Una de las formas en que Dios proveyó las necesidades materiales de los israelitas mientras viajaban por el desierto en su camino a Canaán fue por una misteriosa sustancia encontrada en el suelo cada mañana. Esta sustancia se llamaba maná, o “pan del cielo”.
Se les dijo que recogieran el doble de maná el viernes, el sexto día de la semana, y milagrosamente lo guardaron durante el sábado. Este recordatorio semanal expresaba el deseo de Dios de que redescubrieran la importancia de su tiempo especial con Dios. Habían perdido el contacto con la observancia del Sábado después de tantos años en la esclavitud egipcia.
La experiencia de recibir el maná, descrita en Éxodo 16:14-29, puede ayudarnos a desarrollar una comprensión más profunda del Sábado y de cómo es el carácter de Dios.
El Sabbath está diseñado para que redescubramos nuestra identidad y nuestra necesidad de un acercamiento a Dios. Lo necesitamos tanto ahora, como lo necesitaban en tiempos de Moisés.
Era fácil ver los tiempos en que Israel se alejaba de Dios. Normalmente afectaba a su observancia del Sabbath. A menudo, el Sabbath era totalmente descuidado. El trabajo se llevaba a cabo, a pesar de la orden de Dios de detener su trabajo y centrarse en Él. O su énfasis estaba tan centrado en los aspectos físicos de la adoración más que en los espirituales, que no lograban conectarse con Dios de forma real y significativa, incluso cuando intentaban santificar el día.
Isaías 58 señala el tipo de adoración y ayuno que le agrada a Dios. No se centra en el yo, sino en el maravilloso y amoroso carácter de Dios. Se manifiesta en obras de bondad hacia los que nos rodean: “para que compartas tu pan con el hambriento, y para que lleves a tu casa a los pobres que han sido expulsados” (Isaías 58:7).
Ver las necesidades de los demás y satisfacerlas nos acerca a Dios más que cualquier otra cosa. Al ayudar a la gente, mostramos que estamos haciendo más que “pasar por los movimientos” de la adoración, sino que en realidad valoramos lo que Dios ha hecho por nosotros.
El sábado puede convertirse en un “deleite” y “honorable”, como lo describe Isaías (Isaías 58:13), cuando lo adoramos sinceramente en nuestros corazones y nos comprometemos con su causa, no con la nuestra.
