Cada día de la creación tuvo sus maravillas y Dios proclamó que eran buenas después de cada uno. Estableció el marco que acogería su obra maestra: el hombre y la mujer. El mundo estaba lleno de hermosos pájaros, peces y animales para emocionar a la pareja a la que se le había confiado su cuidado. Su mundo recién creado no sólo era bueno. Era perfecto.
Vemos en el relato del Génesis lo cercano e íntimo que fue el método de Dios para crear a la humanidad. No se limitó a hablar cuando se trataba de esta pareja especial. Se inclinó y moldeó con ternura la forma de Adán e insufló vida en sus fosas nasales. La creación de Eva fue igualmente especial, ya que fue tomada de la costilla de Adán y formada por Dios, mientras Adán dormía la siesta.
Este relato bíblico de la creación, que nos ha llegado a través de Moisés, es muy diferente de cualquier otro relato de la creación en el mundo. En ningún otro lugar se eleva al hombre a la posición que le otorga Dios en el Génesis. Además, Dios deja claro que el sol, la luna y las estrellas, creados en el cuarto día de la creación, están sujetos a su palabra y no son deidades, como han afirmado tantas religiones paganas.
