Es fácil ver el amor de Dios a través de la vida y la muerte del propio Hijo de Dios, Jesucristo. La misericordia de Dios brilla desde la cruz del Calvario con una claridad indescriptible para la humanidad inmerecida.
Pero hay otro rasgo del carácter de Dios que equilibra y apoya aún más ese amor. Su justicia es transparente y completa, y el castigo de los malhechores es justo y misericordioso. Ambas facetas del carácter de Dios, su justicia y su misericordia, conforman un Reino inquebrantable que disfrutarán todos los que estén cerca de Él, cuando el plan de salvación esté completo.
Antes de que Dios pronuncie un veredicto, hemos visto que Él investiga a fondo los casos. Buscó en el Jardín del Edén para encontrar a nuestros primeros padres después de que pecaron, esperando escuchar de ellos palabras de arrepentimiento por lo que habían hecho. Antes de ejecutar el juicio sobre Sodoma y Gomorra, visitó a Abraham, asegurándole que se enviarían ángeles para descubrir si había suficientes seguidores suyos allí para evitar el desastre que se avecinaba sobre sus ciudades.
Antes de que Jesús regrese en las nubes de gloria, debe haber un juicio de investigación que ocurra en el cielo para determinar quién se perderá y quién se salvará. Él trae su recompensa con Él cuando viene (Isaías 62:11 y Apocalipsis 22:12).
Pero el juicio aún no ha terminado. Los santos tendrán mil años para hacer su propio trabajo de juicio investigador. Véase Apocalipsis 20:4, 12 y 1 Corintios 6:2, 3. Tendremos la oportunidad de repasar los libros del cielo y verificar que el veredicto y el castigo que exige el pecado es realmente el resultado más justo y misericordioso para el universo.
