“El amor a Dios, el celo por su gloria y el amor a la humanidad caída, trajeron a Jesús a la tierra para sufrir y morir. Este fue el poder que controló su vida. Nos pide que adoptemos este principio”. ~Ellen G. White, El Deseo de Todas las Gentes, p. 330.
Cuando veamos y sigamos el ejemplo de Cristo en las tres cosas mencionadas en esta cita, estaremos en camino de guardar el pacto de Dios. Es la misericordia de Dios la que motiva la relación de pacto que desea con su pueblo. El Salmo 103:17, 18 dice…
“Pero la misericordia de Jehová es desde la eternidad para los que le temen, y su justicia para los hijos, para los que guardan su pacto, y para los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra”.
Esos mandamientos basados en el amor no son características opcionales de este pacto eterno. Así como se esperaba que Adán y Eva obedecieran, y todos los demás patriarcas después de ellos, nosotros debemos confiar y obedecer según el Espíritu nos capacite, para asegurar nuestro destino final.