La declaración en nuestro texto de memoria de que “Dios es amor” es un concepto difícil al principio. Las personas que han estudiado el lenguaje saben que “amor” en esta declaración no es un verbo, algo que hacemos. Ni siquiera es un adjetivo, algo que describe a Dios. Es claramente un sustantivo, que equipara a Dios con el amor. Son uno y lo mismo. El amor es definitivamente la esencia misma de la identidad de Dios.
Nuestra experiencia humana con el amor nos enseña que el amor no puede ser forzado. Cuando se vuelve obligatorio, ya no es amor. El amor debe ser dado libremente por individuos con la capacidad de amar o no amar. Amar a alguien implica un riesgo, pero Dios estuvo dispuesto a correr ese riesgo al crear seres que fueran capaces de devolverle el amor.
Esto ayuda a explicar por qué Lucifer, uno de los ángeles más bendecidos de Dios, tomó la desafortunada decisión de cuestionar y finalmente dejar de amar a Dios. La apostasía que fomentó en las mentes de muchos de sus compañeros ángeles condujo a una batalla espiritual de algún tipo con el Hijo de Dios. Y luego, la expulsión final de Lucifer al planeta Tierra.
