Las personas necesitadas no son necesariamente indigentes de bienes materiales. Incluso los ricos están cargados de necesidades emocionales y requieren nuestra atención y apoyo comprensivos. Nunca debemos asumir que las personas son felices y tienen paz y satisfacción en sus corazones, solo porque tienen riqueza.
Cualquier persona con algún tipo de necesidad merece nuestro amor y respeto, y sobre todo, acciones que expresan el tipo de afecto que Dios tiene para ellos. Sin embargo, no debe hacerse con la expectativa de que llegarán a creer y aceptar al Señor. Eso depende completamente del Espíritu Santo y la persona que se le ayuda.
Nuestro servicio amoroso a alguien, incluso si no gana el corazón del destinatario, puede renovar la fe de otra persona que ve nuestro comportamiento amable. Y ciertamente nos transforma y nos bendice con una naturaleza aún más compasiva. No se desperdicia nada cuando trabajamos para el Salvador.