Sábado, Octubre 18
El conflicto detrás de todos los conflictos
Lee para el estudio de esta semana
Josué 5: 13–15; Isaías 37: 16; Apocalipsis 12: 7–9; Deuteronomio 32: 17; Éxodo 14: 13, 14; Josué 6: 15–20.
Para memorizar
«No ha habido día igual ni antes ni después, en que el Señor escuchara la voz de un hombre, porque el Señor luchó por Israel» (Jos. 10: 14).
La lectura del libro de Josué nos confronta con las agresivas campañas militares llevadas a cabo por orden de Dios, en su nombre y con su ayuda. La idea de que Dios estaba detrás de la conquista de Canaán impregna el libro de Josué y se expresa en las afirmaciones del narrador (Jos. 10: 10, 11), en las propias palabras de Dios (Jos. 6: 2; 8: 1), en los discursos de Josué (Jos. 4: 23, 24; 8: 7) y en las afirmaciones de Rahab (Jos. 2: 10), de los espías (Jos. 2: 24) y del pueblo (Jos. 24: 18). Dios aparece como el originador de estos violentos conflictos.
Esta realidad plantea preguntas inevitables. ¿Cómo entender que el pueblo elegido por Dios llevara a cabo tales acciones? ¿Cómo es posible conciliar la imagen de un Dios «guerrero» con su carácter de amor (por ejemplo, Éxo. 34: 6; Sal. 86: 15; 103: 8; 108: 4) sin que se vean afectadas la credibilidad, la autoridad y la historicidad del Antiguo Testamento?
Esta semana y la próxima exploraremos la difícil cuestión de las guerras libradas por mandato divino en el libro de Josué y en otros lugares.
Domingo, Octubre 19
El comandante de los ejércitos del Señor
Lee Josué 5: 13-15. ¿Qué dice este texto acerca del trasfondo de la conquista de Canaán?
Israel acababa de cruzar el Jordán y de pisar terreno enemigo. La fortaleza de Jericó estaba frente a ellos, con sus puertas firmemente cerradas (Jos. 6: 1). En este momento, el pueblo no conocía ninguna estrategia bélica. Y lo más preocupante aún era que Israel solo disponía de hondas, lanzas y flechas para enfrentarse a una ciudad fortificada y preparada para resistir un largo asedio.
Las preguntas de Josué acerca de la identidad del extraño visitante recibieron una respuesta poco reveladora: «No». La respuesta del visitante revelaba que no estaba dispuesto a entrar en las categorías definidas por Josué. En otras palabras, la cuestión fundamental no era si el visitante estaba de parte de Josué, sino si Josué estaba de parte de aquel.
Compara Josué 5: 14, 15 con 2 Reyes 6: 8-17; Nehemías 9: 6 e Isaías 37: 16. ¿Qué enseñan esos textos acerca de la identidad de Josué y del Comandante del ejército del Señor?
Aunque la expresión «Príncipe del ejército del Señor» es única en la Biblia hebrea, la combinación de los términos «príncipe» y «ejército» siempre se refiere a un líder militar. La palabra «ejército» en las Escrituras puede referirse a tropas, ángeles o cuerpos celestes.
El Cristo preencarnado no se aparece a Josué como un simple aliado, ni siquiera como el verdadero Comandante del ejército de Israel, sino como el Comandante del ejército invisible de ángeles partícipes de un conflicto mucho mayor que el de Josué con los cananeos. La respuesta de Josué indica claramente que comprende cuál es la identidad del Comandante. Este es igual a Dios y Josué se postra ante él en señal de profundo respeto y adoración (Jos. 5: 14; Gén. 17: 3; 2 Sam. 9: 6; 2 Crón. 20: 18). Josué está preparado para que se le comunique la estrategia propia de una campaña militar que es parte de un conflicto mucho mayor y en el que participa el propio Dios de los ejércitos celestiales.
¿Qué consuelo podemos y debemos obtener del hecho de que el «Príncipe del ejército del Señor» está obrando e interviene en defensa de su pueblo?
Lunes, Octubre 20
Guerra en el cielo
Josué comprendió que la batalla que estaba por librarse formaba parte de un conflicto mayor. ¿Qué sabemos del conflicto en el que Dios mismo era partícipe? Lee Apocalipsis 12: 7-9; Isaías 14: 12-14; Ezequiel 28: 11-19 y Daniel 10: 12-14.
Dios pobló el universo con criaturas responsables a las que concedió libre albedrío, un prerrequisito para que pudieran amar. Pueden elegir actuar de acuerdo con la voluntad de Dios o en contra de ella. Lucifer, uno de los ángeles más poderosos, se rebeló contra Dios y llevó consigo a muchos ángeles.
Isaías y Ezequiel se refieren a ese conflicto, aunque algunos comentaristas intentan restringir el significado de Isaías 14 y Ezequiel 28 al rey de Babilonia y a un gobernante de Tiro. Sin embargo, hay claros indicadores en el texto bíblico que apuntan a una realidad trascendente. Se presenta al rey de Babilonia como si hubiera estado en el Cielo, próximo al Trono de Dios (Isa. 14: 12, 13), y se dice que el rey de Tiro residía en el Edén como querubín protector en el monte santo de Dios (Eze. 28: 12-15). Nada de esto es aplicable a los reyes de Babilonia y Tiro.
Tampoco puede decirse de los reyes terrenales que fueran intachables y el «modelo de la perfección». En consecuencia, estos personajes apuntan más allá de los reinos literales de Babilonia y Tiro.
En el capítulo 14 de su libro, Isaías presenta un «proverbio» o «parábola» (heb. mashal), cuyo significado está más allá del contexto histórico inmediato. En este caso, el rey de Babilonia se convierte en paradigma de rebelión, autosuficiencia y orgullo. Del mismo modo, Ezequiel distingue entre el príncipe de Tiro (Eze. 28: 2) y el rey de Tiro (Eze. 28: 11, 12). El primero está activo en el reino terrenal y se convierte en el símbolo de un rey que actúa en el ámbito celestial.
Según Daniel 10: 12 al 14, estos seres celestiales rebeldes obstruyen el cumplimiento de los propósitos de Dios en la tierra. Es a la luz de esta conexión entre el Cielo y la Tierra que tenemos que entender las guerras de Israel aprobadas divinamente. Tenemos que reconocerlas como manifestaciones terrenales del gran conflicto entre Dios y Satanás, entre el bien y el mal; todo ello, en última instancia, con el propósito de restaurar la justicia y el amor de Dios en un mundo caído.
¿De qué maneras vemos la realidad de esta batalla cósmica entre el bien y el mal en el mundo que nos rodea y en nuestras propias vidas?
Martes, Octubre 21
El Señor es un guerrero
Lee Éxodo 2: 23-25; 12: 12, 13; 15: 3-11. ¿Qué significa el hecho de que Dios es un guerrero?
Durante su prolongada permanencia en Egipto, los israelitas olvidaron al Dios verdadero de sus antepasados. Como demostraron muchos episodios de su peregrinar por el desierto, su conocimiento del Dios de Abraham, Isaac y Jacob se había desvanecido y habían incorporado elementos paganos en sus prácticas religiosas (ver Éxo. 32: 1-4).
Cuando el pueblo de Israel clamó al Señor bajo la opresión de los egipcios (Éxo. 2: 23-25), el Señor intervino en su favor en el momento oportuno. Sin embargo, el conflicto descrito en los primeros 12 capítulos de Éxodo fue mayor que una simple lucha de poder entre Moisés y el faraón. Según la ideología bélica del antiguo Cercano Oriente, los conflictos entre pueblos se consideraban, en última instancia, conflictos entre sus respectivos dioses. Éxodo 12: 12 declara que el Señor ejecutó su juicio no solo sobre el faraón, sino también sobre los dioses de Egipto, esos poderosos demonios (Lev. 17: 7; Deut. 32: 17) que estaban detrás del poder opresor y del injusto sistema social de Egipto.
Dios está en guerra con el pecado y no tolerará este conflicto para siempre (Sal. 24: 8; Apoc. 19: 11; 20: 1-4, 14). Todos los ángeles caídos, así como los seres humanos que hayan elegido identificarse de manera definitiva con el pecado, serán destruidos. A la luz de esto, las batallas contra los habitantes de Canaán deben ser percibidas como una etapa previa de este conflicto que alcanzaría su clímax en la cruz y su consumación en el juicio final, cuando la justicia y el carácter amoroso de Dios serán vindicados.
La destrucción total de los cananeos debe ser comprendida a partir de la cosmovisión bíblica, en la que Dios se encuentra en un conflicto cósmico con los representantes del mal en el universo. En última instancia, lo que está en juego es la reputación y el carácter de Dios (Rom. 3: 4; Apoc. 15: 3).
Desde que el pecado entró en la existencia humana, nadie puede permanecer en terreno neutral. Solo es posible estar del lado de Dios o del lado del mal. En vista de este trasfondo, la erradicación de los cananeos debe ser vista como un anticipo del juicio final.
La realidad del gran conflicto solo permite estar de un lado o del otro. ¿Cómo puedes saber con certeza de qué lado estás realmente?
Miércoles, Octubre 22
El Señor luchará por ustedes
Según Éxodo 14: 13, 14, 25, ¿cuál era el plan original e ideal de Dios respecto de la participación de los israelitas en la guerra?
En aquel momento de crisis, cuando el pueblo de Israel se vio obligado a entrar en un callejón sin salida, «Moisés dijo al pueblo: “No teman. Manténganse tranquilos, y verán la salvación que el Señor les dará hoy. Porque esos egipcios que hoy ven, nunca más los verán. El Señor peleará por ustedes. Estén tranquilos”» (Éxo. 14: 13, 14). Según el registro bíblico, incluso los propios egipcios comprendieron esa realidad, ya que dijeron: «Huyamos de delante de Israel, porque el Señor pelea por ellos contra los egipcios» (Éxo. 14: 25).
La intervención milagrosa de Dios en favor de los indefensos israelitas, carentes de conocimientos militares, se convirtió en el modelo. El Éxodo constituyó el paradigma de la intervención del Señor en favor de Israel. Aquí, Dios no solo es quien libra la batalla, sino que exige a Israel que no luche (Éxo. 14: 14). Dios es el Guerrero y la iniciativa es suya. Él establece la estrategia, define los medios y dirige la campaña. Si el Señor no lucha por Israel, este no tiene ninguna posibilidad de éxito.
Elena G. de White interpreta esto como una expresión del hecho de que Dios no quiso «que obtuvieran posesión de la tierra por la guerra, sino mediante la obediencia estricta a sus mandamientos» (Patriarcas y profetas, p. 365). Al igual que en la liberación de Egipto, Dios pelearía sus batallas por ellos. Todo lo que tenían que hacer era permanecer quietos y presenciar su poderosa intervención.
La historia demuestra que siempre que Israel tuvo suficiente confianza en Dios, no necesitó luchar (ver 2 Rey. 19; 2 Crón. 32; Isa. 37).
De acuerdo con el plan ideal de Dios, Israel nunca necesitó luchar. Fue la incredulidad de ellos, expresada después del Éxodo, lo que llevó a Dios a permitirles participar en la guerra contra los cananeos. Así como no necesitaron levantar una sola espada contra los egipcios durante el Éxodo, nunca les habría sido necesario luchar para conquistar Canaán (Deut. 7: 17-19).
«Si los hijos de Israel no hubieran murmurado contra el Señor, él no habría permitido que sus enemigos hicieran guerra contra ellos» (Elena G. de White, Historia de la redención, p. 115). ¿Cómo podría la murmuración impactar hoy negativamente nuestra vida?
Jueves, Octubre 23
La segunda mejor opción
Lee Éxodo 17: 7-13 y Josué 6: 15-20. ¿Qué similitudes encuentras entre estos dos relatos bélicos? ¿En qué se diferencian?
Éxodo 17 registra la primera ocasión en que Israel luchó después del Éxodo, cuando los israelitas se defendieron de los amalecitas. Israel había sido testigo de la omnipotencia divina cuando Dios había afligido a los egipcios y había liberado a los israelitas. Hemos visto que el plan inicial de Dios para Israel no incluía luchar contra otros pueblos (Éxo. 23: 28; 33: 2). Pero poco después de su liberación de Egipto, los israelitas empezaron a murmurar por el camino (Éxo. 17: 3), cuestionando incluso la presencia de Dios en medio de ellos. Fue en ese momento cuando Amalec vino a luchar contra Israel. Esto no fue casualidad. Dios permitió que los amalecitas atacaran a Israel para que aprendieran a confiar de nuevo en él.
Sin comprometer sus principios, Dios desciende hasta el nivel en que se encuentra su pueblo, llamándolo continuamente a volver al plan ideal, a confiar plenamente y sin reservas en la intervención divina. De hecho, la ley de la guerra (Deut. 20) fue dada solo después de los 40 años de experiencia en el desierto, que también fue consecuencia de la incredulidad de Israel. Las nuevas circunstancias exigían nuevas estrategias, y fue entonces cuando Dios exigió a Israel que aniquilara por completo a los cananeos (Deut. 20: 16-18).
Además de que la guerra se convirtió en una necesidad para Israel, también supuso una prueba de su lealtad a Dios. El Señor no los abandonó, sino que les permitió ser testigos de su poder en respuesta a su total dependencia de él.
La participación de los israelitas en la conquista queda patente en la conclusión a la que llega Josué al final del libro. Aquí se dice que los cananeos luchaban contra los israelitas (Jos. 24: 11). Aunque el colapso de las murallas de Jericó fue el resultado de un milagro divino, el pueblo de Israel tuvo que participar activamente en la batalla y enfrentarse a la tenaz resistencia de los habitantes de la ciudad.
La participación de Israel en el conflicto armado se convirtió en una forma de desarrollar una confianza incondicional en la ayuda de Dios. Sin embargo, siempre se le recordaba a Israel (Jos. 7: 12, 13; 10: 8) que el resultado de cada batalla estaba, en última instancia, en manos del Señor, y que la única manera en que podían influir en el resultado de un conflicto militar era en virtud de su fe o de su incredulidad respecto de las promesas del Señor. La elección estaba en manos de ellos.
Viernes, Octubre 24
Para estudiar y meditar
Lee las páginas 463-468 del capítulo «La caída de Jericó» en el libro Patriarcas y profetas de Elena G. de White.
Cuando la rebelión contra la autoridad de Dios surgió en el universo, solo existían dos opciones: Dios dejaría de ser lo que es de manera esencial, inmutable y eterna, y entregaría el liderazgo de todo el universo a una de sus criaturas rebeldes, o seguiría siendo el Padre santo, justo, amoroso y misericordioso de todo lo que existe. La Biblia presenta la segunda opción como la elegida por Dios y, en consecuencia, el inevitable choque entre su poder y las fuerzas del mal.
Cuando los poderes políticos o socio-históricos asociados a las fuerzas cósmicas caóticas y rebeldes manifestaron la misma actitud desafiante contra Dios, él, como Señor soberano del universo, intervino. La representación de Dios como guerrero se convierte en una prefiguración de esa victoria definitiva que pondrá fin al conflicto cósmico en curso entre el bien y el mal (Apoc. 20: 8-10). Además, las guerras libradas por el antiguo Israel por orden de Dios no solo reflejaban el conflicto cósmico, sino que formaban parte de él, como una anticipación histórica del juicio de Dios al final de los tiempos.
«Dios les había dado el privilegio y deber de entrar en la tierra en el tiempo que les indicaría; pero debido a su negligencia voluntaria, se les había retirado ese permiso. […] No quería él que obtuvieran posesión de la tierra por la guerra, sino mediante la obediencia estricta a sus mandamientos» (Elena G. de White, Patriarcas y profetas, pp. 364, 365).
Preguntas para dialogar:
¿Cómo te ayuda el trasfondo del conflicto cósmico a entender mejor el hecho de que el Señor ordenara a Israel ir a la guerra?
Comparte en tu clase tus respuestas a la pregunta del lunes acerca de la realidad del gran conflicto y cómo se desarrolla en el mundo que nos rodea. ¿Cuál es nuestro papel en esta controversia y cómo procuramos cumplirlo?
¿Cómo podemos aplicar en nuestra vida espiritual el principio según el cual debemos permanecer quietos y esperar que el Señor luche por nosotros?
En nuestras discusiones y desacuerdos ocasionales en la iglesia queremos a menudo saber quién está de nuestro lado. ¿Cómo deberíamos cambiar de actitud a la luz de Josué 5: 13-15?




