Jesús le dijo a sus seguidores que fueran la sal de la tierra y las luces del mundo nos muestran su deseo de una comunidad que enseñara a la gente sobre Dios. La iglesia es el vehículo elegido por Dios para difundir el evangelio y permitir que todos conozcan el plan de salvación.
No importa dónde se reúna el pueblo de Dios, su propósito debe ser acercarse a Dios. Nuestra relación con Él se vuelve más positiva al mismo tiempo que nuestra relación con los demás. Ambas relaciones, la divina y la humana, están entrelazadas y son necesarias, si queremos cosechar todas las bendiciones del amor que Dios nos ha proporcionado.
Texto de la memoria: “Tampoco buscamos la gloria de los hombres, ni de ti ni de los demás, cuando podríamos haber hecho demandas como apóstoles de Cristo. Pero fuimos amables entre vosotros, como una madre lactante cuida de sus propios hijos. Así que, deseando afectuosamente por ti, nos complació impartirte no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, porque te habías vuelto muy querido para nosotros.” 1 Tesalonicenses 2:6-8 LBLA
Dos frases en este pasaje dicen mucho sobre lo que los apóstoles sentían por la iglesia. Pablo dice que eran “amables entre vosotros” y que “se habían hecho muy queridos” para ellos. Esto sucede cuando Dios trabaja en el corazón. A medida que nuestro amor por Dios crece, también lo hace nuestro amor por los demás. Y cuando el amor falta en nuestras interacciones humanas, nuestro amor por Dios sufre e incluso puede llegar a ser inexistente.
