Todos hemos vivido momentos en los que nuestra vida parecía rota sin remedio. Como Jesús en la cruz, puede que nos hayamos sentido abandonados por Dios, aunque Él ha prometido no dejarnos nunca. Él siempre se preocupa y trata de tenernos cerca, si se lo permitimos.
Sólo aferrándonos a nuestra fe en la presencia de Dios podremos soportar las duras pruebas del final de los tiempos. Sin duda, podremos sobrevivir a la crisis que nos aguarda si mantenemos una relación profunda y comprometida con el Padre, como hizo Jesús.
Jesús también se sintió abandonado por Dios mientras colgaba de la cruz. Pero, en realidad, su Padre nunca estuvo lejos. Los pecados del mundo les separaban, pero su vínculo mutuo dio la victoria a Jesús. A cada uno de nosotros nos espera una resurrección a la que debemos aferrarnos. No importa por lo que estemos pasando, una vida de eternidad con Jesús será nuestra recompensa por permanecer fieles hasta el final.
Esto es lo que significa tener la fe de Jesús. Es un don que recibimos por fe y que nos llevará a través de cualquier crisis que venga.
Satanás tiene una cadena impía de acontecimientos diseñados para borrar al pueblo de Dios de la tierra, de modo que no quede nadie que adore al Dios verdadero. Junto con su intolerancia religiosa y la persecución, que intensificará su juego al final mediante la promulgación de sanciones económicas – “que nadie puede comprar o vender, sino el que tiene la marca de la bestia” (Apocalipsis 13:17). Por último, se promulga un decreto de muerte que “hará morir a todos los que no adoren la imagen de la bestia” (Apocalipsis 13:15).
Se trata, como al principio, de una cuestión de culto. Caín mató a su hermano Abel por la forma correcta de adorar a Dios. Abel eligió seguir las instrucciones de Dios de sacrificar al primogénito del rebaño como ofrenda, y Caín prefirió ofrecer sus propias obras, los alimentos vegetales del huerto que había cultivado.
Esta misma lucha sobre cómo y a quién adorar ha continuado de generación en generación. Debería ser fácil identificar de qué lado estar. Se nos dice que los que hacen lo que Dios dice son los que Dios favorece. Pero Satanás ha pasado siglos oscureciendo lo que Dios dice. Los engaños son reales, a veces progresivamente intensos, y ciertamente continuos.
