EL SÁBADO ENSEÑARÉ…
RESEÑA
Texto clave: Ester 5:2.
Enfoque del estudio: Rut 1-2, 4; Ester 3:1-14.
Introducción
La Biblia registra la historia de numerosas mujeres que desempeñaron un papel importante. Eva, cuyo nombre significa “vida”, pues era “la madre de todos los vivientes”, fue quien transmitió la simiente mesiánica, que dio lugar al nacimiento de Jesucristo, el Salvador de la humanidad (Gén. 3:15). En el período patriarcal, mujeres como Sara, Rebeca, Raquel y Lea, así como Tamar, tuvieron un poderoso impacto en el curso de la historia de la salvación. Sus acciones aseguraron la continuación de la línea mesiánica.
En la época del Éxodo, Israel debió su supervivencia a algunas mujeres cuando el Faraón decretó la matanza de todos los recién nacidos varones de Israel. Las parteras (Éxo. 1:15-17), e incluso la hija del Faraón (Éxo. 2:5) y otras mujeres (Éxo. 2:7), son recordadas en el Pentateuco como quienes fueron decisivas para salvar a Israel, a menudo arriesgando sus propias vidas. Más tarde, Débora, la profetisa que juzgó al pueblo de Dios, es mencionada como la que “se levantó” y salvó a Israel en la guerra (Juec. 5:7). Rahab ocultó a los espías y así ayudó a salvar a Israel en su lucha contra los cananeos. Según la genealogía de Mateo (Mat. 1:5), Rahab fue la madre de Booz, quien se casó con Rut, que se convirtió en ascendiente o predecesora del Mesías. En esta lección nos centraremos en dos mujeres importantes que dieron sus nombres a libros bíblicos: Rut y Ester. A pesar de la diferencia en la época y el escenario de sus historias, en cierto modo estas dos mujeres ejemplifican el carácter de las numerosas mujeres que Dios eligió para ayudar a salvar a Israel.
COMENTARIO
Puede decirse que la historia del antiguo Israel está enmarcada por los relatos de Rut y Ester. Rut pertenece a “los días en que gobernaban los jueces” (Rut 1:1), durante el primer período del pueblo de Dios, cuando las tribus israelitas aún se estaban asentando en la Tierra Prometida. Por su parte, Ester corresponde a la época del exilio en Persia. El hecho de que algunos aspectos de la historia del Israel bíblico a veces estén relacionados con la voz de una mujer resulta significativo, ya que la iglesia es representada a menudo en la Biblia como una mujer. Cabe preguntarse entonces, ¿de qué manera estas dos mujeres tipifican a la iglesia de Dios y qué lecciones podemos aprender de ellas como iglesia de Dios de los últimos días?
También es digno de mención que las sociedades nómadas tendían a dar más importancia a las mujeres que las sociedades sedentarias. A la luz de esta tendencia, hoy podemos hacer bien en considerar cómo las voces y la influencia de Rut y Ester, y de sus homólogas modernas, pueden ser útiles en un mundo cada vez más inestable y violento.
Rut, o el poder de la bondad. Leer la historia de Rut a través de la lente del plan de salvación al final de los tiempos resulta esclarecedor. El nombre de Rut proviene de una raíz que significa “amiga”, “aliada”, y tiene cierta connotación de delicadeza y frescura. El tema principal del libro es la bondad. No hay tensión, maldad, conflicto, crítica o siquiera amargura implícita en la bella y poética historia. Rut es identificada como moabita, calificativo que se utiliza dos veces. La heroína del libro es una mujer extranjera. El mensaje de bondad que impregna el libro está, pues, desconectado de cualquier pertenencia nacional; la bondad es universal y trasciende las fronteras de todas las naciones.
La historia nos cuenta que esta moabita estaba casada con un israelita que murió; decide, entonces, seguir a su suegra Noemí, no solo en su viaje de regreso a la tierra de Israel, sino también rumbo a la religión israelita: “Dondequiera que tú vayas, iré yo […]. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras, moriré yo” (Rut 1:16, 17). La historia comienza, pues, con un éxito evangelizador, aunque no se registra información alguna acerca de la estrategia misionera. Rut no se convirtió por un milagro sensacional en una campaña de evangelización. Simplemente siguió a su suegra por amor a ella, porque la conocía y confiaba en su buen juicio.
Nótese que Noemí no utilizó ningún argumento para convencer a Rut de que la acompañara. Por el contrario, incluso animó a Rut a volver con su familia (Rut 1:8). Noemí dejó de discutir con Rut al ver que “estaba tan resuelta a ir con ella” (vers. 18). El siguiente paso de la historia nos lleva a Booz, pariente de Noemí, un rico agricultor al que Rut pide humildemente permiso para espigar algo de cereal en sus campos. La historia dice que Booz le habló “al corazón” (Rut 2:13) y fue generoso con ella (Rut 2:8). Booz es el único pariente cercano que está dispuesto a cumplir con su responsabilidad como go’el, el redentor de la familia. El verbo “redimir” es una palabra clave del pasaje (Rut 4:4, 7).
Notemos el celo y la audacia de Rut al acercarse a su redentor. Obsérvese también su humildad, pues reconoce sus modestos orígenes como “extranjera” (Rut 2:10) y su indignidad por no ser siquiera “como una de tus criadas” (Rut 2:13). Nótese también su amabilidad hacia su suegra, una amabilidad reconocida por muchas personas, incluido Booz, su potencial redentor (Rut 2:12). El escritor bíblico nunca hace referencia a la fidelidad de Rut respecto de sus deberes religiosos y rituales, como si su bondad hacia los demás fuera para su redentor evidencia suficiente de su devoción.
La conclusión de la historia es aún más sorprendente: Rut no solo se casó con Booz y restauró así la dignidad de su familia, sino también recibió el mayor honor que una familia puede recibir, a saber, un lugar en la genealogía del Mesías. El legado del libro es de gran importancia. Rut fue aceptada en Israel a pesar de su origen extranjero –quizá, y paradójicamente, debido a su origen extranjero, como lo subraya el libro mismo (Rut 1:4, 22; 2:2, 6, 10-13, 21; 4:5, 10). En la liturgia judía, el libro de Rut es leído durante la fiesta de Shavuot, también conocida como la Fiesta de las Semanas, o Pentecostés, una celebración asociada con la cosecha y el don de la Ley.
Ester, o el poder de la belleza. La lectura del libro de Ester en estos tiempos finales de la historia de la humanidad resulta inspiradora y a la vez desafiante a la luz del plan de salvación de Dios. Desafiante, pues no contiene ninguna referencia a Dios. El curso de los acontecimientos parece transcurrir sin la intervención divina. Todo lo que ocurre en la historia depende de la astucia de Mardoqueo, un cortesano, y de la belleza y la valentía de la reina Ester, así como de la oportunidad (Est. 3:7; 9:24). Los roles sacerdotal y profético están totalmente ausentes de la historia. Incluso el final del relato, con la matanza de muchas personas, suscita sospechas acerca de su valor espiritual. Y, lo que es más importante, la identidad judía de Ester y Mardoqueo no les impidió alcanzar los puestos más altos en la corte pagana. Tampoco hay nada en el libro que sugiera una tensión entre ellos y ese entorno. No es de extrañar que muchos antiguos rabinos y padres de la iglesia cuestionaran el valor espiritual del libro, al punto de negar su lugar canónico.
Sin embargo, este libro es también una inspiración precisamente por los elementos problemáticos que acabamos de mencionar. La falta de referencia a Dios es, de hecho, un elemento importante que hace que este libro sea significativo y relevante para nosotros, quienes vivimos en un mundo secular y atribulado. El silencio de Dios es ya un componente paradójico de su presencia providencial. Ester es reina en el mismo momento en que el pueblo está amenazado. A su vez, el rey descubre durante un episodio de insomnio un acto de lealtad de Mardoqueo, quien tiempo atrás le había salvado la vida. Por otra parte, el texto sugiere claramente que el pueblo judío está protegido. Si Ester no habla al rey, si permanece en silencio, “respiro y liberación tendrán los judíos de otra parte” (Est. 4:14). Del mismo modo, Jesús utilizó en su momento un argumento similar: “Les digo que si estos callaran, las piedras clamarían” (Luc. 19:40).
Algunos comentaristas encuentran pruebas de la providencia de Dios en el nombre de Ester, que relacionan con el concepto de hester panim, “ocultamiento del rostro”, una dimensión importante de la relación de Dios con su pueblo cuando parece estar ausente (ver Isa. 8:17; 50:6; 53:3). La alusión al Día de la Expiación también ha sido señalada sobre la base de elementos comunes, como el ayuno, la idea de juicio y la redención del pueblo de Dios frente a la destrucción de los malvados.
Los antiguos rabinos han apoyado esta conexión basándose en el juego de las palabras pur, “suerte” y yom kippur, el Día de la Expiación. Además, el libro de Ester termina con la misma esperanza y perspectiva de “paz” y búsqueda del “bien” (Est. 10:3; comparar con Sal. 122:8, 9) que en el Día de la Expiación.
APLICACIÓN A LA VIDA
¿Cómo pueden aplicarse a tu vida las siguientes reflexiones acerca de Rut y Ester?
Rut: El hecho de que creamos que pertenecemos al pueblo de Dios y seamos muy religiosos no debe entristecernos, enojarnos ni enorgullecernos, sino que implica un importante código. Así como Rut era amable y cordial con quienes la rodeaban, deberíamos esforzarnos por ser amables y cordiales con los integrantes de nuestra familia y de la sociedad que nos rodea. Nótese también la humildad de Rut, quien no presume de sus cualidades ni de su piedad. Por el contrario, ella se considera indigna y nunca juzga a los demás. No piensa que merece la salvación por sus obras. Solo cuenta con la gracia de su suegra y de su pariente redentor. Por último, nótese que el método misionero de Noemí consiste esencialmente en su actitud bondadosa y sus actos de bondad.
Ester: La historia de Ester resuena bien con la vida en nuestro mundo moderno y secular. Dondequiera que estemos y sea cual fuere nuestra actividad (en la oficina, de viaje, en la universidad, con nuestra familia, ocupados en tareas y deberes modestos, etc.), nuestra presencia es importante e influye en la salvación de los demás: ¿Quién sabe si no estamos en el lugar que ocupamos para un momento como éste? (Est. 4:14). Sé prudente: no siempre tenemos que revelar inmediatamente nuestra identidad religiosa (Est. 2:10, 20). Hazte querer, como Ester (Est. 2:17). Comprométete a hacer todo lo que esté a tu alcance para resolver tus problemas y confía en la gracia de Dios para revertir el curso de los acontecimientos.




