Jesús fue claro en cuanto a lo que sentía por nuestra vida terrenal, comparada con la que disfrutaremos en el cielo. Admitió que tendríamos una cruz que llevar cuando le sigamos ahora (Mateo 16:24). Pero compartir nuestras cargas con Cristo las hace más ligeras (Mateo 11:29, 30).
Nuestras pruebas son una forma de enseñanza para nosotros. A menudo nos enseñan lecciones que no se podrían aprender de otra manera que no sea la de experimentarlas. Apreciaremos más el cielo, después de soportar las muchas dificultades que hay en esta vida.
Nada hace el cielo tan dulce como la presencia del Cordero de Dios. Siempre aprenderemos del Maestro, y exploraremos los misterios del universo con el Creador del universo. Nuestras mentes serán más agudas que nunca, y nuestra educación en el cielo superará con creces a cualquier escuela de enseñanza superior en esta tierra.
Esperen avanzar en su conocimiento, mejorar su capacidad de aprendizaje y llenarse de alabanzas al Padre celestial que hizo todo esto posible.
