Un estudio de la vida de José, con todos sus vínculos familiares disfuncionales, demuestra dos verdades esenciales:
- Una es que Dios no nos abandona, ni siquiera en los momentos más difíciles de la vida. Él estuvo con José a través de todo, porque él eligió a Dios como su Amigo.
- Y la segunda es que a veces las dificultades nos preparan para cosas más grandes en el futuro. Vimos cómo eso ocurrió repetidamente en la vida de José. Hubo momentos bajos, pero también hubo momentos altos que marcaron los acontecimientos de su trayectoria vital. Con el pecado en el mundo en general, esta experiencia de altibajos debe ser esperada.
Nuestra familia puede ser menos que perfecta en cuanto a brindarnos el descanso en Dios que todos anhelamos. Pero hay otra familia a la que queremos. Efesios 2:19 nos recuerda que somos miembros de la “familia de Dios”. Esto significa que nuestra familia también está formada por nuestros hermanos y hermanas de la iglesia. Aunque nuestra familia de la iglesia también nos decepcionará a veces (porque, al fin y al cabo, también son humanos), amplía nuestras posibilidades de encontrar el verdadero descanso en Cristo.
Por esta razón, es importante adorar a Dios corporativamente cuando sea posible, pero también adorarle durante nuestro tiempo devocional privado. Esta pandemia ha traído nuevos desafíos a nuestras prácticas de adoración. Pero, al mismo tiempo, nos ha recordado que la iglesia no consiste en un edificio, sino en seres humanos reales que pueden permanecer conectados de formas inimaginables para nuestros antepasados.
Mientras nos esforzamos por encontrar el descanso en cualquier relación humana “familiar” que esté a nuestro alcance, recordemos que incluso cuando sólo somos Dios y nosotros, podemos alcanzar la paz y el descanso mucho más allá de nuestros sueños. Y eso lo aprendemos de José, el soñador (Génesis 37:18, 19).