El aprendizaje es algo que hacemos durante toda nuestra vida. Desde la infancia hasta la vejez, estamos constantemente cambiando y adaptándonos para reflejar lo que entendemos de Dios.
Al principio, nuestros hogares son el principal lugar donde recibimos nuestra educación. Por lo tanto, es de vital importancia que los niños reciban los principios de la ley de Dios, no sólo en sus mentes, sino en sus corazones.
Los valores y la moral que adquirimos temprano en la vida a través de nuestros padres establecen el escenario para nuestra posterior capacidad de relacionarnos con Dios, y recibir su mayor bendición, la de la salvación a través del Hijo de Dios.
Canciones, oraciones e historias de la Biblia pueden ser llevadas al nivel del niño y ayudan a guiar las muchas elecciones que hacemos en la vida. Qué deber tan solemne tienen los padres de poner a disposición de la juventud que Dios les ha confiado una verdadera educación.
Verso de la memoria: “Hijo mío, escucha la instrucción de tu padre y no abandones la ley de tu madre”. Proverbios 1:8 LBLA
Vemos en este versículo que tanto las madres como los padres tienen la responsabilidad de transmitir lecciones de fe y obediencia a sus hijos. Pero, por supuesto, es la prerrogativa del niño escuchar y obedecer esas instrucciones.
Nuestro objetivo constante debe ser mejorar nuestras relaciones familiares y fomentar el conocimiento de Dios, en cualquier etapa del crecimiento religioso en que nos encontremos.