Lección 5 edicion Adultos: “Del orgullo a la humildad” Para el 1 de febrero de 2020

Primer trimestre (enero-marzo) de 2020

“Del orgullo a la humildad”

Lección 5: – Para el 1 de febrero de 2020

 

Sábado 25 de enero

Lee Para el Estudio de esta Semana: Daniel 4:1–33; Proverbios 14:31; 2 Reyes 20:2–5; Jonás 3:10; Daniel 4:34–37; Filipenses 2:1–11.

Para Memorizar: “¡Cuán grandes son sus señales, y cuán potentes sus maravillas! Su reino, reino sempiterno, y su señorío de generación en generación” (Dan. 4:3).

Se ha dado en llamar al orgullo el verdadero pecado original. Primero se manifiesta en Lucifer, un ángel en los atrios celestiales. Así dice Dios a Ezequiel: “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti” (Eze. 28:17).

El orgullo condujo a la caída de Lucifer, por lo que ahora usa su orgullo para guiar a innumerables personas por el camino de la destrucción. Todos somos seres humanos caídos, que dependemos de Dios para nuestra propia existencia. Todos los dones que tenemos, cualquier cosa que logremos con esos dones, vienen solo de Dios. Por lo tanto, ¿cómo nos atrevemos a ser orgullosos, jactanciosos o arrogantes cuando, en realidad, la humildad debe dominar todo lo que hacemos?

A Nabucodonosor le llevó mucho tiempo comprender la importancia de la humildad. Incluso la aparición del cuarto hombre en el horno de fuego (ver Lección 4) no cambia el curso de su vida. Solo después que Dios le quita su reino y lo envía a vivir con las bestias del campo, el rey reconoce su verdadero estado.

 

Domingo 26 de enero:

“¿No es esta la gran babilonia?”

Lee Daniel 4:1 al 33. ¿Qué le sucede al rey y por qué?

Dios le da a Nabucodonosor un segundo sueño. Esta vez, no olvida el sueño. Pero debido a que los expertos de Babilonia vuelven a fracasar, el rey convoca a Daniel para que le dé la interpretación del sueño. En el sueño, el rey ve un gran árbol que se eleva hasta el cielo y un ser celestial que ordena que se corte el árbol. Solo el tocón y las raíces quedarían en la tierra y se mojarían con el rocío del cielo. Pero lo que debió haber preocupado a Nabucodonosor fue la parte del sueño en el que el Ser celestial dijo: “Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos” (Dan. 4:16). Al reconocer la seriedad del sueño, Daniel expresa cortésmente el deseo de que el sueño se refiera a los enemigos del rey. Sin embargo, fiel al mensaje transmitido por el sueño, Daniel dice que, de hecho, el sueño se refiere al rey mismo.

Los árboles se usan comúnmente en la Biblia como símbolos de reyes, naciones e imperios (Eze. 17; 31; Ose. 14; Zac. 11:1, 2; Luc. 23:31). Entonces, el gran árbol es una representación apropiada de un rey arrogante. Dios le da dominio y poder a Nabucodonosor, sin embargo, persistentemente no es capaz de reconocer que todo lo que posee proviene de Dios.

Concéntrate en Daniel 4:30. ¿Qué dice el rey que muestra que todavía no comprende la advertencia que el Señor le ha dado?

Quizás el peligro del orgullo es que puede llevarnos a olvidar cuán dependientes somos de Dios para todo. Y una vez que lo olvidamos, estamos en un terreno espiritual peligroso.

¿Qué cosas has logrado en tu vida? ¿Puedes sentirte orgulloso de ellas sin ser engreído? ¿Cómo se logra esto en la práctica?

 

Lunes 27 de enero:

La advertencia del profeta

Lee Daniel 4:27. Además de advertirle sobre lo que sucederá, ¿qué le dice Daniel al rey que haga y por qué? (Ver además Prov. 14:31.)

Daniel no solo interpreta el sueño, sino además le indica a Nabucodonosor una manera de salir de su situación: “Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad” (Dan. 4:27).

Nabucodonosor realiza una obra descomunal de edificación en Babilonia. Los jardines, un sistema de canales y cientos de templos y otros proyectos de construcción convierten a la ciudad en una de las maravillas del mundo antiguo. Pero ese esplendor y belleza, al menos en parte, se logra mediante la explotación de la mano de obra esclava y la desatención de los pobres. Además, la riqueza del imperio se utiliza para gratificar los placeres del rey y su entorno. Por lo tanto, el orgullo de Nabucodonosor no solo le impide reconocer a Dios, sino además, como consecuencia, lo hace ajeno a las dificultades de los necesitados. Dado el cuidado especial que Dios muestra por los pobres, no es de extrañar que, de los otros posibles pecados que Daniel podría haber resaltado ante el rey, señala el pecado de descuidar a los pobres.

El mensaje para Nabucodonosor no es nuevo en absoluto. Los profetas del Antiguo Testamento a menudo advierten al pueblo de Dios contra la opresión de los pobres. De hecho, entre los pecados que provocan el exilio del rey se destaca el abandono de los necesitados.

Después de todo, la compasión por los pobres es la máxima expresión de la caridad cristiana; a la inversa, la explotación y el abandono de los pobres constituye un ataque a Dios mismo. Al cuidar de los necesitados, reconocemos que Dios es dueño de todo; lo que significa que no somos dueños, sino simplemente administradores de los bienes de Dios.

Al servir a otros con nuestras posesiones, honramos a Dios y reconocemos su señorío. Es la pertenencia de Dios la que en última instancia debe determinar el valor y la función de las posesiones materiales. Aquí es donde falla Nabucodonosor, y nosotros también nos arriesgamos a fallar, a menos que reconozcamos la soberanía de Dios sobre nuestros logros y manifestemos nuestro reconocimiento de esta realidad ayudando a los necesitados.

 

Martes 28 de enero:

El Altísimo gobierna…

A pesar de que se le dijo que se arrepintiera y buscara el perdón de Dios, el implacable orgullo de Nabucodonosor hace que se ejecute el decreto celestial (Dan. 4:28–33). Mientras el rey se pasea por el palacio y se jacta de lo que ha logrado, sufre una condición mental que fuerza su expulsión del palacio real. Es posible que haya experimentado una condición mental patológica llamada licantropía clínica o zoantropía. Esa condición lleva al paciente a actuar como un animal. En los tiempos modernos, esta enfermedad se denomina “disforia de las especies”, la sensación de que el cuerpo de uno es de la especie equivocada, y, por lo tanto, el deseo de ser un animal.

Lee 2 Reyes 20:2 al 5; Jonás 3:10 y Jeremías 18:7 y 8. ¿Qué nos dicen estos versículos de la posibilidad que tuvo el rey de evitar el castigo?

Desafortunadamente, Nabucodonosor tuvo que aprender por las malas. Cuando estaba investido de poder real, Nabucodonosor no tuvo la capacidad de reflexionar sobre su relación con Dios. Por lo tanto, al privar al rey de la autoridad real y enviarlo a vivir con las bestias del campo, Dios le da la oportunidad de reconocer su total dependencia de él. De hecho, la última lección que Dios quiere enseñarle al rey arrogante es que “el cielo gobierna” (Dan. 4:26). Por cierto, el juicio sobre el rey tiene un propósito aún mayor en el plan de Dios, tal como se expresa claramente en el decreto de los seres celestiales: “Para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres” (Dan. 4:17).

En otras palabras, la disciplina aplicada a Nabucodonosor debería ser una lección para todos nosotros también. Debido a que pertenecemos al grupo de “los vivientes”, deberíamos prestar más atención a la lección principal que debemos aprender: que “el Altísimo gobierna el reino de los hombres”.

¿Por qué es importante aprender la importantísima lección de que el Altísimo gobierna? Este conocimiento, por ejemplo, ¿cómo debería impactar en nuestra forma de tratar a aquellos sobre quienes ejercemos poder?

 

Miércoles 29 de enero:

Alzar los ojos al cielo

Lee Daniel 4:34 al 37. ¿Cómo y por qué las cosas cambian para el rey?

Dios permite que Nabucodonosor se vea afectado por una enfermedad extraña, pero con el tiempo lo restituye fácilmente a un estado mental sano. Curiosamente, todo cambia cuando, al final de los siete años predichos por el profeta, el rey enfermo alza los ojos al Cielo (Dan. 4:34).

“Durante siete años Nabucodonosor fue el asombro de todos sus súbditos; durante siete años fue humillado ante todo el mundo. Al cabo de ese tiempo, la razón le fue devuelta y, mirando con humildad hacia el Dios del cielo, reconoció en su castigo la intervención de la mano divina. En una proclamación pública confesó su culpa, y la gran misericordia de Dios al devolverle la razón” (PR 382).

Sin duda, pueden ocurrir grandes cambios cuando elevamos nuestros ojos al Cielo. Tan pronto como recobró la razón, el rey dio testimonio de que aprendió la lección.

Pero esta historia no tiene tanto que ver con Nabucodonosor como con la misericordia de Dios. El rey había perdido tres oportunidades anteriores para aceptar al Dios de Israel como el Señor de su vida. Él dispuso de esas ocasiones al reconocer la sabiduría excepcional de los cuatro jóvenes cautivos de Judea (Dan. 1), cuando Daniel interpreta su sueño (Dan. 2) y cuando los tres hebreos son rescatados del horno de fuego (Dan. 3). Al fin y al cabo, si ese rescate no lo humilla, entonces, ¿qué podría hacerlo? A pesar de la obstinación del gobernante, Dios le da una cuarta oportunidad, finalmente conquista el corazón del rey y lo restituye a su cargo real (Dan. 4). Como ilustra el caso de Nabucodonosor, Dios nos da una oportunidad tras otra para restaurarnos a una relación correcta con él. Como Pablo escribe muchos siglos más tarde, el Señor “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:4). En esta historia vemos un poderoso ejemplo de esa verdad.

¿De qué formas Dios te ha humillado? ¿Qué aprendiste de la experiencia? ¿Qué cambios necesitas hacer, quizá, para evitar tener que aprender la lección nuevamente?

 

Jueves 30 de enero:

Humilde y agradecido

El rey arrepentido declara: “Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada” (Dan. 4:35). Teniendo en cuenta el contexto, ¿qué cuestión importante está planteando?

¿Cómo sabemos que Nabucodonosor realmente aceptó al Dios verdadero? Encontramos un elemento de prueba importante en el hecho de que Nabucodonosor es el autor de Daniel 4. De hecho, la mayor parte de este capítulo parece ser una transcripción de una carta que el rey distribuye a su vasto reino. En esta carta, habla de su orgullo y locura, y reconoce con humildad la intervención de Dios en su vida. Los antiguos monarcas rara vez escribían algo despectivo sobre sí mismos. Prácticamente todos los documentos reales antiguos que conocemos glorifican al rey. Por lo tanto, un documento como este en el que el rey admite su orgullo y su comportamiento bestial, apunta a una conversión auténtica. Además, al escribir una carta en la que relata su experiencia y confiesa con humildad la soberanía de Dios, el rey actúa como misionero. Ya no puede guardarse para sí lo que experimentó y aprendió del Dios verdadero. Por consiguiente, lo que hemos visto en esta oración y alabanza del rey (Dan. 4: 34–37) revela la realidad de su experiencia.

El rey ahora tiene un conjunto de valores diferente y puede reconocer las limitaciones del poder humano. En una profunda oración de acción de gracias, el rey exalta el poder del Dios de Daniel y admite que “todos los habitantes de la tierra son considerados como nada” (Dan. 4:35). Es decir, la humanidad no tiene nada en sí misma de qué jactarse. Por lo tanto, esta última mirada de Nabucodonosor en el libro de Daniel muestra a un rey humilde y agradecido, que entona alabanzas a Dios y nos advierte en contra del orgullo.

Por supuesto, Dios sigue cambiando vidas hoy. No importa cuán orgullosas o pecaminosas puedan ser las personas, en Dios hay misericordia y poder para convertir a los pecadores rebeldes en hijos del Dios celestial.

Lee Filipenses 2:1 al 11. ¿Qué encontramos aquí que debería erradicar el orgullo de nuestra vida?

 

Viernes 31 de enero

Para Estudiar y Meditar:

“El que fuera una vez un orgulloso monarca había llegado a ser un humilde hijo de Dios; el gobernante tiránico e intolerante, era un rey sabio y compasivo. El que había desafiado al Dios del cielo y blasfemado contra él, reconocía ahora el poder del Altísimo, y procuraba fervorosamente promover el temor de Jehová y la felicidad de sus súbditos. Bajo la reprensión de aquel que es Rey de reyes y Señor de señores, Nabucodonosor había aprendido por fin la lección que necesitan aprender todos los gobernantes: que la verdadera grandeza consiste en ser verdaderamente buenos. Reconoció́ a Jehová como el Dios viviente, diciendo: ‘Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia’.

El propósito de Dios, de que el mayor reino del mundo manifestase sus alabanzas, ahora se había cumplido. La proclama pública, en la cual Nabucodonosor reconoció la misericordia, la bondad y la autoridad de Dios, fue el último acto de su vida que registra la historia sagrada” (PR 383, 384).

Preguntas para Dialogar:

  1. “El orgullo conduce a todos los demás vicios: es el estado mental antiDios en su máxima expresión. ¿Te parece exagerado esto? Si es así, piénsalo bien […] Cuanto más orgullo tengamos, más nos disgusta el orgullo en los demás. De hecho, si quieres averiguar cuán orgulloso eres, la manera más fácil es preguntarte: ¿Cuánto me disgusta que los demás me rechacen, o se nieguen a prestarme atención o metan la cuchara, o me sermoneen, o presuman? La cuestión es que el orgullo de cada persona compite con el orgullo de los demás. Como yo quería ser el centro de atención en la fiesta, me molesta mucho que otro lo sea. Dos personas iguales rara vez concuerdan” (C. S. Lewis, Mere Christianity, p. 110). ¿Qué está queriendo decir Lewis con esto que quizá podría ayudarte a ver el orgullo en tu propia vida?
  2. Un tema que estudiamos en este capítulo, y en capítulos anteriores, es la soberanía de Dios. ¿Por qué es tan importante que entendamos este tema? ¿Qué papel juega el sábado para ayudarnos a entender esta verdad fundamental?
Radio Adventista
1 comment… add one
  • Muy buena

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