Lección 13 Edicion Adultos: “Una comunidad de siervos” Para el 28 de septiembre de 2019

Tercer trimestre (julio-septiembre) de 2019

“Una comunidad de siervos”

Lección 13: – Para el 28 de septiembre de 2019

 

Sábado 21 de septiembre

Lee Para el Estudio de esta Semana: 2 Corintios 2:14-16; Éxodo 32:1-14; 1 Pedro 2:12; Filipenses 2:15; Efesios 2:19; Hebreos 10:23-25.

Para Memorizar: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras” (Heb. 10:23, 24).

Al tratar de cumplir la misión cristiana, no debemos subestimar el potencial de la iglesia como una comunidad organizada de creyentes. Ya hemos mencionado los desafíos que podemos enfrentar al intentar afrontar la injusticia y la pobreza. Pero al trabajar con hermanos creyentes en una comunidad de fe, podemos ser una bendición para quienes nos rodean.

Existe la tentación de que, al reunirnos como iglesia, nos distraigamos con la marcha propia de la iglesia, y que nos olvidemos de que la iglesia existe para servir al mundo en el que Dios la ha puesto. Como organización eclesiástica, no debemos ignorar el sufrimiento ni el mal que existen a nuestro alrededor. Si Cristo no lo ignoró, tampoco debemos hacerlo nosotros. Debemos ser fieles a nuestro mandato de predicar el evangelio, y junto con esa predicación viene la obra de ayudar a los oprimidos, los hambrientos, los desnudos y los desamparados.

Juntos, como comunidad y organización eclesiástica, somos el cuerpo de Cristo (ver 1 Cor. 12:12-20). Por ende, como comunidad debemos andar como lo hizo Jesús, llegar a la gente como lo hizo Jesús, y servir como si fuésemos las manos, los pies, la voz y el corazón de Jesús en el mundo actual.

 

Domingo 22 de septiembre:

Agentes de cambio

En los primeros capítulos de Hechos vimos que los primeros creyentes cristianos establecieron una clase de comunidad diferente: atendían a los necesitados entre ellos, y juntos se acercaban a los que estaban fuera de la comunidad, ofreciéndoles ayuda cuando era necesario e invitándolos a sumárseles con lo que Dios estaba haciendo entre ellos.

Además de las descripciones de Jesús sobre la sal y la luz, Pablo utiliza una serie de metáforas para representar la obra de la iglesia en el mundo. Entre otras, a los que viven como pueblo de Dios los describe como un sacrificio (ver Rom. 12:1), el cuerpo de Cristo (ver 1 Cor. 12:12-20), embajadores (ver 2 Cor. 5:18-20) y como perfume (ver 2 Cor. 2:14-16). Cada una de estas imágenes habla de un papel como representantes o agentes del Reino de Dios incluso ahora, en medio de un mundo devastado por el gran conflicto.

Repasa cada una de estas descripciones “representativas” mencionadas arriba. ¿Cuál describe mejor cómo te gustaría representar a Dios y sus caminos en tu comunidad y por qué?

Cada una de estas imágenes va acompañada de acciones, no como una forma de que las personas sean aceptables ante Dios sino como ya aceptadas por Dios a través del sacrificio de Cristo, que han respondido al amor y la gracia de Dios al ser sus agentes en un mundo herido y moribundo.

Pero estas también pueden considerarse en un nivel aún más profundo: debido a que el Reino de Dios se basa en el amor y la gracia de Dios, cuando actuamos de manera que mostramos amor y gracia a los demás, establecemos ese Reino eterno y participamos de él, incluso ahora.

En derecho internacional, la embajada de un país se considera parte de la nación que representa, aun cuando se encuentra físicamente en un país extranjero, quizá a gran distancia de la nación de origen. Del mismo modo, el hecho de poner en práctica los caminos del Reino de Dios ofrece vislumbres de esa realidad eterna aquí y ahora y, por ende, apunta hacia la derrota final del mal y es un anticipo de ella. De este modo, como embajadores de Cristo, como agentes de Cristo, podemos experimentar la realidad de su amor y justicia en nuestra vida, en la iglesia y en la vida de aquellos a quienes procuramos servir.

Lee 2 Corintios 2:16. ¿Cuál es la diferencia entre los dos olores y cómo podemos saber cuál de ellos somos?

 

Lunes 23 de septiembre:

Un remanente que sirve

La definición estándar del pueblo remanente identificado en la profecía bíblica se encuentra en Apocalipsis 12:17: “Los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (ver, además, Apoc. 14:12). En la historia bíblica, estas características señalan al pueblo de Dios en las etapas finales de la historia de la Tierra. Pero en las historias bíblicas también podemos encontrar ejemplos de cómo actúa ese remanente y, en especial, cómo sirve a los demás.

El ejemplo de Moisés en este sentido es abrumador. Lee Éxodo 32:1 al 14. ¿Cuál es la comparación entre Moisés en esta historia y el remanente descrito en Apocalipsis 12:17?

En su ira contra el pueblo de Israel, Dios amenazó con destruirlos y transferir las promesas hechas a Abraham (que sus descendientes se convertirían en una gran nación) a Moisés y su familia (ver Éxo. 32:10).

Pero Moisés no quería eso. Moisés tiene la audacia de discutir con Dios, y sugiere que si el Señor cumple con su amenaza, eso lo hará quedar mal (ver Éxo. 32:11-13). Pero luego Moisés va más allá y se arriesga a urgir a Dios con su demanda.

Moisés había estado esforzándose para guiar a este pueblo a través del desierto. Este había estado quejándose y discutiendo casi desde el momento en que salieron en libertad. Y sin embargo, Moisés le dice a Dios: Si no puedes perdonarlos, “ráeme ahora de tu libro que has escrito” (Éxo. 32:32). Moisés se ofrece a renunciar a la eternidad para salvar a aquellos con quienes ha compartido su viaje.

¡Qué poderoso ejemplo de intercesión abnegada en nombre de aquellos que no lo merecen! ¡Y qué poderoso símbolo de todo el plan de salvación!

“Mientras Moisés intercedía por Israel, perdió su timidez, movido por el profundo interés y amor que sentía hacia aquellos en cuyo favor él había hecho tanto como instrumento en las manos de Dios. El Señor escuchó sus súplicas, y otorgó lo que oraba tan desinteresadamente. Había examinado a su siervo; había probado su fidelidad y su amor hacia aquel pueblo ingrato, inclinado a errar, y Moisés soportó noblemente la prueba. Su interés por Israel no provenía de motivos egoístas. Quería la prosperidad del pueblo escogido de Dios más que su honor personal, más que el privilegio de llegar a ser el padre de una nación poderosa. Dios se sintió complacido por su fidelidad, su sencillez de corazón y su integridad; y le dio, como a un fiel pastor, la gran misión de liderar a Israel a la tierra prometida” (PP 330).

¿Qué nos dice esto acerca de cómo debemos tratar, en cuanto sea posible, a los que cometen errores a nuestro alrededor?

 

Martes 24 de septiembre:

Cómo alcanzar almas

Las deliberaciones eclesiásticas a veces parecen quedar atrapadas en la aparente necesidad de elegir entre el énfasis en el trabajo social o la obra evangélica, la beneficencia o la testificación, la justicia o la evangelización. Pero cuando entendemos mejor cada uno de estos conceptos y observamos el ministerio de Jesús, la diferencia se deshace, y nos damos cuenta de que la predicación del evangelio y la obra para ayudar a los demás están estrechamente ligadas.

En una de las declaraciones más conocidas de Elena de White, ella lo explicó así: “Sólo el método de Cristo será el que dará éxito para llegar a la gente. El Salvador trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza. Entonces les pedía: ‘Sígueme’. […]

“Hay que aliviar a los pobres, atender a los enfermos, consolar a los afligidos y dolientes, instruir a los ignorantes y aconsejar a los inexpertos. Hemos de llorar con los que lloran y regocijarnos con los que se regocijan” (MC 143).

Como hemos visto, estas dos actividades del reino, la justicia y la evangelización, estaban estrechamente ligadas, no solo en el ministerio de Jesús sino en la primera comisión de Jesús a sus discípulos: “Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mat. 10:7, 8). En resumen, una de las mejores maneras de llegar a los demás con nuestro mensaje es atender sus necesidades.

Lee 1 Pedro 2:12 y Filipenses 2:15. ¿Qué dicen Pedro y Pablo sobre el poder testimonial de las buenas obras hechas por el pueblo de Dios?

Con una interpretación más amplia de las buenas nuevas de Dios, la evangelización no tiene sentido ante la falta de pasión por la gente. Hay pasajes como 1 Juan 3:16 al 18 y Santiago 2:16 que enfatizan la contradicción de predicar el evangelio sin vivirlo. En su máxima expresión, la evangelización (llevar las buenas nuevas de esperanza, rescate, arrepentimiento, transformación y del gran amor de Dios) es una expresión de justicia.

Tanto la evangelización como el deseo de justicia surgen al reconocer el amor de Dios por los perdidos, los quebrantados y los que sufren; un amor que también aumenta en nuestro corazón bajo la influencia de Dios en nuestra vida. Nosotros no elegimos una actividad o la otra, sino que trabajamos con Dios al trabajar con la gente, al satisfacer sus verdaderas necesidades y al usar los recursos que Dios nos ha confiado.

Sin embargo, ¿cómo podemos asegurarnos de que, al hacer buenas obras por los demás, no descuidamos la predicación de las buenas nuevas de la salvación?

 

Miércoles 25 de septiembre:

La gracia en la iglesia

Al comienzo del libro de Job, Dios señala a Job y su fidelidad hacia él como una demostración de la bondad de los caminos de Dios y de su trato con la humanidad caída (ver Job 1:8). Es asombroso que Dios permita que su reputación dependa de cómo vive su pueblo en esta Tierra. Pero Pablo expandió esta fe que Dios tiene en algunos de sus “santos” e incluyó a la comunidad de la iglesia: “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales” (Efe. 3:10, NVI).

Lee Efesios 2:19. ¿Qué crees que abarca la idea de describir a la comunidad de la iglesia como la “familia” de Dios? ¿Cómo debiera influir esta descripción en el funcionamiento de la iglesia organizada?

En cualquier comunidad u organización, la forma en que esa entidad trata a sus miembros refleja los valores fundamentales del grupo. Como casa de Dios, cuerpo de Cristo y comunidad del Espíritu, los dos llamados supremos que tiene la iglesia es llevar esto a la práctica y estar a la altura de ello: “Pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos” (1 Cor. 14:33).

Los valores de la justicia, la gracia y el amor (como lo demuestran la justicia, la gracia y el amor de Dios) deben regir todo lo que sucede dentro de la iglesia. Desde la comunidad de la iglesia local hasta la organización mundial de la iglesia, estos principios deben guiar a los dirigentes de la iglesia en su forma de liderar, de tomar decisiones y de preocuparse por “uno de estos mis hermanos más pequeños” entre la comunidad eclesiástica. También deben guiarnos para resolver las disputas que surgen de tanto en tanto entre los miembros. Si no podemos tratar a los nuestros con justicia y dignidad, ¿cómo haremos eso con los demás también?

Cuando la organización de la iglesia contrata gente, debe ser una empleadora generosa, valorar a las personas antes que cualquier otra consideración, y actuar en contra del trato injusto de los miembros. Las iglesias deben ser lugares seguros, donde todos los miembros de iglesia hagan lo posible para proteger a los vulnerables. Y, como vimos en la iglesia primitiva, los miembros de la comunidad de la iglesia deben estar especialmente preparados para dar y apoyar a la “familia” de su iglesia que está sufriendo o pasando necesidad.

Jesús lo dio como una orden, diciendo que esto no solo transformaría a la comunidad de la fe, sino también demostraría la realidad de su fe a los que observen: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34, 35).

 

Jueves 26 de septiembre:

Estimularnos a las buenas obras

Incluso teniendo las mejores motivaciones e intenciones, y creyendo que estamos del lado de Dios y de la bondad, trabajar para el Señor puede ser difícil y desalentador. La tristeza y el dolor de nuestro mundo son reales. Esta es una de las razones por las que necesitamos una comunidad eclesiástica. Jesús ejemplificó este tipo de comunidad solidaria con sus discípulos. Rara vez enviaba a personas solas, e incluso cuando eso ocurría, pronto volverían a reunirse para compartir sus historias y renovar sus energías y su ánimo.

Lee Hebreos 10:23 al 25. Hebreos 10:25 es el más famoso de estos versículos. Por lo tanto, ¿qué agregan los dos versículos anteriores a nuestra comprensión del versículo conocido? ¿Cuáles son algunas de las formas en que podemos estimularnos “al amor y las buenas obras”?

En casi cualquier tarea, causa o proyecto, un grupo de personas que trabajan juntas puede lograr más que todas aquellas personas que trabajan individualmente. Esto nos recuerda una vez más la imagen de la iglesia como el cuerpo de Cristo (ver Rom. 12:3-6), en la que todos tenemos roles diferentes pero complementarios que desempeñar. Cuando cada uno aporta lo mejor de sí, pero lo hace de una manera que permite que sus influencias trabajen juntas, pueden confiar por la fe en que su vida y obra marcarán la diferencia para la eternidad.

Si bien los resultados son importantes cuando procuramos hacer lo correcto (los resultados se relacionan con la gente y su vida) a veces tenemos que confiar en Dios para los resultados. Cuando trabajemos para aliviar la pobreza, para proteger a los vulnerables, para liberar a los oprimidos y para defender a quienes no tienen voz, veremos poco progreso. Pero tenemos la esperanza de estar trabajando para una causa mucho mayor y que inevitablemente será victoriosa: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gál. 6:9, 10; ver, además, Heb. 13:16).

Por eso se nos llama a alentar (literalmente, a infundir coraje) a los demás. Vivir fielmente es a la vez dichoso y difícil. Nuestro Dios de justicia y nuestra comunidad de justicia son nuestro mayor sostén y la razón por la que invitamos a los demás a sumarse.

¿Conoces o sabes de alguien que trabaje habitualmente para aliviar el sufrimiento de los demás? ¿Cómo podrías animar a esa persona o grupo en la buena obra que realiza?

 

Viernes 27 de septiembre

Para Estudiar y Meditar:

Lee “Un testigo fiel” y “Bondad: la llave que abre los corazones”, en Los hechos de los apóstoles, pp. 436-444; pp. 86-101.

“La obra que hicieron los discípulos, hemos de hacerla nosotros también. Todo cristiano debe ser un misionero. Con simpatía y compasión tenemos que desempeñar nuestro ministerio en bien de los que necesitan ayuda, y procurar con todo desprendimiento aliviar las miserias de la humanidad doliente. […]

“Hemos de dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, y consolar a los que sufren y a los afligidos. Hemos de auxiliar a los de ánimo decaído e inspirar esperanza a los desesperados.

“El amor de Cristo, manifestado en un ministerio de abnegación, será más eficaz para reformar al malhechor que la espada o los tribunales. […] A menudo el corazón que se endurece bajo la reprensión es ablandado por el amor de Cristo” (MC 71, 73).

“La esclavitud, el sistema de castas, los prejuicios raciales, la opresión del pobre, el descuido del infortunado, todas estas cosas son declaradas como anticristianas y una seria amenaza para el bienestar de la raza humana, y como un mal que la iglesia de Cristo está encargada de cambiar” (NB 519).

Preguntas para Dialogar:

  1. Hay mucha gente, grupos y organizaciones que buscan aliviar la necesidad del mundo. ¿Qué fortalezas, ideas y recursos únicos puede aportar la Iglesia Adventista del Séptimo Día a esta tarea?
  2. ¿Puedes recordar alguna ocasión en que te hayas sentido animado y apoyado por la comunidad de la iglesia? Al aprender de esa experiencia, ¿cómo puedes extender ese mismo estímulo a los demás?
  3. Además del apoyo de una comunidad eclesiástica, ¿qué otras cosas pueden ayudarte a evitar que te canses de hacer el bien?
  4. ¿Qué proyectos e iniciativas conoces que la Iglesia Adventista del Séptimo Día en todo el mundo está apoyando actualmente para aliviar la injusticia y la pobreza? ¿Cómo podrías contribuir con este aspecto de la obra de la iglesia?

Resumen: Sí, como cristianos, somos llamados a aceptar las necesidades de los demás, especialmente de los que sufren y los oprimidos. Y aunque tenemos responsabilidades individuales en este aspecto, como comunidad que se dedica a servir a los demás podemos ser mucho más eficientes trabajando juntos como familia de la iglesia.

Radio Adventista
2 comments… add one
  • Aprendamos mucho
    De la leccion escuela sabatica
    Todos somos iguales

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  • Que linda escuela sabatica realmente uno puede darse cuenta de cuan grande es el amor de nuestro Dios que nos envia a cumplir tambien a nosotros con este nuevo mandamiento que el nos dejo, yo soy un joven que ah decidido entregar completamente su vida al servicio de nuestro Dios es asi que el ah puesto en mi corazon con la iniciación de un ministerio que por el momento es independiente a la iglesia pero espero en el lapso de 3 mese pueda ser algo mucho mas grande y serio para poder contribuir a la iglesia local y a la mision en mi pais por fe se que en el caminio Dios nos magnificara salmos 18:35 y que en este ultimo tiempo se de el surgimiento de mas ministerios para el avance de la obra y el alcanzar a mas almas para nuestro Dios , salvar del pecado guiar en el servicio y dar el testimonio y fe de Jesus. feliz sabado y exelente semana.
    Samuel Reyes desde Quito-Ecuador

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