El lugar de nacimiento de Jesús indicaba que iba a vivir una vida de pobreza. Las circunstancias le obligaron a nacer en un establo con animales, no en un palacio glorioso, ni siquiera en una casa modesta con comodidades medias para hacer su vida más llevadera.
El hecho de que los padres terrenales de Jesús eran pobres se confirmó en su elección de ofrendas en su primera visita al templo con el Niño: dos tórtolas o palomas (Lucas 2:22-24). No podían permitirse la ofrenda habitual de un cordero. Después de su nacimiento, vivió como un refugiado en Egipto durante unos años. Su ciudad natal, Nazaret, tampoco tenía una buena reputación, lo que demuestra que su entorno social no era bueno. Obviamente, no tuvo la mejor elección de amigos al crecer (Juan 1:46).
Sin embargo, el entorno de Jesús, pobre, inestable y poco saludable, no hizo más que fortificar y moldear su vida adulta de forma positiva. Su crisol comenzó caliente, y sólo se calentó más cuando llegó a la edad adulta.
