Al leer sobre la muerte de Moisés en Deuteronomio 34:5-7, notamos varias cosas que parecen bastante extrañas. Aquí dice que el Señor enterró a Moisés y “nadie conoce su tumba hasta hoy”. Lo que no dice es que duerme o descansa con sus padres, como ocurre con tantos otros relatos sobre la muerte de una persona. Además, nos enteramos de que su vista no se había debilitado, ni su fuerza había disminuido. Moisés tampoco había envejecido y muerto, como la mayoría de nosotros.
En Judas 9, se nos da la explicación más probable de por qué no pudieron encontrar la tumba de Moisés. No era necesaria, pues su cuerpo fue llevado directamente a la Canaán celestial. ¿Habría tenido Miguel esta confrontación con Satanás sobre el cuerpo de Moisés, si su espíritu estuviera ya a salvo en el cielo? No parece ser así.
También hay un relato en Lucas, y también en los Evangelios de Mateo y Marcos, sobre la transfiguración de Jesús en la montaña, cuando Pedro, Santiago y Juan vieron a Jesús hablando en persona con Moisés y Elías. Incluso se nos dice el tema de su discusión. Estaban allí para hablar con Jesús sobre su muerte que iba a ocurrir más tarde en Jerusalén. Véase Lucas 9:28-36.
Estas dos figuras vistas en el monte con Jesús (Moisés, que había visto la muerte y recibió el don de la inmortalidad, y Elías, que fue directamente al cielo en un carro, sin ver la muerte) se piensa que representan a los justos vivos (Elías) y a los que están muertos y resucitan en la Segunda Venida (Moisés).
