Satanás ha hecho esfuerzos concertados para nublar nuestra comprensión de la relación matrimonial, hasta el punto de confundir nuestras identidades físicas de género con desequilibrios genéticos, hormonales e influencias ambientales defectuosas. Dios llama abominación a estas interferencias anormales por una buena razón. Además de estropear la imagen de Dios (Génesis 1:27), a menudo conducen a conductas pecaminosas y promiscuas, tal vez impulsadas por expectativas sociales irrazonables.
Pero, cuando Cristo entra en el corazón, incluso las barreras aparentemente insuperables, creadas por Satanás, pueden resultar en relaciones permanentes, amorosas y afectuosas.
Por encima de todo, los cónyuges, tanto hombres como mujeres, no deben tratar de controlarse mutuamente. Elena de White, en El Hogar Adventista, pág.118, nos animó a ser “amables, tolerantes, considerados y corteses”.Este es el tipo de comportamiento cristiano que Dios quiere que todos desarrollemos y mantengamos en todas nuestras relaciones humanas.