Antes de que Dios declarara los términos de su pacto/contrato, escribiéndolos en dos tablas de piedra, instruyó al pueblo a consagrarse o dedicarse a sí mismo para este sagrado llamado. Se les dijo que lavaran su ropa, lo que simbólicamente mostraba su voluntad de purificar sus vidas ante Dios (Éxodo 19:10).
El don de los Diez Mandamientos (o Decálogo) fue una revelación completa de lo que Dios espera de su pueblo. Incluía un estándar de ética que beneficiaría a toda la humanidad. El amor ciertamente fue la característica principal de la Ley y la mejor manera de describir quién es Dios. 1 Juan 4:16 verifica que “Dios es amor”.
Éxodo y Deuteronomio (los dos lugares donde se enumeran específicamente los requisitos de Dios) no los llama los Diez Mandamientos en el idioma hebreo. En cambio, se les conoce como las “Diez Palabras”. El evangelio de Juan declara que el Verbo se hizo carne en la forma de Jesús. Entonces, el Hijo de Dios, la Palabra, estuvo presente en la Creación (Juan 1:1-3), pero también durante la trascendental entrega de Su Ley/Palabra en el Sinaí. El Decálogo fue el regalo hablado de Dios a la humanidad.