Hebreos 6:6 contiene una situación perturbadora cuando menciona el crucificar al Hijo de Dios y ponerlo en vergüenza abierta. Definitivamente algo ha sucedido en nuestra relación con Dios para que esto suceda. Debemos considerar lo que implica este feo giro de los acontecimientos para el creyente. ¿Cómo nos alejamos de Él y crucificamos a Cristo de nuevo, haciendo imposible ser restaurados?
Después de pruebas particularmente duras, nuestro desánimo puede llevarnos a tomar muchas decisiones de comportamiento imprudentes. Incluso es posible llegar al punto de rechazar voluntariamente la misericordia y el poder de Dios para salvarnos. Más que alejarnos ocasionalmente y realizar inadvertidamente un acto pecaminoso, nos convertimos en uno de los que crucificaron a Cristo y lo avergonzaron en la cruz. Hebreos 10:29 dice que pisoteamos al Hijo de Dios cuando hacemos esto/
Pablo les estaba advirtiendo sobre esta posibilidad, para que no tuvieran que ir por ese camino.
Hebreos 6:4-6 es similar a la advertencia de Hebreos 10:26-29. Ambos pasajes hablan de las temibles consecuencias de caer, rechazar la misericordia y la ley de Dios y pecar voluntariamente, lo que equivale a pisotear al Hijo de Dios y convertirse en su adversario. Es imposible que experimentemos el arrepentimiento cuando estamos en una condición espiritual tal que el Espíritu Santo, que trae el arrepentimiento, ya no es bienvenido en nuestra vida.
El resultado de este tipo de alejamiento será el mismo que el de todos los que se niegan a venir a Dios en humildad y arrepentimiento, buscando el perdón de sus pecados reconocidos. Pablo tenía motivos para preocuparse de que esto les ocurriera a los asediados y desanimados santos en medio de sus persecuciones y dificultades. Su sufrimiento era real, y también lo era el peligro de que dieran la espalda a la fuente misma de su salvación.
Esta advertencia es para todos los que se han acercado a Dios con un sincero y sentido remordimiento por su pecado. También nuestra fe puede decaer, sobre todo con los interminables esfuerzos de Satanás por reconquistarnos. Esto nos dice que estamos seguros de nuestra salvación sólo en la medida en que permanezcamos firmes en nuestra fe y práctica cristianas, algo en lo que todo creyente debería pensar.