Una cosa que cambia cuando nos convertimos en una nueva persona en Cristo es a menudo nuestro discurso. En lugar de un lenguaje enojado, amargado, corrupto, asqueroso, de solo llevar cuentos y mentiras sobre nuestros vecinos, con el Espíritu Santo estamos permitidos para experimentar un cambio tan interno que otros se dan cuenta de que estamos cambiados de una manera real y pronunciada, interiormente.
Así, Pablo nos lleva de vuelta al tema de la unidad en la iglesia. Al mantener nuestro discurso puro y amable, lleno de gracia y perdón, fomentamos la unidad y el amor por los de la familia de nuestra iglesia…
El apóstol reconoce que la ira es a veces un resultado inevitable de nuestras diferencias personales con las personas, pero nos aconseja a no pecar cuando estamos enojados y no nos mantenemos enojados con alguien.”No dejes que el sol salga de tu ira” (Efesios 4:26), aconseja Pablo. La ira puede convertirse en un pecado completo, cuando no lo tratamos adecuadamente, ayudado por el Espíritu Santo.
Pablo confía tanto en el poder del Espíritu que trabaja en nuestros corazones que incluso se imagina a los ladrones que pueden reformar y trabajar duro para beneficiar a los necesitados, una forma poderosa de presenciar y hacer crecer una iglesia.