Lección 10 Edicion Adultos: “De la confesión a la consolación” Para el 7 de marzo de 2020

Primer trimestre (enero-marzo) de 2020

“De la confesión a la consolación”

Lección 10: – Para el 7 de marzo de 2020

 

Sábado 29 de febrero

Lee Para el Estudio de esta Semana: Daniel 9; Jeremías 25:11, 12; 29:10; 2 Reyes 19:15–19; Mateo 5:16; Santiago 5:16.

Para Memorizar: “Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo” (Dan. 9:19).

Daniel 9 contiene una de las grandes oraciones de la Biblia. En momentos cruciales de su vida, Daniel recurre a la oración para hacer frente a los desafíos que se le presentan. Cuando Daniel y sus colegas estaban a punto de ser asesinados debido al misterioso sueño de un rey pagano, el profeta se acerca a Dios en oración (Dan. 2). Y cuando un decreto real prohibió dirigir súplicas a cualquier dios fuera del rey, Daniel siguió ofreciendo sus oraciones diarias hacia Jerusalén (Dan. 6). Por lo tanto, al considerar la oración de Daniel 9, recordemos que la visión de las 2.300 tardes y mañanas de Daniel 8 tiene un gran impacto en el profeta. Aunque se explicaron los contornos generales de esa profecía, Daniel no puede entender el espacio de tiempo expresado en el diálogo entre los dos seres celestiales: “Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el Santuario será purificado” (Dan. 8:14). Recién ahora, en el capítulo 9, se le da más luz al profeta, y esta vez, también, es en respuesta a la oración ferviente.

 

Domingo 1 de marzo:

La centralidad de la palabra de Dios

Lee Daniel 9:1 y 2. Daniel dice que “entend[ió] de los libros” la profecía que estaba estudiando tan cuidadosamente. ¿A qué libro o libros de la Biblia se refiere?

Al analizar esta oración, resulta evidente que surge de un estudio en profundidad de la revelación anterior de Dios a Moisés y los profetas. Al leer en el rollo de Jeremías que el período de cautiverio durará setenta años (ver Jer. 25:11, 12; 29:10), Daniel comprende la importancia del momento histórico en el que vive.

Tengamos en cuenta que Daniel eleva esta oración en 539 a.C., el año en que el Imperio Persa reemplazó a Babilonia. Por ello, han pasado casi setenta años desde que Nabucodonosor conquistó Jerusalén y destruyó el Templo. Por lo tanto, según la profecía de Jeremías, el pueblo de Dios pronto regresará a su terruño. Como confía en la Palabra de Dios, Daniel sabe que algo trascendental está a punto de suceder con su pueblo y que, tal como Dios promete en su Palabra, el exilio en Babilonia terminará pronto y los judíos volverán a su hogar.

De su estudio de las Escrituras disponibles en ese entonces, Daniel también comprende cuán graves son los pecados de su pueblo. Como quebrantaron el pacto, rompieron su relación con Dios; por ende, la consecuencia inevitable es el exilio (Lev. 26:14–45). Por lo tanto, es el estudio de la revelación de Dios lo que le permite a Daniel discernir los tiempos y lo que le da un sentido de urgencia para implorar a Dios en favor del pueblo.

A medida que nos acercamos a los últimos días de la historia de la Tierra, necesitamos más que nunca estudiar y vivir de acuerdo con la Palabra de Dios. Solo las Escrituras nos pueden proporcionar una explicación autorizada del mundo en el que vivimos. A fin de cuentas, las Escrituras cuentan la historia del gran conflicto entre el bien y el mal, y de este modo revelan que la historia de la humanidad se cerrará con la aniquilación del mal y el establecimiento del Reino eterno de Dios. Cuanto más estudiemos las Escrituras, mejor podremos entender la situación contemporánea del mundo y nuestro lugar en él, como así también los motivos para tener esperanza en medio de un mundo que no puede ofrecerla.

¿Cómo nos ayuda la Biblia a entender hasta cierto punto a un mundo que, en sí mismo, parece no tener ningún sentido?

 

Lunes 2 de marzo:

Un llamado a la gracia

Lee Daniel 9:3 al 19. ¿Por qué motivo Daniel implora misericordia?

Debemos señalar especialmente algunos aspectos de esta oración. En primer lugar, en su oración Daniel no pide ningún tipo de explicación por las calamidades que sufrió el pueblo judío; él conoce la razón. De hecho, en esta oración Daniel se dedica en su mayor parte a relatar la razón: “No obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en sus leyes que él puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas” (Dan. 9:10). La última vez que Daniel tuvo necesidad de entender algo fue al final de Daniel 8, cuando dice que no entiende la visión de las 2.300 tardes y mañanas (ver Dan. 8:27).

El segundo aspecto es que esta oración es una apelación a la gracia de Dios, a la voluntad de Dios de perdonar a su pueblo a pesar de haber pecado y de haber hecho el mal. En cierto sentido, en esto vemos un poderoso reflejo del evangelio, de gente pecaminosa que no tiene méritos propios y que, sin embargo, persigue la gracia que no merece y el perdón que no se ha ganado. ¿No es este un ejemplo de nuestra situación individual ante Dios?

Lee Daniel 9:18 y 19. ¿Qué otra razón da Daniel para que el Señor responda su oración?

Debemos subrayar también otro aspecto de la oración de Daniel: la apelación al honor del nombre de Dios. Es decir, la oración no está motivada por la conveniencia personal de Daniel ni la de su pueblo, sino por amor a Dios (Dan. 9:17–19). En otras palabras, la petición debe concederse para que el nombre de Dios sea honrado.

Lee 2 Reyes 19:15 al 19. ¿En qué se asemeja la oración de Ezequías a la de Daniel? ¿Qué dice Mateo 5:16 sobre cómo nosotros también podemos glorificar a Dios?

 

Martes 3 de marzo:

El valor de la intercesión

Lee Daniel 9:5 al 13. ¿Qué importancia tiene el hecho de que Daniel siga diciendo que “nosotros” hemos hecho lo malo, con lo que se incluye él mismo en los pecados que finalmente acarrearon esa calamidad a la nación?

La oración de Daniel es solo una entre otras oraciones de intercesión notables incluidas en la Biblia. Esas oraciones tocan el corazón de Dios, y por consiguiente evitan el juicio y, en cambio, traen liberación de los enemigos. Cuando Dios está dispuesto a destruir a toda la nación judía, la intercesión de Moisés detiene su mano (Éxo. 32:7–14; Núm. 14:10–25). Incluso cuando la grave sequía está a punto de consumir la tierra, Dios responde la oración de Elías y envía lluvia para revivir la tierra (1 Rey. 18).

Al orar por los miembros de la familia, los amigos y otras personas o situaciones, Dios escucha nuestras oraciones y puede intervenir. A veces quizá lleve más tiempo la respuesta a una oración, pero podemos tener la certeza de que Dios nunca olvida las necesidades de sus hijos (ver Sant. 5:16).

En este caso, Daniel desempeña el papel de intercesor, o mediador, entre Dios y el pueblo. A partir de su estudio de las Escrituras, el profeta comprende cuán pecaminoso se ha vuelto el pueblo al transgredir la Ley de Dios y negarse a escuchar las advertencias del Señor. Por ende, al reconocer su condición espiritual desesperada, Daniel ora pidiendo sanidad y perdón. Pero el profeta también se identifica con su pueblo. En algunos aspectos, Daniel ilustra el papel de Cristo como nuestro Intercesor (Juan 17). Sin embargo, hay una diferencia radical: Cristo es “sin pecado” (Heb. 4:15) y, por lo tanto, no tiene necesidad de confesar un pecado personal ni de ofrecer sacrificios por el perdón personal (Heb. 7:26, 27). Pero se identifica de una manera única con los pecadores: “Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2 Cor. 5:21, NVI).

“Si ustedes reúnen todo lo bueno, santo, noble y amable en el hombre, y luego lo presentan ante los ángeles de Dios como si desempe ñara una parte en la salvación del alma humana o como un mérito, la propuesta sería rechazada como una traición” (FO 22). ¿Qué nos enseñan estas palabras acerca de nuestra necesidad de un Intercesor en nuestro favor?

 

Miércoles 4 de marzo:

La obra del Mesías

La oración intercesora de Daniel aborda dos inquietudes principales: los pecados del pueblo y la desolación de Jerusalén. Por lo tanto, la respuesta de Dios atiende estas dos peticiones. Mediante la obra del Mesías, el pueblo será redimido y el Santuario será ungido. Sin embargo, los dos pedidos específicos se responden de maneras que trascienden el horizonte histórico inmediato de Daniel: la obra del Mesías beneficiará a toda la raza humana.

Lee Daniel 9:21 al 27. ¿Qué obra había de hacerse dentro del período de las setenta semanas? ¿Por qué solo Jesús puede lograrlo?

  1. “Para terminar la prevaricación”. La palabra hebrea para “prevaricación” (pesha`) sugiere violaciones deliberadas por parte de un inferior contra un superior (p. ej., Prov. 28:24). Esta palabra también aparece en la Biblia en relación con el desafío abierto a Dios por parte de los seres humanos (Eze. 2:3). Sin embargo, a través de la sangre de Jesús, la rebelión contra Dios se anula y la humanidad recibe los méritos que fluyen del Calvario.
  2. “Y poner fin al pecado”. El verbo conlleva el significado de “sellar”, y aquí significa que el pecado es perdonado. Desde la Caída, la raza humana no ha podido cumplir con los estándares de Dios, pero el Mesías se encargará de nuestros fracasos.
  3. “Y expiar la iniquidad”. Como dice Pablo: “Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Col. 1:19, 20). Aquí también, solo Jesús puede concretar esta realidad.
  4. “Para traer la justicia perdurable”. Cristo tomó nuestro lugar en la cruz y, por lo tanto, nos otorgó la bendita condición de “estar bien” con Dios. Solo por fe podemos recibir esta justicia que viene de Dios.
  5. “Y sellar la visión y la profecía”. Cuando Cristo se ofreció en sacrificio, las profecías del Antiguo Testamento que señalaban su obra expiatoria se “sellaron”, en el sentido de que se cumplieron.
  6. “Y ungir al Santo de los santos”. El Santo de los santos que aquí se menciona no es una persona sino un lugar. Así que, la declaración se refiere a la inauguración del ministerio intercesor de Cristo en el Santuario celestial (Heb. 8:1).

     

Jueves 5 de marzo:

El calendario profético

Al final de la visión de las 2.300 tardes y mañanas, el profeta se asombra porque no puede entenderla (Dan. 8:27). Diez años más tarde, Gabriel viene a ayudar a Daniel a “entender” la visión (Dan. 9:23). Esta última revelación suple la información faltante y revela que la obra del Mesías se llevará a cabo hacia el final de un período de setenta semanas. Según el principio de día por año y el curso de los acontecimientos previstos, las setenta semanas deben entenderse como 490 años. Y el punto de partida para este período es la orden de restaurar y reconstruir Jerusalén (Dan. 9:25). Esta orden la emite el rey Artajerjes en 457 a.C. Permite que los judíos, bajo las órdenes de Esdras, reconstruyan Jerusalén (Esd. 7). De acuerdo con el texto bíblico, las setenta semanas están “determinadas” o “cortadas”. Esto indica que el período de 490 años se ha cortado de un período de tiempo mayor, es decir, de los 2.300 años designados en la visión del capítulo 8. De esto se desprende que los 2.300 años y los 490 años deben tener el mismo punto de partida, es decir, 457 a.C.

La profecía de las setenta semanas se divide en tres secciones: siete semanas, sesenta y dos semanas y la semana setenta.

Las siete semanas (49 años) probablemente se refieren al tiempo en el que se reconstruirá Jerusalén. Después de estas siete semanas, habrá 62 semanas (434 años) que conducen al “Mesías Príncipe” (Dan. 9:25). Por tanto, 483 años después del decreto de Artajerjes, es decir, en el año 27 d.C., el Mesías, Jesús, se bautiza y el Espíritu Santo lo unge para su misión mesiánica.

Durante la semana setenta, se llevarán a cabo otros eventos cruciales: (1) “se quitará la vida al Mesías” (Dan. 9:26); (2) el Mesías “confirmará el pacto con muchos” (Dan. 9:27). Esta es la misión especial de Jesús y los apóstoles a la nación judía. Se lleva a cabo durante la última “semana”, del 27 al 34 d.C.; (3) “a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda” (Dan. 9:27). Tres años y medio después de su bautismo (es decir, a la mitad de la semana), Jesús pone fin al sistema sacrificial (en el sentido de que ya no tiene más relevancia profética) al ofrecerse como el Sacrificio definitivo y perfecto del Nuevo Pacto, anulando así la necesidad de más sacrificios animales. La última semana de la profecía de las setenta semanas termina en 34 d.C., cuando Esteban muere como mártir y el mensaje del evangelio comienza a llegar no solo a los judíos sino también a los gentiles.

Lee Daniel 9:24 al 27. Incluso en medio de la gran esperanza y promesa del Mesías, leemos de violencia, guerra, desolación. ¿Cómo puede esto ayudarnos a confirmar que, en medio de las calamidades de la vida, todavía hay esperanza?

 

Viernes 6 de marzo

Para Estudiar y Meditar:

A continuación se muestra el gráfico que explica de qué manera la profecía de las setenta semanas de Daniel 9:24 al 27 enlaza con la profecía de 2.300 años de Daniel 8:14 y constituye su punto de partida. Si contamos 2.300 años desde 457 a.C. (recordando eliminar el año cero, que no existe), llegamos a 1844; o, si contabilizamos los 1.810 años restantes desde 34 d.C. (2.300 menos los primeros 490 años), también llegamos a 1844. Por lo tanto, la purificación del Santuario en Daniel 8:14 se puede demostrar que comienza en 1844.
Fíjate también que la fecha de 1844 encaja con lo que vimos en Daniel 7 y 8. Es decir, el juicio de Daniel 7, que es lo mismo que la purificación del Santuario en Daniel 8 (ver las lecciones de las últimas dos semanas), ocurre después de los 1.260 años de persecución (Dan. 7:25) pero antes de la segunda venida de Jesús y el establecimiento de su Reino eterno.

Preguntas para Dialogar:

  1. Los eruditos han dicho, y con razón, que la profecía de los 2.300 días y la profecía de las setenta semanas en realidad son una sola profecía. ¿Por qué dirían eso? ¿Qué evidencias puedes encontrar para respaldar esa afirmación?
  2. ¿Qué podemos aprender de la oración intercesora de Daniel que nos ayude en nuestra vida de oración intercesora?
  3. El sacrificio de Cristo en nuestro favor es nuestra única esperanza. ¿Cómo debería esto ayudarnos a ser humildes y, más aún, a ser más amorosos y perdonadores? ¿Qué nos dice Lucas 7:40 al 47 a todos nosotros?
  4. Fíjate cuán esenciales fueron las Escrituras para la oración de Daniel y para su esperanza. A fin de cuentas, la nación fue salvajemente derrotada, el pueblo quedó exiliado, la tierra devastada y la capital destruida. Y sin embargo, Daniel tiene la esperanza de que a pesar de todo esto, el pueblo volverá a su tierra. ¿Dónde podría haber obtenido esta esperanza aparte de la Biblia y las promesas de Dios escritas en ella? ¿Qué debería decirnos esto sobre la esperanza que podemos tener también en las promesas de la Palabra?
Radio Adventista
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  • Gracias

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