La visión dada a Daniel en el Capítulo 7 deja en claro que un reino no de este mundo se establecerá algún día, con el Hijo de Dios como su comandante supremo. El hecho de que sea eterno revela su naturaleza divina. Los reinos y las naciones terrenales llegan a su fin en algún momento, pero su reino celestial durará para siempre.
El acceso al Árbol de la Vida que Adán y Eva disfrutarán originalmente en el Jardín del Edén serán restaurados, y la estrecha compañía en la presencia de Dios será una vez más nuestro en este “dominio eterno”. Genesis, la historia de nuestro comienzo, concluirá con la historia de nuestro final en el Libro de Apocalipsis. Entonces, las visiones de Juan podrían considerarse como la reversión del relato de Moisés de nuestra creación.
Los humanos han intentado repetidamente controlar el planeta a través del autogobierno, pero estas naciones experimentales nunca han funcionado bien y a menudo han fallado miserablemente. Sus vanos esfuerzos solo empeorarán nuestras trágicas condiciones en la tierra hasta que el “reino eterno” de Dios se convierta en una realidad (Daniel 7:27).
