Una de las observaciones más gratificantes que confirma la existencia de Dios es el niño no nacido. A medida que ese óvulo fertilizado crece justo debajo del latido del corazón de la madre, se nos recuerda nuestra cercanía al corazón de Dios. A medida que ese pequeño bebé se desarrolla, la madre es constantemente consciente de su presencia con su abdomen agrandado justo ahí delante de ella en todo momento. El ojo atento de Dios también está en todas y cada una de las criaturas del universo. Nunca olvida que estamos aquí.
Muchos otros aspectos de la naturaleza nos recuerdan los maravillosos poderes creativos de Dios. Incluso con los cambios en nuestro mundo desde que se introdujo el pecado, todavía podemos ver la obra del Padre y alabar su amor por nuestro pequeño planeta.
La diferencia entre la educación cristiana y la educación mundana comienza simplemente con la negación de la existencia de un ser sobrenatural. Debemos mantener constantemente nuestra creencia en la total participación de Dios en la creación de todo. Nuestra fe no tiene por qué vacilar cuando continuamos alabando la bondad y el poder de Dios.
