Libro Complementario Capitulo 10 “La Creación y el cuidado ambiental” L. James Gibson – para el sabado 9 de marzo

Cada persona pensante reconoce la importancia de cuidar nues-tro, ambiente. Dependemos de él para generar nuestro alimen-to, aire y agua, para los materiales que usamos para vestirnos, y para la vivienda, el transporte y la comunicación. La Biblia identifica a Dios como el proveedor máximo de todas estas cosas. Y la historia de la creación registra el nombramiento del hombre como el mayordomo encargado de cuidar de todo esto. Como mayordomos, somos cuidado-res en nombre del Creador. Sería necio de nuestra parte ser descuida-dos en administrar nuestras responsabilidades; y sería igualmente ne-cio considerar los regalos como mayores que el Dador. Los cristianos, a veces, han sido culpables de ambos errores. Actualmente, la salud de nuestro ambiente está amenazada, y es nuestro deber que desarrolle-mos respuestas basadas en la Biblia para las cosas que amenazan la sa-lud de nuestro ambiente.
Las responsabilidades de la humanidad hacia el medioambiente se identifican por primera vez en la historia de la Creación. Cuando Dios creó a Adán y a Eva, les dio una triple tarea, con la forma de bendición (Génesis 1:28). Cada una de las tres partes de esta tarea tiene implica-ciones para el ambiente.
La primera, Dios les dijo a Adán y Eva que debían “llenar 1 la tierra”. Dios repitió esta parte de la tarea a Noé después del Diluvio (Génesis 9:1), aun cuando la tierra había sido maldecida y su superficie arrasada. Dios podría pedirnos que no hagamos lo mismo hoy: hay un límite en cuanto al número de personas que la Tierra puede sostener. Y parece-mos estar cerca de ese límite, aun cuando aparentemente haya buenos recursos para sostener la población global; siempre que esos recursos fueran distribuidos gratuita y equitativamente.
La segunda, Adán y Eva habían de “subyugar” (kabásh) la tierra. La palabra hebrea significa literalmente “poner bajo control”, como cuan-do un rey “subyuga” sus dominios (cf. 1 Crónicas 22:18). Esto requiere de una cuidadosa disposición de casas, granjas y tierras sin cultivar, y una administración adecuada del suelo y del agua. Hecho de la manera correcta, el resultado hubiera sido una tierra pacífica y productiva.
La tercera, la pareja humana recibió el dominio (radáh) sobre las otras criaturas que vivían sobre la Tierra, sea en el mar, en el aire o en la tie-rra. La idea, aquí, es la de gobernar. Los buenos gobernantes piensan siempre en los mejores intereses de aquellos a quienes gobiernan, mien-tras que los malos gobernantes, solo en sus propios beneficios. Dios go-bierna para el beneficio de todas sus criaturas; nosotros, designados como sus mayordomos, deberíamos hacer lo mismo.
Génesis 2 identifica algunos otros aspectos del rol que Dios asignó a los seres humanos. En el principio, dio a Adán la tarea de dar nombres a los animales. Adán llamó (qara’; Génesis 2:19) a los animales por sus nombres. Esto es un paralelo de lo que Dios hizo al dar nombre al día y a la noche, al cielo, la tierra, y el mar (Génesis 1:5, 8, 10). Esto indica que Dios dio a Adán el dominio sobre los animales, pero no sobre el am-biente físico.
Cuando Dios puso a Adán en el Jardín del Edén, usó otros dos tér-minos al indicarle sus tareas. Adán debía “labrar” (‘abad) el Huerto (Gé-nesis 2:15). El servicio de Adán en el Huerto incluiría la tarea de cuidar de las plantas y mantenerlas bajo control. A su vez, el Huerto le “servi-ría”, al proveerle la comida para él.
Dios también le indicó a Adán que debía “cuidar” o “guardar” (sha-már) el Jardín. La misma palabra se usa para la tarea que Dios asignó que realizara el querubín después de que Adán y Eva pecaron: el que-rubín debía “guardar” el camino al árbol de la vida (Génesis 3:24). Esto implica que el mandato de Adán había de ser benevolente. Había de guardar el Huerto y, por implicación, el mundo entero, contra la intru-sión de cualquier cosa mala. Tristemente, Adán falló en esta tarea: permitió que el diablo tuviera acceso al mundo; lo cual, como sabemos, resultó en un gran daño tanto para el ambiente de la Tierra como para las criaturas que viven allí.
Un mayordomo es alguien nombrado con el objeto de realizar una responsabilidad en nombre del dueño de alguna propiedad. Para ser un buen mayordomo, una persona necesita ser capaz de manejar la propiedad de la manera que lo desea el dueño. Como Dueño de la Tie-rra, Dios designó a Adán y a sus descendientes para ser sus siervos; y los equipó para esa tarea dotándolos con su imagen. Esto incluía las capacidades necesarias para proveer un gobierno responsable y bené-volo, cultivar relaciones sanas y ejercer un juicio moral apropiado. El dominio de la humanidad requiere de una mente clara, un cuerpo sano y una actitud benévola hacia los gobernados. Estos atributos eran parte de la imagen de Dios, expresada en los seres humanos.
Un buen mayordomo procurará comprender la voluntad de su due-ño y ejercerá todo esfuerzo a fin de satisfacer los deseos del dueño. ¿Cuál es la voluntad de Dios para la creación? Obviamente, Dios desea que exista, porque él la creó (Apocalipsis 4:11). Como buenos mayor-domos, cooperaremos en mantener la existencia de lo que Dios ha creado.
Dios ha declarado la razón por la que él creó la tierra: “para que fue-se habitada” (Isaías 45:18). Siendo que Dios intencionalmente creó la Tierra con el propósito de que los seres humanos existan para su gloria (Isaías 43:7), sus mayordomos estarían violando su voluntad si fuesen a destruir la creación que él quiso para que proveyera las cosas que la gente necesita. Los seres celestiales afirman esto, pidiendo a Dios que acabe con el pecado y que destruya “a los que destruyen la tierra” (Apocalipsis 11:18). Estos textos deberían guiarnos en nuestro pensa-miento, mientras desarrollamos principios de buena mayordomía.

La mayordomía y el cuidado de las demás criaturas
Dios se preocupa por sus criaturas, y sus mayordomos también de-berían hacerlo. Génesis describe la creación de diversos tipos de criatu-ras de tal manera que muestran que Dios deseaba que ellas llenaran la tierra y el mar (Génesis 1:22, 28). Dios mostró su interés continuado en el bienestar de los animales, al proveerles lo que necesitaban para po-der sobrevivir (Salmo 104). Después de crear los animales del aire y del agua, Dios los miró y declaró que eran “buenos”. Otra vez, después de crear los animales de la tierra, Dios los llamó “buenos”. Porque Dios considera bueno que la tierra esté llena de diversas criaturas, debería-mos considerar buena su existencia, aunque ahora vivan en un mundo caído.
Dios se interesa por los animales aun en su condición caída. Cuando ordenó a Noé que construyera un arca, le indicó que la edificara lo sufi-cientemente grande para salvar a los animales así como a la gente, indi-cando que él quería que sobrevivieran la catástrofe (Génesis 6:19-7:3).
Y cuando terminó el Diluvio, Dios “se acordó” 2 no solo de Noé, sino también de “todos los animales, y de todas las bestias que estaban con él en el arca” (Génesis 8:1).
Note, también, que cuando Dios le dio a Israel el Mandamiento so-bre el sábado, dijo que los animales domésticos habían de descansar en ese día junto con la gente: indicó que la gente debía trabajar seis días y descansar el séptimo, “para que descanse tu buey y tu asno” (Éxodo 23:12; ver también Éxodo 20:10): En las instrucciones de Dios con res-pecto al año sabático, vemos una preocupación similar por los anima-les. Los israelitas habían de dejar la tierra sin cultivar cada séptimo año, y dejar que los pobres y las bestias de la tierra comieran lo que quisie-ran (Éxodo 23:11; Levítico 25:4-7).
El libro de Job revela que Dios se goza en las criaturas que él formó. Desafió a Job al señalar su propio conocimiento y cuidado por sus cria-turas, dándole ejemplos específicos (Job 38:29 a 39:30). Habló de la fuerza del búfalo y del caballo, la velocidad del avestruz y el vuelo del gavilán, y destacó la provisión de alimento para el león y el águila, y del alimento y la libertad del asno montés.
Dios, luego, describe con más detalle a dos criaturas impresionantes: el behemot y el leviatán. Dijo: “He aquí ahora behemot, el cual hice como a ti” (Job 40:15; la cursiva fue añadida). Esto parece querer impresionar a Job en cuanto a que, así como Dios valoró a Adán y a Eva, también valora al behemot y a los otros animales que él creó; no significa que él los valoró por igual, sino que aprecia a ambos. 3 La otra criatura que Dios alegremente le describe a Job es el leviatán. Otra vez, su identidad es incierta, pero en este caso el cocodrilo es el mejor candidato. 4
La mayordomía humana comprende el cuidado de los animales y la preocupación por su bienestar. Esto se extiende aun a aquellas criaturas que realmente tememos.
Probablemente, la amenaza más importante para la vida silvestre hoy es la destrucción de su hábitat. Como buenos mayordomos, debe-ríamos buscar maneras de preservar la diversidad de las criaturas de Dios resguardando los hábitats adecuados y asegurando que haya lo necesario para que vivan los animales de esas regiones. Esto, a veces, significará que tendremos que tomar decisiones difíciles: por ejemplo,  si destinar un área para uso de los seres humanos o preservarla para el beneficio de los animales silvestres. Demasiado a menudo, tales deci-siones se hacen solamente por razones financieras, en vez de tomarlas sobre la base de las necesidades reales tanto de los humanos como de los animales silvestres. Una buena mayordomía no está basada en la codicia, sino que considera seriamente las necesidades de todas las par-tes afectadas.
Aunque debemos cuidar tanto de los animales domesticados como de los silvestres, no deberíamos hacerlo a expensas de la vida humana. Los animales que matan humanos han de ser muertos (Génesis 9:5, 6). Al hacerlo, se reduce la amenaza hacia los humanos, impidiendo el desarrollo de animales que coman hombres; y ayudando a reducir la probabilidad de desarrollar animales con una tendencia genética hacia tal conducta.
Algunas veces, podríamos vernos obligados a reducir el número de los animales a fin de mantener la salud de la población o lograr un equilibrio armonioso en la naturaleza. Cuando esto sea necesario, debe-ría hacerse de la manera más misericordiosa posible.

La mayordomía y el cuidado del medioambiente físico
El Creador ha provisto el medioambiente físico necesario para sos-tener la vida, y está preocupado por la manera en que cuidamos de la tierra, el aire y el agua. Él no nos ha dado el poder de controlar el mar, la atmósfera o los continentes, pero somos capaces de corromper la su-perficie de la Tierra por medio de prácticas ambientales deficientes, de modo que no debemos ignorar nuestra responsabilidad en cuanto a mantener un medioambiente físico saludable.
Se han escrito centenares de libros y de artículos sobre el tema del cuidado del medioambiente, y el lector interesado puede fácilmente encontrar información adicional. Aquí, consideraremos brevemente so-lo dos aspectos de este tema: los efectos de la contaminación y el con-sumo excesivo de los recursos de la Tierra.
La contaminación del medioambiente ha alcanzado tal proporción que está afectando la salud tanto de los seres humanos como de los animales. El escape de los automóviles, los camiones, los aviones y las emanaciones de las fábricas introducen productos químicos nocivos en el aire. Estos irritantes y toxinas químicas pueden producir enfermeda-des en los animales que los respiren, pueden afectar el crecimiento de  las plantas, y aun pueden matar personas de salud débil. Las partículas emitidas al aire finalmente se asentarán, pero entonces pueden causar daños adicionales en forma de lluvias ácidas, y acidificar lagos, lo que atrofia el crecimiento de peces y de otros organismos acuáticos.

Otra fuente importante de contaminación son los desperdicios sóli-dos de los hogares y las fábricas. Por ejemplo, las bolsas y las botellas plásticas que resisten durante años la degradación y tienden a acumu-larse en el medio. Pueden ser llevadas a los ríos y finalmente a los océanos, donde se acumulan. Este problema ha alcanzado proporciones tales que alguien ha denominado a una parte del Océano Pacífico Norte “El Gran Basural del Pacífico”. 5 Se estima que en la superficie de esa región flotan cien millones de toneladas de basura: trozos de plástico, barro químico y una variedad miscelánea de basura. Tanto los plásticos como los productos químicos dañan la vida silvestre que los traga. Sin dudas, los efectos llegarán a ser peores a medida que más basura al-canza el océano Pacífico.
Podemos ayudar a cuidar de nuestro ambiente limitando el consu-mo de recursos naturales, y con ello reduciendo nuestras exigencias so-bre el medioambiente. Una manera sencilla de hacerlo es reciclando materiales tales como plásticos, papel y metales. El reciclado produce un beneficio adicional de reducción de la contaminación, especialmen-te, la acumulación de productos plásticos en el ambiente.
Otro buen hábito es vivir de forma sencilla. Si compramos solo las cosas que realmente necesitamos, las guardamos y las utilizamos du-rante la mayor cantidad de tiempo posible, ayudaremos a limitar las demandas sobre el ambiente físico. Consumir alimentos vegetales en lugar de los alimentos de origen animal también ayuda. Se necesita mucha más agua y energía para criar animales que para cultivar plan-tas. (Las dietas basadas en vegetales benefician no solo el ambiente, sino también la salud humana.)
Cuidar del ambiente físico es parte de nuestra responsabilidad como mayordomos. La salud y el bienestar de las generaciones futuras, tanto de animales como de seres humanos, depende de la manera en que ahora tratamos al medioambiente. Esto debería motivarnos a vivir en forma sencilla y responsable, administrando cuidadosamente nuestro consumo, nuestros desperdicios hogareños y otras fuentes potenciales de contaminación.

La mayordomía y el cuidado del bienestar humano
La mayordomía también involucra el cuidado de la salud y el bie-nestar de las personas. El cuidado de Dios por la humanidad se expresa de muchas maneras. Él provee lo que necesitamos para la vida (Mateo 6:33). 6 Da instrucciones acerca de cómo cuidar nuestros cuerpos a fin de que sean fuertes y sanos (por ejemplo, Levítico 11-15; ver también Génesis 1:29; Levítico 7:15-27; Números 19:11-22; Deuteronomio 23:12-14; Hechos 15:20). Y provee informaciones que dan propósito a nues-tras vidas y esperanza para el futuro (Juan 14:1-3; cf. Génesis 12:1-3; Isaías 11; Daniel 2:44). Como mayordomos de Dios, tenemos responsa-bilidades, entre las que se encuentran cooperar con él en todas nuestras actividades.
Se nos ha llamado a cooperar con Dios con el fin de proveer a las ne-cesidades de la vida de los que están carenciados. El ministerio perso-nal es la manera más efectiva de hacer esto. Hay personas necesitadas -viudas ancianas, familias de padres o madres solos, presos, o personas con limitaciones- dentro del alcance de cada uno de nosotros. Si man-tenemos abiertos nuestros ojos, encontraremos muchas oportunidades de ayudar. Podemos ayudar indirectamente, también, al contribuir con dinero, tiempo y materiales a organizaciones que ministran a los nece-sitados. De este modo, los beneficios del ministerio pueden multiplicar-se.
Los mayordomos de Dios cooperarán con el Señor en el cuidado de sus propios cuerpos y en ayudar a otros a comprender las reglas de la buena salud. Los ciudadanos del mundo occidental, donde gran parte de la dieta consiste en “comidas rápidas”, ricas en azúcar y grasas, es-pecíficamente necesitan desarrollar buenos hábitos de alimentación. Las comidas rápidas aumentan el problema de la diabetes, que en al-gunas áreas aflige ahora a la mayoría de la población. Cuidar de otros también significa instruirlos acerca de los beneficios del ejercicio, el aire puro, la luz del sol, el agua pura, el descanso apropiado, etc.; y en al-gunos casos significa ayudar a la gente a obtener ayuda médica.
La salud mental es otro aspecto vital del bienestar humano, y cae dentro del ámbito de la buena mayordomía. Podemos cooperar con el Creador al compartir la esperanza que nos dio en su Palabra. La vida puede parecer sin sentido, y la muerte preferible, para personas que se sienten aplastadas por las cargas que llevan y que no tienen esperanza para el futuro. Dios nos hizo promesas para el futuro. Nos dio una razón para vivir y una base para la esperanza. El pecado dañó el hermoso mundo que él creó, pero este mundo no quedará en su condición actual para siempre. Dios ha prometido un futuro brillante para todos los que confían en él. A muchos les gustaría oír esta buena noticia. Podemos cooperar con el Creador, señalándoles las promesas de Dios y mos-trándoles, por medio de nuestra propia vida, que nosotros mismos creemos en ellas.
Contribuir a la salud y al bienestar de la humanidad es una parte importante de la obra de aquellos que desean ser mayordomos del Creador. Nos llama para ministrar a los enfermos, para aliviar el sufri-miento de los pobres y los que tienen desventajas, y para invitar a otros a seguirlo a él (Isaías 58:6-12; Miqueas 6:8; Mateo 25:31-46; 28:18-20).

Conclusión
La doctrina bíblica de la Creación afecta la forma en que cumplimos nuestro rol como mayordomos. Buscamos, por nuestra conducta, se-guir el ejemplo de nuestro Creador, que asigna valor a todas sus criatu-ras, pero a los seres humanos más que a los demás (Lucas 12:7). La doc-trina de la Creación nos ayuda a mantener un enfoque equilibrado de la mayordomía. Ella nos dice que debemos evitar el extremo de mostrar un descuido indiferente por el ambiente, de tratarlo nada más que co-mo una fuente de ingresos para nuestra codicia y explotación; y debe-mos también evitar el otro extremo, de considerar a la naturaleza como divina y digna de adoración, y pensar que los animales tienen el mismo valor que la gente.
Este mundo físico tiene gran valor, porque fue hecho por el Dios que nos creó a nosotros y que ama a su creación. Fue hecho para nuestro beneficio, y nosotros hemos sido designados para cuidarlo. Eso es lo que significa ser un buen mayordomo.

Referencias
1 En hebreo, malé’, llenar, satisfacer.
2 En hebreo, zakár. La misma palabra se usa en Génesis 19:29, que dice que “Dios se acordó” de Abraham y salvó a Lot de la destrucción de Sodoma; y en Éxodo 2:24, que dice que Dios “se acordó” de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob, y se prepa-ró para liberar a los israelitas de la esclavitud de Egipto.
3 Qué animal era el behemot es incierto, pero el hipopótamo es un probable candi-dato. Tanto el behemot como el hipopótamo se alimentan de pasto, son grandes y fuertes, viven cerca del agua y no se preocupan por la velocidad del río. Algunos
han objetado que el hipopótamo tiene una cola pequeña, no como un cedro, que es un árbol. Pero el texto no dice que la cola sea como un cedro. Dice que el behemot mueve su cola como un cedro (Job 40:17). No hay base para suponer que el behe-mot era una clase de dinosaurio. Se han encontrado hipopótamos fósiles en el valle del Jordán. Tchernov, E. “The paleobiogeographical history of the southern Le-vant”, en Y. Yom-Tov y E. Tchernov, eds., The Zoogeography of Israel, Boston: Dr. W. Junk Publishers (1988), p. 213.
4 Tanto el cocodrilo como el leviatán viven en el agua, tienen dientes y placas im-presionantes, no tienen temor, y son demasiado fuertes y salvajes como para que un ser humano pelee contra ellos (Job 41:1-34). Sin duda, debemos considerar la declaración de que el fuego y el humo que salen de sus narices son metafóricos, y otra vez, no hay base para pensar que esta descripción sea una referencia a un di-nosaurio. Los cocodrilos son nativos de Israel, hasta que el último fue muerto a ba-lazos en los primeros años del siglo XX. Ibid., p. 230.
5 Ver http://en.wikipedia.org/wiki/Great_Pacific_Ocean_Garbage_Patch. Otros océanos también tienen “sectores de basura”.
6 Lo que se ve en las provisiones de la semana de la Creación.

Radio Adventista
1 comment… add one
  • La lectura del libro complementario esta desactualizada, favor hacer las correcciones de lugar para que al inicio de semana este la que corresponda.

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