Asc. Metropolitana MX Lección 4: Un pacto eterno – Sábado 24 de Abril de 2021

Los nombres eran especialmente significativos para las culturas del Cercano Oriente en los tiempos bíblicos. Dios reveló a Abraham el nombre YHWH, pronunciado Yahvé, como una forma muy personal de dirigirse al Dios Creador. En la mayoría de nuestras Biblias, la palabra se traduce como SEÑOR, en mayúsculas, cuando aparece en el Antiguo Testamento. Véase Génesis 15:7.

Aunque hay mucho misterio en torno al nombre Yahvé, la palabra parece ser una forma del verbo “ser”. Esto nos recuerda el nombre “YO SOY”, revelado posteriormente a Moisés. Muchos estudiosos de la Biblia creen que el nombre implica al Mesías, el Hijo de Dios, que vino en carne y murió por nuestros pecados.

El nombre Yahvé, o YO SOY, está vinculado a expresiones utilizadas para referirse a Dios, como “el eterno”, “el que existe por sí mismo” y “el que se basta a sí mismo”. Estos atributos divinos nos ayudan a ver la divinidad de Cristo, que reclamó ese título como propio (Juan 8:57-59). Juan, en su evangelio, apoya la naturaleza eterna y divina de Dios de forma consistente, comenzando en el primer versículo y capítulo (Juan 1:1).

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