Lección 14 Edición Adultos: «Yo hago nuevas todas las cosas» Para el 31 de Diciembre de 2022

Cuarto Trimestre de 2022

“Yo hago nuevas todas las cosas”

Lección 14 :- Para el 31 de Diciembre de 2022

Sábado 24 de diciembre

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:3, 22; 1 Juan 3:2, 3; 1 Pedro 1:22; Isaías 25:8; Apocalipsis 22:3–5.

PARA MEMORIZAR:
“Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas” (Apoc. 21:5). as Escrituras nos dan esta esperanza: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Ped. 3:13). Sin embargo, para algunos, la promesa de “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Apoc. 21:1) parece una fantasía, historias contadas por los poderosos que utilizaron la esperanza de una vida después de la muerte para ayudar a mantener a las masas bajo control. La idea es: Aunque ahora sea duro para ti, un día tendrás tu recompensa en el cielo, o algo similar.

Aunque algunos han usado de esa manera la esperanza futura presentada en la Biblia, ese abuso no cambia la verdad de las promesas que tenemos con respecto a los cielos nuevos y la Tierra nueva. En los últimos días, los burladores ridiculizarán nuestra bendita esperanza (2 Ped. 3:3–7). Pero sus burlas, tal como se predijo, podrían considerarse una prueba más de que lo que dice la Biblia es verdad, porque se burlan como lo predijo la Biblia. Durante esta semana reflexionaremos sobre la gloriosa promesa de un cielo nuevo y una Tierra nueva, incluyendo el Templo celestial, la presencia de Dios, el fin de la muerte y las lágrimas, y el triunfo definitivo del amor de Dios.

 

Domingo 25 de diciembre
UN CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA
Para algunos seguidores de la filosofía griega, la idea de que algo sea físico significa que es malo. Por eso, para ellos es inconcebible pensar en un cielo real con personas reales en el futuro. En este pensamiento, para que sea cielo y para que sea bueno, debe haber un estado puramente espiritual, libre de las manchas que se encuentran en este mundo físico. Afirman que si algo es material no puede ser espiritual; y si algo es espiritual no puede ser material. En cambio, la Biblia habla del cielo en términos concretos, pero sin las limitaciones que impone la presencia del pecado.

Lee Isaías 65:17 al 25; 66:22 y 23; 2 Pedro 3:13; y Apocalipsis 21:1 al 5. ¿Cuál es el mensaje primordial de estos pasajes? El libro de Isaías brinda vislumbres interesantes sobre cómo habría sido la Tierra si Israel, como nación, hubiera permanecido fiel a su pacto con Dios (Isa. 65:17–25; 66:22, 23; comparar con Deut. 28). Todo el entorno, con sus diversas expresiones de vida, habría crecido cada vez más hacia el plan original de Dios, es decir, previo a la entrada del pecado. Sin embargo, ese plan no se materializó de la manera esperada. Luego se estableció un nuevo plan, pero ahora por medio de la iglesia, compuesta por judíos y gentiles de todas las naciones (Mat. 28:18–20; 1 Ped. 2:9). Por lo tanto, debemos releer las profecías de Isaías desde la perspectiva de la iglesia (2 Ped. 3:13; Apoc. 21:1–5).

“En la Biblia se llama a la herencia de los bienaventurados ‘una patria’ (Heb. 11:14-16). Allí el Pastor divino conduce a su rebaño a los manantiales de aguas vivas. El árbol de vida da su fruto cada mes, y las hojas del árbol son para utilidad de las naciones. Allí hay corrientes que manan eternamente, claras como el cristal, al lado de las cuales se mecen árboles que echan su sombra sobre los senderos preparados para los redimidos del Señor. Allí las vastas planicies alternan con bellísimas colinas y las montañas de Dios elevan sus majestuosas cumbres. En esas pacíficas llanuras, al borde de esas corrientes vivas, el pueblo de Dios, que por tanto tiempo anduvo peregrino y errante, encontrará un hogar” (CS 654). Muchos autores seculares que no tienen la esperanza de la Eternidad como la presentan las Escrituras, han lamentado la falta de sentido de la existencia humana. Aunque están equivocados en cuento al futuro, ¿por qué es difícil alegar en contra de su argumento sobre el sinsentido de la vida sin una esperanza futura? Presenta tu respuesta a la clase el sábado.

 

Lunes 26 de diciembre
EN EL TEMPLO DE DIOS
Algunos hablan del cielo propiamente dicho como el Santuario de Dios. Pero el libro de Apocalipsis alude a un Santuario/Templo específico dentro de la Nueva Jerusalén, donde se encuentran el Trono de Dios y el mar de vidrio (Apoc. 4:2–6; 7:9–15; 15:5–8). Allí, la gran multitud de santos de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas adorarán a Dios para siempre (Apoc. 7:9–17). Compara Apocalipsis 7:9 al 15 con 21:3 y 22. ¿Cómo podemos armonizar la descripción de la gran multitud de los redimidos que sirven a Dios “día y noche en su templo” (Apoc. 7:15) con la afirmación de que Juan “no vi[o] ningún templo” en la Nueva Jerusalén (Apoc. 21:22, NVI)? El Santuario/Templo celestial siempre ha sido el lugar donde las huestes celestiales adoran a Dios. Pero, con la aparición del pecado, ese Santuario se convirtió también en el lugar desde donde se ofrece la salvación a la humanidad. “Cuando termine el problema del pecado, el Santuario celestial retornará nuevamente a su función original. En Apocalipsis 21:22, Juan el Revelador informa que ya no vio un templo en la ciudad, porque el Señor Dios todopoderoso y el Cordero son su templo. Pero ¿significa eso que ya no hay una casa de Dios donde sus criaturas puedan ir a tener una comunión especial con él? ¡De ninguna manera!” (R. M. Davidson, “The Sanctuary: ‘To Behold the Beauty of the Lord’ ”, p. 31).

El libro de Apocalipsis presta especial atención al Ser que recibe adoración y a quienes lo adoran. Esta adoración celestial se centra en Dios y en el Cordero (Apoc. 5:13; 7:10). Como siempre, y como debe ser, Cristo es el centro de la adoración. Los adoradores son quienes “han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero” (Apoc. 7:14). Son un testimonio vivo del poder redentor y transformador de Dios. Cantan alabanzas a Dios por quién es él y por lo que hizo por ellos. Apocalipsis 21:3 dice: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”. Estos versículos reflejan muchos otros pasajes (Jer. 32:38; Eze. 37:27; Zac. 8:8; Heb. 8:10). ¿Qué significa para nosotros ahora, que todavía estamos en la Tierra, que Dios será nuestro Dios y nosotros seremos su pueblo? ¿Cómo vivimos esta asombrosa verdad ahora?

 

Martes 27 de diciembre
EN LA PRESENCIA DE DIOS
La Biblia dice que Dios “habita en luz inaccesible” (1 Tim. 6:16), y que “a Dios nadie le vio jamás” (Juan 1:18; 1 Juan 4:12). ¿Significa esto que los santos nunca verán a Dios el Padre en el cielo? En absoluto. Es evidente que el hecho de no ver a Dios se refiere a los seres humanos después de la Caída, porque hay varios indicios en las Escrituras de que los santos realmente lo verán en el cielo. Lee Mateo 5:8; 1 Juan 3:2 y 3; y Apocalipsis 22:3 y 4. ¿Qué nos dicen estos pasajes acerca del privilegio supremo de ver a Dios? El mismo apóstol Juan que declaró que “a Dios nadie le vio jamás” (Juan 1:18; 1 Juan 4:12); pero también declara que “le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2, 3) y que “ver[emos] su rostro” (Apoc. 22:3, 4). Puede ser debatible si estos pasajes se refieren a Dios el Padre o a Cristo. Pero, todas las dudas se desvanecen a la luz de la propia declaración de Cristo: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mat. 5:8). ¡Qué privilegio será para los redimidos adorar a Dios en su Templo! Pero el privilegio supremo de todos será ver su rostro. “El pueblo de Dios tiene el privilegio de tener comunión directa con el Padre y con el Hijo. ‘Ahora vemos en un espejo, confusamente’ (1 Cor. 13:12). Contemplamos la imagen de Dios reflejada, como en un espejo, en las obras de la naturaleza y sus tratos con los hombres; pero entonces lo veremos cara a cara, sin velo que nos lo oculte. Estaremos en su presencia y contemplaremos la gloria de su rostro” (CS 656). Observa en algunos de los versículos de hoy el vínculo entre la pureza y el hecho de ver a Dios. “Los de limpio corazón” verán a Dios; el que verá a Dios “se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:3). Lo que estos versículos revelan es que Dios debe hacer una obra en nosotros ahora, que nos ayude a prepararnos para el cielo.

Aunque, en definitiva, la muerte de Jesús es la que nos garantiza el derecho al cielo, pasaremos por un proceso de purificación aquí y ahora que nos ayudará a prepararnos para nuestro hogar eterno. Y el centro del proceso de purificación es la obediencia a su Palabra gracias a la obra del Espíritu Santo en nosotros. Lee 1 Pedro 1:22. ¿Cómo nos revela este texto el vínculo entre la obediencia mediante el Espíritu y la purificación? ¿Qué tiene la obediencia, que nos purifica? Específicamente, ¿cómo dice Pedro que se manifestará nuestra obediencia?

 

Miércoles 28 de diciembre
NO MÁS MUERTE NI LÁGRIMAS
La teoría de un alma inmortal que sufre eternamente en un infierno siempre en llamas contradice la enseñanza bíblica de que en el cielo nuevo y la Tierra Nueva “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto” (Apoc. 21:4). Si fuera cierta la teoría de un infierno eterno y ardiente, entonces la “segunda muerte” no erradicaría el pecado ni a los pecadores del Universo, sino que solo los confinaría en un infierno eterno de dolor y llanto. Es más: En este caso, el Universo nunca se restauraría completamente a su perfección original. Pero ¡alabado sea el Señor, porque la Biblia pinta un cuadro completamente diferente! Lee Isaías 25:8, y Apocalipsis 7:17 y 21:4. ¿Qué consuelo y esperanza pueden traernos estos pasajes en medio de las pruebas y el sufrimiento de este mundo actual?

La vida puede ser muy dura, injusta, cruel. El frío abrazo de la muerte violentamente nos arrebata a algunas personas muy entrañables para nosotros; otras llegan sutilmente a nuestra vida, nos roban los sentimientos y luego se van como si nada hubiera pasado. Qué terrible es ser traicionado por alguien a quien amamos y en quien confiamos. Hay momentos en los que, con el corazón roto, hasta podemos preguntarnos si vale la pena seguir viviendo. Sin embargo, independientemente de nuestros pesares, Dios siempre está dispuesto a enjugar toda lágrima de nuestras mejillas. Pero, algunas de nuestras lágrimas más profundas seguirán fluyendo hasta ese glorioso día en que la muerte, el dolor y el llanto dejarán de existir (Apoc. 21:1–5).

Podemos confiar en que en el Juicio Final Dios tratará a cada ser humano con justicia y amor. Todos nuestros seres queridos que murieron en Cristo resucitarán de entre los muertos para estar con nosotros por toda la Eternidad. Los que no son aptos para la vida eterna finalmente dejarán de existir, sin tener que vivir en un cielo para ellos “desagradable” o en un infierno que arda eternamente. Nuestro mayor consuelo proviene de la manera justa en que Dios trata a todos. Cuando la muerte deje de existir definitivamente, los redimidos exclamarán con júbilo: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Cor. 15:54, 55). El Señor prometió que, en el cielo nuevo y la Tierra Nueva que creará, “de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isa. 65:17). Esto no significa que el cielo será un lugar de amnesia, sino que el pasado no socavará el gozo perdurable del cielo. ¿Quién no ha sentido aquí los injustos estragos de la existencia humana? Especialmente en esos malos momentos, ¿cómo podemos aprender a confiar y, en lo posible, regocijarnos en la bondad y el amor de Dios?

 

Jueves 29 de diciembre
SU NOMBRE EN SUS FRENTES
Lee Apocalipsis 22:3 al 5. ¿Cómo podemos tener la seguridad de que estaremos entre aquellos que tendrán el nombre de Dios escrito en la frente? Es decir, ¿podemos estar seguros? Después de la rebelión de Lucifer y la caída de Adán y de Eva, Dios podría haber destruido a los dos pecadores. Sin embargo, como expresión del amor incondicional por sus criaturas, Dios estableció un plan misericordioso para salvar a todos los que acepten lo que él les ofrece. Esto es lo que se conoce como el “plan de salvación”, que, aunque existía aun antes de la creación de la Tierra (Efe. 1:3, 4; 2 Tim. 1:9; Tito 1:2; Apoc. 13:8), la primera vez que se dio a conocer fue a la humanidad en el Edén, inmediatamente después de la Caída. Luego se reveló aún más en los tipos y las sombras del servicio del Santuario hebreo (Éxo. 25). Y posteriormente tuvo su máxima expresión en la vida, la muerte y la resurrección de Jesús (ver Rom. 5).

En el centro del plan de salvación está la promesa de vida eterna, sobre la base de los méritos de Jesús, para todos los que acepten, por fe, la gran provisión hecha en la Cruz. Antes de la Cruz y después de la Cruz, la salvación siempre ha sido por fe, nunca por obras, por más que las obras sean una expresión natural de nuestra salvación. Pablo escribió acerca de Abraham, quien existió mucho antes de la venida de Cristo, como un ejemplo de salvación por la fe: “Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia” (Rom. 4:2, 3). ¿Cómo nos ayudan estos versículos a entender de qué se trata la salvación por fe? Entonces, podemos tener la seguridad de la salvación si aceptamos a Jesús, nos entregamos a él, reclamamos sus promesas (incluyendo las de una nueva vida en él), y nos apoyamos totalmente en sus méritos y nada más. Abraham creyó, y esto se le tomó en cuenta como justicia; con nosotros funciona igual. Por consiguiente, esto es lo que significa tener su nombre escrito en nuestra frente. Si lo tenemos escrito allí en este momento y no nos apartamos de él, entonces también estará escrito en los cielos nuevos y en la Tierra Nueva.

 

Viernes 30 de diciembre
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, El conflicto de los siglos, “El fin del conflicto”, pp. 643-658; La segunda venida y el cielo, “La Tierra renovada”, pp. 207-226; “La escuela celestial”, pp. 227-248; “El día se acerca”, pp. 249-260; “El cielo puede comenzar ahora”, pp. 261-276; “La música del cielo” pp. 277-288; “Llamados a estar allí”, pp. 289-299. “La Cruz de Cristo será la ciencia y el canto de los redimidos durante toda la Eternidad. En el Cristo glorificado contemplarán al Cristo crucificado. Nunca olvidarán que el Ser cuyo poder creó los innumerables mundos y los sostiene a través de la inmensidad del espacio –el Amado de Dios, la Majestad del cielo, a quien los querubines y los serafines resplandecientes se deleitan en adorar– se humilló para levantar al hombre caído; [nunca olvidarán] que llevó la culpa y la vergüenza del pecado, y sintió el ocultamiento del rostro de su Padre, hasta que la maldición de un mundo perdido quebrantó su corazón y le arrancó la vida en la Cruz del Calvario. Que el Hacedor de todos los mundos, el Árbitro de todos los destinos, dejase su gloria y se humillase por amor al hombre despertará eternamente la admiración y la adoración del Universo” (CS 632-633).

“El Gran Conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el Universo está limpio. Una misma pulsación de armonía y júbilo late a través de la vasta Creación. Del Ser que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más grande, todas las cosas, animadas e inanimadas, declaran, en su belleza sin mácula y en gozo perfecto, que Dios es amor” (CS 657).

 

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Muchos cristianos secularizados viven como si este mundo fuera a durar para siempre (Luc. 12:16–21). ¿Cómo podemos equilibrar nuestros ideales terrenales con nuestras prioridades celestiales? ¿Cómo podemos protegernos de lo que Jesús nos advirtió en Lucas 12?
  2. Si el cielo comienza aquí, ¿qué debemos hacer para transformar nuestro hogar y nuestra vida personal en pequeñas expresiones de los principios celestiales?
  3. Medita sobre la pregunta planteada al final de la lección del domingo. ¿Cuál es la lógica detrás del pesimismo de quienes no creen en la vida eterna? Al mismo tiempo, también, algunas de estas personas parecen llevar una vida bastante “feliz”, aunque no expresen ninguna esperanza futura. ¿Cómo crees que lo logran? Es decir, ¿cómo pueden vivir hasta con cierta satisfacción sin haber abrazado la promesa de algo más allá de esta vida?
Radio Adventista
1 comment… add one
  • Llevaremos nuestro carácter.
    La obediencia como clave.

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