¿Qué pasaría con la verdad y la justicia si Dios ordenara la ejecución de cincuenta personas inocentes? ¿Qué pasaría, incluso en nuestro corrupto sistema de justicia, si un juez condenara erróneamente a muerte a cincuenta personas? Pero Abrahán revela mucho más de su comprensión de Dios en lo que dice a continuación: “¡No, no puedes hacer algo así! No puedes matar a los buenos con los malos…” (Gén. 18:25). ¿Se imaginan hablarle a Dios de esa manera? “¡Dios, no puedes hacer eso! Es imposible”. Decirle a Dios lo que puede y lo que no puede hacer -seguramente sólo podemos hacer eso si realmente somos buenos amigos de Dios. Sólo aceptamos “consejos” así de los amigos, y aun así es fácil ofenderse. ¿Se ofendió Dios? Aquí tenemos a un simple mortal desafiando su decisión divina. ¿Le respondió con un trueno? “¿Cómo te atreves a cuestionar mis decisiones? ¿Sabes con quién estás hablando?” Como la Reina de Corazones en Alicia en el País de las Maravillas, ¿gritó en respuesta: “Que le corten la cabeza”? No. Por supuesto que no. Porque Dios no es así. Y Abrahán sabía con quién estaba hablando. Y sabía que Dios nunca podría destruir a los inocentes, aunque fueran “pocos”. Sabe que “el juez de toda la tierra tiene que actuar con justicia”. (Gén. 18:25).
Comentarios de Elena de White
Con profunda reverencia y humildad rogó: “He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza”. En su súplica no había confianza en sí mismo, ni jactancia de su propia justicia. No pidió un favor basado en su obediencia, o en los sacrificios que había hecho en cumplimiento de la voluntad de Dios. Siendo él mismo pecador, intercedió en favor de los pecadores. Semejante espíritu deben tener todos los que se acercan a Dios. Abraham manifestó la confianza de un niño que suplica a un padre a quien ama. {Historia de los Patriarcas y Profetas, P. 118}