Los que vivimos en los últimos días hemos recibido la llamada a adorar al Creador (Apocalipsis 14:7). Durante bastante tiempo, el pueblo de Dios ha descuidado honrar Su creación al no adorar en el séptimo día, el día que Dios nos dio para descansar y recordarlo. Dios previó esto cuando le dio a Moisés los Diez Mandamientos. El Cuarto Mandamiento comienza con: “Acuérdate del día de reposo…” (Éxodo 20:8).
Pero nuestra llamada a adorar al Creador no disminuye nuestra necesidad de recordar la muerte de Cristo en la cruz, el acontecimiento que hizo posible nuestra re-creación. Dios también tiene el poder de hacernos nuevas criaturas. Debemos recordar que fue nuestro Creador quien murió en aquella cruz, como han subrayado Pablo y tantos otros escritores del Nuevo Testamento.
Tenemos mucho que agradecer a nuestro Señor. La llamada a la adoración, que se encuentra en Apocalipsis 14, es una llamada a recordar todo lo que Él ha hecho por nosotros. Tanto la vida que nos dio como la muerte que sufrió fueron para nuestro beneficio. Esta adoración inclusiva de todo lo que Dios ha hecho nos fortalecerá en saber que Él continuará haciendo todo lo posible para salvarnos en estos últimos y difíciles días en la tierra.
Versículos de la Biblia:
Filipenses 2:6-8
- ¿De qué manera la vida humilde y obediente de Cristo nos inspira a ser humildes y obedientes?
- ¿Por qué son tan importantes la humildad y la obediencia? ¿Qué ocurre cuando falta una de ellas?
Adorar al Creador nos lleva al corazón mismo del gran conflicto entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás. A quién adoramos es la esencia de lo que somos. ¿Seremos siervos de Dios o peones de Satanás? El resultado de nuestra elección es crudo y aterrador si no ponemos nuestra lealtad con el Ser que nos creó y murió por nosotros.
Dios, nuestro Creador, tiene un plan para nuestras vidas. Él nos creó y continúa sosteniéndonos cada día que vivimos. Nos envía al Espíritu Santo para guiarnos en su plan cuando le dejamos entrar en nuestros corazones. Esta debe ser nuestra elección diaria: adorar al Creador, el único Dios verdadero del universo.
