
Saber que mientras éramos pecadores Cristo nos amó lo suficiente como para morir por nosotros (Romanos 5:8) debería recordarnos que Su amor por nosotros es gratuito. Somos amados antes de que hagamos algo para corresponder a Su amor.
La única respuesta que Dios desea es que le amemos a cambio, para que nuestra relación con Él pueda volverse más profunda y más fuerte. Hacemos esto confiando y obedeciéndole (Juan 15:14), lo que incluye el mandamiento de amar a otras personas (Juan 15:12).
Jesús vivió y predicó la clase de amor que debemos tener unos por otros. Él fue sanando y bendiciendo a todo tipo de personas, ya sea que le devolvieran Su amor o no. Dijo que debemos amar y ayudar a todos, incluso a nuestros enemigos.
En Su peor sufrimiento en la cruz, Jesús rogó a Su Padre que perdonara a quienes, sin saberlo, lo habían puesto allí. Su ejemplo nos mostró cómo nuestro amor debe entregarse gratuitamente a los demás. Puede que nos lleve años de práctica, pero siempre vale la pena el esfuerzo de amar a los demás libremente, como Dios nos ama a nosotros.



