Felipe el evagelista. El evangelismo en los principios de la era Cristiana. Una viva esperanza, bendita esperanza, esperanza de gloria, son calificativos que inflaman la vida indómita de aquellos hombres y mujeres de los días apostólicos. Ninguna cosa fue suficiente poderosa para detener aquella falange incendiada por la esperanza – Cristo Jesús. El escarnio, la prisión, la tortura y la muerte jamás los amedrentaban. Eran presos de esperanza ¡Qué coraje glorioso!
Los siglos hicieron eco en la legendaria remembranza del tiempo; reinos y naciones se yerguen y desaparecen, con todo esta esperanza que ardió crepitante en el corazón de los primeros discípulos, de los valdenses, de los reformadores, de los misioneros, de los hombres y mujeres del movimiento adventista de 1844, llegó hasta nosotros. ¿Es aún para nosotros una viva, bendita y gloriosa esperanza? ¿Somos nosotros también presos de esta esperanza? Si somos, alguna cosa precisa suceder en nuestro vivir.
