La palabra hebrea para pacto también puede traducirse como “última voluntad y testamento”, indicando su carácter vinculante y duradero. La palabra ha llegado a significar algo que une a dos partes. Un pacto bíblico, además de definir la relación entre estas partes, también describe los arreglos hechos para que el pacto sea efectivo.
En un pacto bíblico declarado se observan tres características:
Un juramento de Dios para afirmar las promesas del pacto
Las obligaciones de la humanidad para asegurar la relación
Un plan de ambas partes, Dios y el hombre, para que el pacto cumpla su objetivo
El Antiguo Testamento ofrece instrucción en todas estas áreas. El sistema de sacrificios, tal como se practicaba en el tabernáculo, y más tarde en el templo, esbozaba los numerosos elementos de salvación que Dios trataba de impartir. El propósito de la alianza, en todas sus formas a lo largo de la historia del Antiguo Testamento, es procurar la salvación de la humanidad y restaurar nuestra relación con Dios.
