El reino de Jesús, que no es de este mundo, comienza aquí. Por el momento, no en plenitud, sino en forma de esperanza cuando suceden dos cosas: una vida mejor y más saludable con una experiencia con JESÚS; y los esfuerzos para ganar más personas en este reino. Quien entra no es obligatorio pertenecer a este reino.
Curiosamente, estos esfuerzos para atraer a las personas al reino de Dios no son una campaña política; por el contrario, es la difusión de cómo es Jesús y cómo es ese reino. En resumen, el Rey es amor puro y, a diferencia de los presidentes aquí en la tierra, no cobra impuestos ni exige muchas obligaciones, sino seguir los Diez Mandamientos, que no son dolorosos.