La muerte de Jesús en la cruz hizo una declaración definitiva e innegable que verificó la misericordia de Dios. El universo entero, al contemplar esa escena de amor sacrificial, ya no puede cuestionar a Dios sobre si ama a sus seres creados. Demostró sin sombra de duda que nos ama, incluso a los pecadores que le clavaron en la cruz.
Sin embargo, ha sido difícil ver la justicia de Dios hasta ahora en la tierra. Es difícil ver la justicia con tanto sufrimiento y duras pruebas en ambos lados del conflicto entre el bien y el mal. Pero al final, incluso la forma en que Dios trata a los malvados destruyéndolos totalmente, será vista como el resultado más misericordioso para Sus enemigos.
Sólo en el juicio final se conocerá Su justicia y se establecerá plenamente Su Reino. Nuestro lugar en el conflicto será determinado por nuestra humildad y entrega a la voluntad de Dios. Confiando en la justicia de Cristo, podemos convertirnos en uno de los santos victoriosos que dan la bienvenida a Su juicio sin miedo ni arrepentimiento.
Para vislumbrar esa gloriosa escena en la sala del trono celestial, donde tiene lugar el juicio, podemos acudir al libro de Daniel. Él también recibió una visión, similar a la de Juan en Apocalipsis 4. Daniel 7:9, 10 describe al Anciano de Días, con una vestidura tan blanca como la nieve, y miles de ángeles ministrándole. Daniel lo llama un tribunal, lo que implica que se está celebrando un juicio y que se están abriendo libros. Obviamente, una investigación está en marcha en este tribunal celestial.
Este juicio investigador será explorado más a fondo la próxima semana, pero por ahora sólo nos emociona saber que el plan de salvación de Dios está avanzando, y no pasará mucho tiempo antes de que la justicia se realice plenamente.
El mensaje del primer ángel proclama que la batalla por el trono del universo está llegando a su fin. Y la buena noticia es que los santos de Dios, los que son sus siervos fieles y obedientes, recibirán una recompensa que merece totalmente la pena esperar.
