Dios puso delante de toda la nación de Israel su Plan de Salvación. No solamente para ellos, sino para todos los pecadores. Para que pudiesen comunicar con poder la invitación de Dios, debían apartarse de todo pecado, tornando práctica la observancia de su ley. Entonces afirma de modo categórico que este proceso es realizado por medio de su poder transformador: No hay ningún poder legal en la observancia de la ley moral, concediendo méritos al pecador para ser aceptado y salvado. Todo el proceso salvador es de Dios, y la obediencia a los preceptos morales es la evidencia delante de los otros pecadores de la acción transformadora del poder de Dios.
