Efesios 2: 1-3 se centra en nuestro triste y decaído estado antes del rescate de Dios. En los dos primeros versículos, Al igual que Adán y Eva, que se escondieron de Dios después de su desobediencia, nosotros también tendemos a separarnos de Dios cuando hacemos cosas tontas y pecaminosas. El corazón sin avivamiento no encuentra felicidad en la presencia de Dios. Nuestra comunión con él está estropeado y finalmente estamos separados de él a través de nuestras propias elecciones egoístas.
Lo que contribuye a ese lamentable estado de muerte son dos fuerzas externas: las formas predominantes del mundo (que ofrecen placeres temporales) y los poderes sobrenaturales de la oscuridad (a saber, Satanás y sus legiones de ángeles desobedientes). Ambas fuerzas los habían puesto a ellos y a nosotros en el camino hacia la muerte eterna y la destrucción.