Tal vez un intento aún más desesperado de hacer frente a nuestros fracasos es huir de Dios. Jacob estaba roto y desesperado después de la forma engañosa en que recibió su primogenitura de su padre Isaac. Huir parecía ser la única forma de salir de su peligrosa situación con su hermano Esaú.
Pero no se puede huir de Dios; Jacob descubrió que Dios viajaba con él. La visión de una escalera subiendo y bajando al cielo no podría haber llegado en mejor momento para el joven problemático. Escuchar la voz de Dios diciéndole que estaría con él, dondequiera que estuviera, debe haber sido muy calmante y fortificante para Jacob. Ver Génesis 28:10-17.
Jesús proporciona la misma influencia calmante para sus hijos hoy en día. Él calmó el Mar de Galilea una noche, pero lo más importante es que nos calma a nosotros. Depende de nosotros dejar de huir de Dios y empezar a escucharle. Él siempre está ahí, como cuando estaba durmiendo en el fondo de la barca con sus discípulos esa noche de tormenta. Todo lo que tenían que hacer era pedirle ayuda y dejar de intentar salvar el barco por su cuenta.
